Tobillera

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Aquello no estaba bien. Por desgracia, no era la primera vez que ocurría y Jeno se lamentaba por ello. ¿No había ideado un plan para dejar de beber? ¿Qué había ocurrido con eso?

Lo primero que tenía que hacer era encontrar su ropa. Después de prestarle atención a los sonidos y al lugar, se dio cuenta de que se encontraba solo en ese pulcro apartamento, lo que le gustaba y molestaba a la vez. Por un lado, no quería perder la poca dignidad que le quedaba en situaciones como ésa, llegando a tener que preguntarle a un extraño qué habría hecho con él- o ella- la noche anterior. Pero, por otro lado, tenía que saberlo. ¿Y si no era de fiar? ¿Y si no habían usado protección?

Vale, no te pongas nervioso. Por favor, por el dinero que tanto quieres, no entres en pánico.

Respiró profundamente, tomó una decisión, se apartó las blancas sábanas que cubrían sus piernas y se levantó del sofá cama. Su cabeza empezó a dolerle como protesta, pero ése no era el momento indicado para preocuparse de su resaca. Tenía que coger sus cosas y marcharse de ahí.

Para su sorpresa, no tuvo que buscar mucho su ropa. La camisa y el pantalón estaban perfectamente doblados en el reposa brazos del sofá, el mismo que le había servido de almohada y la billetera encima de ellos. Raro; normalmente, cuando se despertaba en situaciones así, su ropa estaba esparcida por cualquier parte, consecuencia del ansia de su cliente por tocarle con sus sudorosas manos. Al llevarse la camisa a la nariz, sintió la misma esencia de limpieza de las sábanas. Las manchas de vómito también habían desaparecido. ¿El extraño le había lavado la ropa? ¿Por qué?

Él cogió la billetera y la abrió, buscando su dinero. Allí estaba todo el dinero; no había ni un céntimo más… ni uno menos. No había nada fuera de lugar. El resto de su paquete de tabaco también estaba ahí, aunque estaba mojado. Los cinco chicles que le quedaban, también. Así que, ¿no se había acostado con nadie?

Rápidamente se puso los pantalones y calzó los zapatos. Ese lugar estaba empezando a asustarlo. Estaba tan… silencioso. Pacífico. Limpio. Era como si estuviera en otro mundo; diferente, al menos, del suyo. Entonces, trató de buscar alguna foto de la familia cristiana que seguramente lo hubiese rescatado anoche. No sería la primera vez que tratasen de redimir al pecador. Pero, antes de eso, se dirigió a la ventana abierta y, haciendo una mueca, miró al exterior.

- Vaya…- no sabía que la libertad se hallara a tantísima distancia. Si hubiese tratado de saltar por esa ventana, habría acabado aplastado contra la calle, igual que un pastel que un niño descuidado hubiese tirado al suelo. Mmm… el pastel sonaba bien. Tal vez se comprase un trozo, más tarde.

En ese momento tenía otra cosa de la que preocuparse: escapar de ese complejo de apartamentos. Examinó los alrededores en busca de un punto de referencia, hasta que encontró el motel en el que "normalmente" trabajaba. Así que aún seguía en el distrito Rookie. Eso le facilitaba la vuelta a casa, pero aún tenía que salir de allí sin que nadie lo viese, algo que le resultaba bastante improbable. Al asomar la cabeza por la ventana, observó que al menos cuatro plantas lo separaban de la calle. ¡Allí tendría que vivir muchísima gente!

Jeno echó las cortinas y se giró hacia la puerta. No podía acobardarse. Seguramente, el dueño del piso hubiese bajado un momento a coger el correo o pagar el alquiler y volvería en cualquier momento… o regresase de desayunar con toda su familia. Bajar por las escaleras parecía la mejor opción, pero el tobillo aún le dolía por habérselo torcido anoche y el consiguiente desplome sobre la calle, así que tendría que coger el ascensor. Al menos, así los curiosos no sabrían de qué piso bajaba.

Echó un vistazo por la mirilla, comprobando que no hubiera nadie en el pasillo que pudiera observarlo mientras caminara. Entonces, con la misma precaución, asió el picaporte y abrió la puerta. Entonces, asomó la cabeza, para asegurarse de que no hubiera nadie cerca y cerró la puerta tras de sí, con sumo cuidado.
Fase uno completada.
La moqueta del suelo silenciaba el ruido de sus pasos con cada paso que daba, clavándolos en el suelo. Así, consiguió llegar hasta el ascensor sin que los vecinos notaran su presencia.

Muse (NoRen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora