31. Caja de pandora

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***

Siento arder en llamas todo mi cuerpo, se extiende hasta lo más mínimo y me debilita. No logro moverme por el dolor que tengo sólo con respirar, algo muy dramático pero cierto en su gran parte. Abro mis ojos por completo, fue sencillo  acostumbrarme a la luz gracias a la escasez de ella en ese lugar.

Dos fulminantes ojos me acechan en medio de esa poca oscuridad por lo que puedo saber de quién se trata.

—¿Estas consciente?

—No te puedo ver, Louis. —respondo entrecerrando mis ojos para ver algo

—Oh, claro. Yo estoy acostumbrado —se acerca hacia mi con facilidad

—¿Cuanto tiempo estas aquí?

—Tranquilo, sólo unos minutos antes de despertar —lo interrumpo

—No, hablo en general.

—Oh, ni yo lo sé —niega cabizbajo —Pueden ser meses o años

—Tal vez meses porque tu desaparición no es cuestión de años —con gran esfuerzo logro levantarme de esa cama improvisada de cemento —¿En dónde estamos?

—Una especie de celda, creo. No conozco tanto su ubicación ya que me han llevado y traído inconsciente —comenta

—¿Y cuánto he dormido? —pregunto

—Un par de días.

Un silencio incomodo invade la habitación.

—Quería... preguntarte algo —habla mientras muerdo el interior de mi mejilla, un no hábito de mi.

—¿Si? —hago un ademán con mi cabeza

—¿Como sabes que Martina es Juliette? —murmura. Esperaba encontrarme con una pregunta de éstas

—Larga historia —murmuro evadiendo el tema.

Me acerco hacia la puerta con un pequeño vidrio parecido a los del manicomio, con suerte no está polarizado ni cubierto hasta ahora. El sendero se encuentra fuera de peligro, lo raro es que no hay ni sombra de alguna persona. Pensaba estar en una celda vigilado por más de cinco guardias luego de mi escándalo en ese lugar.

—Bueno, te voy a liberar.

—¿Es e-enserio? —veo en sus ojos una chispa de esperanza al escuchar mis palabras

—Cuando sepa mas o menos nuestra ubicación y la salida pues pronto verás la luz del sol.

Palmeo su hombro mientras en su rostro se dibuja una sonrisa, no quiero hacerle ilusiones pero jamás he hecho una promesa sin cumplirla. Trato de recordar alguna pista que me sirva de algo pero nada en concreto me viene a la mente.

Salvo... La adivinanza

—Louis, necesito tu ayuda —lo llamo

—¿Para que soy bueno?

—Adivinanzas.

—No se a que viene al caso pero pondré mi mayor esfuerzo —se encoge de hombros mientras se sienta a lado mío.

—Escucha atentamente —el asiente — Novio de La Tigresa es, pero ningún tigre es él. Más él no es lo que pretende ser, su amor te llega a convencer.

—¿Qué clase de embrujo poético es ese?

—Tu me entiendes, hermano —chocamos puños —Y me lo dijo James

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