Su día de suerte

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(↑C/A: ideal para escuchar con la ↑ ↑canción de arriba ↑)

Jeno forzó tanto su tobillo aquel día que tuvo que pasar una semana para que la hinchazón disminuyera y el dolor desapareciera. Resopló de alegría al ver que podía moverlo y lo golpeó suavemente para cerciorarse de ello, antes de ponerse los zapatos. ¡No dolía! ¡Sí! Por fin Baekhyun le dejaría salir del apartamento. Su sobre protector amigo le había prohibido salir a no ser que fuera totalmente necesario- incluso a veces llegando a vigilar la puerta, como un perro guardián- y como Jeno nunca se llevaba el "trabajo" a casa, aquello fue como una especie de vacaciones.

Quien quiera que fuera el primer cliente de la noche, sería afortunado de encontrárselo de buen humor. Optó por una pantalones de cuero y una camisa de tres botones, ofreciendo una hermosa vista a sus claviculas a quien solicitara sus servicios, junto con unos zapatos italianos, que podía quitarse fácilmente para jugar. Además, tal vez el cliente prefiriera dejárselas puestas, por puro fetichismo.

Baek suspiró, cruzado de brazos, apoyado en el marco de la puerta de la habitación de Jeno, observando cómo se peinaba un leve copete en su cabello rubio.

- Tus clientes tienen que estar muy contentos contigo. Nunca les pides que hagan nada por ti más que para lo que te pagan.

Jeno soltó una carcajada.

- No lo digas así. Además, eso no es malo- el joven apretó los labios y gesticuló besos, ante su reflejo- Las personas de fiar no existen. Todos son escoria. Todos.

- Si alguna vez decides cambiar de idea…

- Me recibirás con los brazos abiertos- giró los ojos- Por cierto, ¿no tenías una cita con tu novio orejón, esta noche?

- ¡Es cierto! Voy a llegar tarde- Baek echó a correr y abrazó a Jeno - No bebas. Vuelve antes de que amanezca. Si no lo haces, llamaré a la policía- le advirtió- No estoy bromeando. Esas horas son peligrosas, bonito.

- ¿Con quién crees que estás hablando?- él le guiñó el ojo- Si ocurre algo, te llamaré.

El rubio se marchó una hora después, con una finísima chaqueta cubriéndole su destapado pecho y sintiendo la tobillera dentro de sus medias. Después de haberla perdido, Jeno decidió comprobar que estuviera ahí cada, al menos, dos horas. Sus dedos rozaron la cadena de oro y sonrió, satisfecho, antes de caminar por las calles.

Era día 1 de septiembre- dentro de poco cumpliría los veintiún años- y el tiempo comenzaba a ajustarse al cambio estacional. Después de aquel último golpe de calor, el frío del otoño invadió poco a poco la ciudad. El clima era cálido durante el día, aunque caía ligeramente durante la noche. Pero a Jeno no le preocupaba. Haría mucho ejercicio para evitar caer enfermo.

Fue bastante decepcionante no encontrar nada de sexo. Allí donde fue, no había más que mujeres presumiendo en la televisión, o en revistas del corazón, acerca de lo satisfechas que estaban con su vida sexual. En su caso, Jeno nunca había sentido ningún tipo de deseo por los hombres o mujeres con los que había estado. Lo besaban, pero todo cuanto sentía era su saliva cubriéndole la cara o deslizándose por su garganta. Lo tocaban, pero su cuerpo no respondía. Era piel contra piel, nada más, nada diferente a cogerle la mano a alguien.

Tampoco pensaba demasiado en ello. Algunas personas estaban hundidas por su incapacidad para tener orgasmos, pero Jeno lo veía como algo que ocurría a veces, en la vida; había quienes tenían todas las mueles del juicio, otros que nacían con una flexibilidad especial y otros que no conseguían tener orgasmos. Fin.
No es como a sus clientes le importaba que él se viniera, solo les importaban llegar a su propio climax.

Muse (NoRen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora