27. Nuestra mayor aventura

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— Hola. —Susurré en el momento en que nuestras miradas se encontraron.

Estaba muy nerviosa por lo que podría salir de esta conversación, y mi cuerpo lo demostraba demasiado bien temblando.

— Hola. —Susurró con voz ronca, haciéndome señas para que me acercara y me sentara a su lado.

Verlo de esa forma, acostado en medio de una cama tan grande, con el rostro bastante pálido y aún con suero, me partió el alma. Él siempre se mostraba tan fuerte y valiente, que esta imagen realmente me daba impresión.

Me acerqué lentamente, como si hubiera hecho algo mal y estaría a punto de ser regañada.

— ¿Cómo estás? —Pregunté tímidamente, aún con un tono de voz bajo, sentándome al borde de la cama y observándolo atentamente.

Él se quiso acomodar para tener la cabeza un poco más elevada, pero falló en el intentó, haciendo una terrible mueca de dolor.

Al ver eso, me acerqué y le acomodé los almohadones para que pudiera estar más cómodo.

— Gracias. —Me dijo, siguiendo cada uno de mis movimientos, y tomando una de mis manos cuando volví a dejarlas sobre mi muslo. —Estaré bien, no te preocupes. —Contestó mi pregunta anterior con una sonrisa.

Clavé mi vista en nuestras manos juntas, tal vez podía tomar eso como una buena señal.

— ¿Y tú? ¿Cómo estás? —Preguntó y sus ojos se llenaron de preocupación cuando fueron a parar en mi hombro vendado.

— Estoy bien, nada que no pueda curarse. —Sonreí de medio lado y volví mis ojos a los suyos.

Dios, de verdad había estado verdaderamente preocupada por este chico. Tenía demasiadas ganas de abrazarlo tan fuerte y no volver a soltarlo jamás, pero me contuve, no quería provocarle algún otro daño.

— Lo siento, no pude impedir que no te pasara nada. —Musitó con culpa, agachando la cabeza.

Lo miré incrédula, ¿de verdad se estaba disculpando por eso?

— ¿De qué hablas? ¡Me has salvado la vida, Drew! Estoy verdaderamente agradecida contigo, en serio, gracias. De no haber sido por ti, la herida podría haber sido mortal. —Le di un apretón afectuoso en la mano y lo miré con cariño.

Sus ojos se mostraban sorprendidos, no lo entendía.

— Pero si... —Comenzó y seguramente en su mente se estaría regañando a sí mismo por no haber podido ser más rápido o algo de eso.

— Lo hiciste perfecto, gracias. —Interrumpí, no quería que se siguiera torturando así.

Al ver su reacción y que tenía intenciones de seguir hablando, lo besé.

Al parecer quedó algo sorprendido por eso, ya que me correspondió varios segundos después. El beso fue suave y dulce, cargado de amor.

— Nunca me vuelvas a dar un susto así, creí que te perdía. —Susurré a centímetros de sus labios, apoyando mi frente en la suya y cerrado mis ojos, disfrutando de aquél momento a su lado.

— ¿Eso quiere decir que te preocupas por mí? —Dijo con sonora, dejándome apreciar su hermosa sonrisa.

Me separé un poco más para poder verlo mejor y fruncí mi ceño.

— Por supuesto que me preocupo por ti, idiota. Casi me da un puto paro cardíaco cuando perdiste el conocimiento. —Expresé algo enojada por su sentido del humor en un tema como ese.

El final acechaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora