Seguían hablando en el salón, intentando que el ambiente no estuviera enrarecido. Un rato después, sonó el timbre. Irene se extrañó un poco pues no esperaban a nadie, y fue a abrir. Llegó Nacho con su novia, Sandra Mata.
Sandra no era muy popular entre la familia y los amigos de Nacho. Daba la sensación de ser una persona muy manipuladora, capaz de aprovecharse de cualquier circunstancia, cosa que era verdad. Para Sandra, tampoco Irene, Nadia y el resto de los amigos de su novio, eran santos de su devoción, por lo que procuraba estar lo más alejada de ellos posible y, por tanto, mantenía a Nacho también alejado.
―Hola ―saludó su hermano con una sonrisa.
―Hola ―dijo también Sandra.
―Ah... hola ―contestó Irene sin intentar esconder su malestar.
Nacho conocía la forma de pensar de sus hermanas con respecto a su novia, entre otras cosas, porque no hacían nada por ocultarlo. Por más que intentaba que se cayeran ligeramente bien, no lo conseguía, algo normal también, conociendo la forma de ser de Sandra, que era un tanto difícil.
Entraron en el salón donde estaban las demás. Nacho fue saludándolas una por una con un beso, tal y como acostumbraba. Para Sandra un saludo general bastó.
―¿No os cansáis nunca de hablar y hablar? ―preguntó bromista Nacho.
―¡Qué va! Si lo que más hacemos es insultarte ―contestó Aída.
―¡Oye! ―dijo con falsa indignación. Luego se dirigió a sus hermanas―. ¿Cuándo vais a dejar de juntaros con esa?
Las bromas entre Aída y Nacho se sucedían, como siempre. Estuvieron un rato así hasta que Sandra cortó aquella situación.
―Bueno, cari. Déjate de tonterías y di lo que veníamos a decir.
―¡Ah, sí! ¡Qué cabeza!
―¿Qué querías decir? ―preguntó intrigada Irene.
―Pues ―comenzó nervioso, sin dejar de mover las manos―. Que...
―¡Venga! ―azuzó Sandra interrumpiéndolo.
―Pues que nos vamos a casar ―dijo finalmente pasando su brazo por el hombro de su ya prometida.
Todas las allí presentes se quedaron sin habla. Sandra, mientras, se agarró más a Nacho y sonrió, entre forzada y sarcásticamente. Después de un buen rato de silencio, Nacho se empezó a impacientar.
―¿Qué? ¿Qué os parece? ¡Decid algo!
―Y... ―pudo decir Nadia―. ¿Cómo habéis llegado a esa conclusión?
Laura miró a su amiga incrédula por la pregunta tan absurda, luego se echó las manos a la cara, negando ante la ocurrencia.
―Bueno, Sandra me lo planteó y me pareció buena idea, ¿por qué no, eh? ―contestó Nacho encogiéndose de hombros.
Fue la misma Laura la que, como si se tratara de un partido de tenis, levantó la cabeza y se giró ahora hacia él, con la misma incredulidad pintada en el rostro, por la respuesta aún más absurda que la pregunta anterior. Vio claro que tenía que cortar aquel incómodo momento.
―Eh, bueno chicos, ¡enhorabuena! ―balbuceó levantándose para felicitarlos.
―Sí, eso, enhorabuena ―dijo acto seguido María siguiendo a su amiga.
Nadia y Aída continuaron sentadas, inmóviles, sin creer lo que habían escuchado. Irene, que estaba de pie, tuvo que sentarse.
―Oye, ¿qué? ―dijo ahora preocupado Nacho―. Irene, Nadia. Vamos Aída, di tu algo.

ESTÁS LEYENDO
La playa
Ficção GeralTras seis meses de su inesperada marcha, Nadia ha vuelto a casa. Ahora se tendrá que enfrentar a su familia, sus amigos y sus decisiones. La playa será testigo de su historia, de sus amores y desamores, del retomar de una amistad que parecía perdid...