×El extraño×

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Jeno se sentía fatal. Estaba cansado, el clima era asqueroso y su tobillo no dejaba de dolerle. Tenía las excusas perfectas para volver a casa, acomodarse en su desgastado sofá, con una enorme tarrina de helado y entretenerse con los doramas y los programas de la televisión. Habría dado un riñón a cambio de conseguirlo, pero en ese momento tenía cosas más importantes en las que pensar que en su comodidad. Necesitaba recuperar esa tobillera.

Así, el chico se encontró delante de los apartamentos NCT, parado como si sus pies se hubiesen cimentado al suelo. El edificio tendría cerca de doce plantas. Jeno empezó a recordar los botones: los números iban del 1 al 10, la "G" era la planta baja, la "P" el ático y la "B", el sótano. El joven cerró los ojos, tratando de recordar cualquier cosa de la noche anterior que pudiera ayudarlo porque, en su desesperación por escapar de allí, había olvidado la planta en la que había estado. Típico de él no fijarse ni en el número de la puerta. Perfecto.

Tampoco pensaba preguntar a quien estuviera en recepción. Sería muy embarazoso hacerlo. Creo que alguien, a quien no conozco, me trajo aquí anoche, pero estaba demasiado borracho como para recordar nada. ¿Puede ayudarme? Imposible que eso sucediera. Tendría que averiguarlo por si mismo… aunque no pudiera ni moverse.

Preciosidad quieto, en una mañana tan calurosa, pensando en qué hacer a continuación.

- Oh, Dios, otra vez no.

Jeno giró la cabeza, centrándose en la extraña pareja que había sentada en un banco cercano a Él. Un hombre alto, de melena castaña y alborotada y perilla lo miraba, acompañado de un chico de cabello teñido de azul, muy delgado. Para sorpresa de Jeno, el chico vestía de manera exagerada, para alguien que seguramente aún fuera al colegio.

- ¿Qué?- preguntó el hombre, centrando su atención en el chiquillo que lo acompañaba, que meneaba la cabeza- A mí me parece un poema improvisado muy bueno.

- Un poema no puede ser tan descriptivo, Jaehyung. La buena poesía está llena de detalles ilusorios, de metáforas y comparaciones difíciles de descifrar… no de observaciones vanas y cotidianas- replicó el chiquillo, mirando a Jeno- No te preocupes por nosotros- dijo, a modo de disculpa.

- Eh… Vale.

Jeno maldijo por lo bajo. Había olvidado que estaba de vuelta a un lugar en el que, supuestamente, nunca había estado y no sólo no había pasado desapercibido, sino que había llamado ampliamente la atención. Aún así, tendría que seguir adelante. Tragando saliva, avanzó hacia el edificio y abrió la puerta del vestíbulo. Apenas había gente allí; sólo unos pocos inquilinos mirando el correo y un hombre que hablaba por teléfono y parecía ocupado, saliendo hacia el cálido día. En recepción había un hombre de pelo plateado y unos ojos tan oscuros que le dieron escalofríos. Él apartó la vista.

A continuación tendría que tomar el ascensor. Por suerte, estaban justo al final del pasillo. Caminó hacia ellos, apoyando fuertemente los zapatos al hacerlo, deseando poder cambiarlos cuanto antes. Maldición; estaban haciendo mucho ruido. Además, contribuían a que el dolor aumentase.

Por desgracia, ninguno de los dos ascensores estaba cerca de la planta baja, pues seguramente estuvieran ocupados y tardasen algo de tiempo en llegar allí. Qué asco de día. Nada más llegar a casa, se prepararía un baño relajante.

- Oh, eres el invitado de esta mañana, ¿verdad? ¡Hello!

- Oh, Dios, mátame…- murmuró Jeno, antes de girarse lentamente, sonriendo o intentándolo, mejor dicho, y acercarse al chico canadiense que había conocido esa misma mañana. Había conseguido que la gente que estaba allí y el recepcionista lo miraran. ¿Por qué tenía que ser tan ruidoso?

Muse (NoRen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora