Habían quedado a las cuatro de la tarde y, a esa hora, estaban todas en la puerta, excepto María que, como siempre, se retrasaba. Sólo pasaban cinco minutos de la hora pactada, cuando apareció la que faltaba y entraron para ir preparando las cosas.
Se pusieron a colocar las sillas y las mesas para poder abrir a las cinco, hora del té en Inglaterra y, en España, también para algunos.
Aunque sólo dos de ellas trabajaban allí, de forma habitual, las demás sabían perfectamente todos los ingredientes de cada té, de cada zumo, y de cada "invento" que allí se preparaba. La única que había podido olvidarlo un poco era Nadia, pero ni siquiera la distancia, pudo hacerle olvidar el olor de aquellos tés aromáticos, y de aquellas tartas tan bien preparadas por María. Al fin y al cabo, mucho de los "inventos" habían salido de la imaginación de Irene y Nadia.
Cada una había aportado algo. Las hermanas Espinosa contribuyeron, con su imaginación, a la elaboración de nuevas y sensacionales mezclas de sabores. En el caso de Aída fueron los nombres, pues su mente estaba siempre repleta de nombres nunca oídos y casi descabellados. María aportó su casi pasión por las teterías y su buena mano con todo lo que tuviera que ver con la repostería. Laura contribuyó con su pasión al chocolate y su grito de aliento cuando todo estaba a punto de venirse abajo.
Debido a que eran suficientes y podrían arreglárselas solas, optaron por dar el día libre a todos los que, durante esa semana, habían trabajado tanto. Aída, sabiendo que sus amigas no fallarían, ya se había encargado de hablar con su asesor para que no tuvieran problemas con una posible inspección, así que lo tenía todo controlado, como siempre.
A las cinco ya estaba todo listo y, pocos minutos después, abrieron las puertas. Al principio todo era tranquilidad, un par de parejas y poco más, pero a medida que pasaba el tiempo, aquello se empezaba a animar.
Las siete de la tarde fue el momento de pleno apogeo, y ninguna de ellas daba a bastos. A esa misma hora, apareció Dani, que pasaba solamente a saludar a María y Aída.
―Hombre, Dani ―dijo Aída que estaba poniendo unos tés en una bandeja―. ¡Cuánto me alegro de verte! ¿Vas a ayudar, verdad, bonito? Esto es casi una cooperativa ya.
―Venga, vale, pelota. ¿Qué hago?
―Lleva esto a la sala azul, anda.
Sin decir una palabra más, Dani cogió la bandeja y, con sumo cuidado, la llevó a la sala que le había indicado Aída, que era una de las que estaba arriba.
Poco después, sobre las siete y media apareció también Víctor, que llegaba para hablar con María, algo que, en aquel momento, le iba a resultar un poco difícil. Al llegar vio aquello como nunca lo había visto. Debido a su sentido de la responsabilidad y la solidaridad y, también por mero aburrimiento, nada más llegar a la barra, una vez que hubo saludado a todo el mundo de una forma bastante escueta, cogió una libreta y comenzó a atender.
Víctor tenía una simpatía innata, que derrochaba allá por donde iba. No sólo atraía su físico, muy acorde a su apellido, Alemán, con su porte alto, rubio con ojos azules; si no lo cortés de su forma de hablar, que encandilaba a cualquiera que cruzaba con él dos palabras. Siempre tenía a punto una sonrisa o un comentario de ánimo, cosa que, a sus amigos, les encantaba. Saber que se tienen a alguien siempre dispuesto a escuchar y a ser sincero es algo que cualquiera es capaz de agradecer. Aunque no era muy dado a expresar sus intimidades, no tenía ningún reparo en expresar sus sentimientos. Podía parecer que le preocupaba bastante poco lo que pudiera pensar la gente, pero sí le dolía en demasía, las críticas que pudiera recibir de la gente más allegada a él, sobre todo sus amigos, ya que al fin y al cabo, al contrario de lo que le ocurría al resto de sus amigos de infancia, él no tenía una buena relación con sus padres, que no aceptaron cómo era su hijo.

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La playa
General FictionTras seis meses de su inesperada marcha, Nadia ha vuelto a casa. Ahora se tendrá que enfrentar a su familia, sus amigos y sus decisiones. La playa será testigo de su historia, de sus amores y desamores, del retomar de una amistad que parecía perdid...