22. Su habitación

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— Hola, soy Cloe, aunque eso ya debes saberlo si me estás llamando. En caso de que seas Toby, aún no he visto la serie que me recomendaste, así que ya deja de decirme que va a pasar. Si no lo eres, después del tono deja tu mensaje, cuando pueda o tengas ganas lo escucharé —Y luego sonó el típico pitido.

— Maldita sea, Cloe. ¡Contesta! —Dije frustrada a la vez que colgaba y lanzaba el teléfono al asiento del acompañante.

Durante dos largas horas había tratado de comunicarme con Cloe, hasta había ido a su departamento, pero no estaba allí. Por momentos me preocupaba, luego recordaba que Tobías me había abandonado con la escusa de que debía juntarse a hacer un trabajo de Filosofía, materia con la que, curiosamente, su carrera de Genética no contaba. Y ahí era cuando mi teoría de que no prestaba atención a sus clases se confirmaba.

Aburrida de esperar a que mi amiga junto con mi primo aparecieran, decidí dar unas vueltas en auto y estacionar en Morfí's por un fuerte café que lograra despejar un poco mi mente.

El lugar se encontraba atestado de personas de todas las edades, desde adolecentes aún cargando sus uniformes, padres con sus pequeños hijos, empresarios con sus trajes pasando por una simple comida para luego seguir su trabajo y alguna que otra persona mayor acompañada.

Y todo eso era entendible, aquél lugar había estado allí por décadas y saber que podías encontrar toda clase de comidas, y caseras, era lo que aún lo mantenía en pie. Se había ganado su prestigio en la ciudad y era uno de los más conocidos.

El ambiente era bastante agradable y con una música tranquila de fondo era el local perfecto para tener una charla con amigos o en familia.

Atravesé la parte de comidas, hasta llegar a la cafetería y tomé asiento en una mesa que estaba libre junto a la ventana. Mientras esperaba a que me atendieran, saqué mi celular y comprobé si mí querida amiga había contestado alguno de los treinta mensajes que me había dedicado a mandarle, pero aún no había dado señales de vida. Sin embargo, sí tenía un mensaje de un número privado.

El corazón se me aceleró, el miedo de que fuera Chase el dueño de aquél mensaje me dejó helada sin siquiera haber visto su contenido. En el momento en que estuve a punto de apretarlo para ver qué era lo que decía, alguien me habló.

— Señorita, ¿ya ha decidido que pedir? —La voz del mesero me sacó de los terribles pensamientos que estaban comenzando a invadir mi mente.

— Ehh... Sí, un café, por... —Dije, pero al levantar mi vista y ver quién era, me callé. — ¿Qué haces aquí? —Mi voz salió más brusca de lo que esperaba.

— Sí, bueno, a mí tampoco me resulta muy agradable verte, pero estoy trabajando así que si sólo te limitas a tomar tu orden y yo a traértela, podremos convivir —Contestó él.

— Nunca te había visto aquí. —Fue lo único que dije, todavía asombrada por su presencia.

— Es mi primer día. Mis padres tienen la loca idea de que para hacerme cargo del negocio familiar, debo comenzar desde abajo y conocer a todos los empleados. —Contestó rodando los ojos y lanzando un suspiro. —Ahora, dime qué pedirás.

— ¿Es tu negocio? —Pregunté impresionada, aún no podía creerlo.

— De mis padres —Su tono fue hostil y supe que ya no quería seguir hablando conmigo.

— Oh. Entonces, sólo quiero un café, Evan. —Pedí con algo de burla al pronunciar su nombre y sin esperar que se vaya volví la vista al teléfono.

No era que el chico me cayera mal, sólo que... No, definitivamente Evan me caía mal, su aire de "a mí nada me importa" que trataba de demostrar al mundo, yo no me lo tragaba en lo más mínimo.

El final acechaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora