×Condiciones×

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- No, espera… ¡No, Baek, escucha! No hará falta… No, no estoy metido en ningún lío. Oye, ¿podrías…? ¡No! No estoy con ningún mafioso. Estoy bien, de verdad. ¿Puedes escucharme?- Jeno se apartó del teléfono, tratando de contenerse. Baekhyun no había dejado de hablar desde que había contestado al teléfono, en ese tono lastimoso que sugería que estaba a punto de echarse a llorar y nada de lo que el Lee le había dicho hasta el momento había conseguido penetrar en su dura cabeza- Cálmate y escucha, por favor. Toma aire. Dentro y fuera. Otra vez; dentro y fuera. ¿Estás más tranquilo ahora? ¿Vas a dejarme hablar?- escucho un "sí" llorón- Sólo necesito estar fuera de casa durante algún tiempo. No estoy metido en ningún lío, así que no vayas corriendo a la policía como un loco, por lo que más quieras. De hecho, para demostrarte que estoy bien, seguiré pagando el alquiler.

¿Qué? ¿Cuánto tiempo piensas estar fuera?- le gritó Baek a Jeno, lo suficientemente alto como para que Él se apartara el teléfono de la oreja. Esperó unos instantes, hasta que estuvo seguro de que no habría más interrupciones y respondió tranquilamente.

- No lo sé- sus dedos ausentes empezaron a acariciar la tirita de su mano- pero no te preocupes, ¿vale?

Un suspiro.

- ¿Puedes decirme, por lo menos, dónde estás, Jeno?

El rubio sonrió con ironía.

- En rehabilitación.

Jeno se despidió cariñosamente de su amigo y colgó el teléfono, sujetándolo mientras observaba la habitación de Renjun. Por suerte, las persianas eran oscuras, aunque le parecían distintas a la primera vez que se despertó allí. Al levantarse, descubrió un vaso de agua y unas aspirinas, sobre una servilleta, al lado del sofá-cama. Después de mirar al traslúcido vaso por unos instantes, el joven bebió su contenido de un solo trago; le pareció deliciosa, como una bocanada de aire fresco. Siempre había creído que los anuncios de agua "directamente traída de las montañas" eran una estafa, pero acababa de comprobar que no todos eran falsos.

Apenas recordaba nada de la noche anterior, aunque sí algunos fragmentos. Alguien le dijo que no tenía muy buen aspecto antes de perder la consciencia y, al recuperarla, sintió que una aguja se clavaba en su piel.

- Mira, con consentimiento o sin él, si no le ponemos la inyección ahora mismo, morirá. Ya nos preocuparemos de los detalles más tarde.

- ¿Estás seguro?

- ¡Confía en mí; soy médico!

- ¿De veras? Porque he oído algunos rumores que…

- ¡Sshh! ¿Quieres que se despierte o qué?

Entonces, alguien le abrió los ojos y proyectó una intensa luz sobre ellos. Jeno se había quejado, pero se desmayó durante las siguientes horas. Al despertarse, instintivamente se llevó la mano al brazo para ver qué le había pinchado, pero sólo encontró una tirita. En ese mismo instante, escuchó ruidos de otra persona y deseó alcanzar su teléfono para comprobar la hora, pero se quedó dormido, con el brazo colgando de la cama. Treinta minutos después volvió a desvelarse, descubriendo que su brazo estaba cuidadosamente colocado bajo las sábanas.

Sin embargo, Renjun no estaba en casa. Aquello sorprendió al rubio, pues no eran ni las diez de la mañana, hasta que recordó que la gente con trabajos importantes trabajaba ocho horas diarias, desde la mañana hasta por la tarde.
Dejándose llevar por la curiosidad, apartó las sábanas de sus piernas y con ellas se cubrió los hombros, cogiendo el vaso vacío y la servilleta mojada en la que se había apoyado. Decidió explorar la casa, mientras deslizaba sus piernas del sofá-cama. Esa casa estaba demasiado limpia y tranquila como para no esconder algún secreto asqueroso.

Muse (NoRen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora