Capítulo Final: Experto en Promesas

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La temblorosa mano de Lee Jihoon envolvió el picaporte y, con un débil empujón, ingresó a casa de sus vecinos, los Choi.

¿Cuanto pasó desde la última vez que estuvo allí? Las habitaciones se encontraban dispuestas de tal modo que asemejaba ser un espejo de su propia casa, aunque con notorias diferencias visuales, la alfombra de la sala era redonda, de otro color y las cortinas más largas. Con todo en silencio y semioscuro, sólo podía escuchar el reloj aguja grande sobre el aparador en el vestíbulo. Los aromas y la forma de los muebles le transportaron otra vez a ésos días de escuela primaria, cuando Seungcheol lo invitaba a jugar con sus videojuegos y a comer galletas que la señora Choi solía hornear.

Avanzó sin dudar en dirección al pasillo, sus pisadas causaron un eco limpio que las paredes repetían agradecidas. Pasó los dedos sobre un papel tapiz diferente al que recordaba, Seungcheol había dibujado sobre el anterior con lápices de colores. La nostalgia de pensar en el Seungcheol del pasado lo hacía sentir curiosamente débil y triste.

Un cartel colgaba en la puerta de la habitación de Seungcheol. Jihoon lo leyó curvando los labios hacia arriba:

Entra sin mi autorización
y tendrás 100 años de mala suerte...
¡Si eres Jihoon, te dejo pasar!
                                                                         S.Coups

-S.Coups...- Repitió Jihoon, su voz salió débil y quebrada. ¿Qué sucedía con él?.- A tus órdenes...

El interruptor de luz se hallaba en el mismo lugar que antes, lo encendió y analiza el interior. Sólo había un armario, un ancho escritorio y una cama de dos plazas dentro, el resto de sus pertenencias en cajas. Jihoon observó la manta sobre el colchón y contuvo las ganas de arrojarse encima para olisquearla. Dio media vuelta, enfrentó el armario y lo abrió. Le hizo gracia encontrar casi todas las camisas que solía usar su vecino, y se asombró de sí mismo, ya que era capaz de memorizar exactamente qué fue lo que Seungcheol hizo o dijo el día que vistió cada cosa. Su inútil cerebro retuvo sin permiso ésa información.
Tomó el conjunto que más le gustaba, una camiseta azul a rayas verticales blancas, pantalón de jean negro y una chaqueta con los puños ceñidos. Apretujó todo lo que le gustó y también ropa interior, dentro de la mochila.

Se distrajo después al descubrir una serie de cuadros con fotografías viejas acomodadas en los estantes sobre el escritorio, caminó allí para examinarlas detenidamente. La fotografía más grande, ubicada en el centro, era Seungcheol frente a un enorme pastel con un número 6 escrito por encima a punto de pedir sus tres deseos.
El estante inferior sólo contaba con un libro apoyado contra otro de los cuadros, Jihoon se puso en puntas de pie para así alcanzarlo y el cuadro cayó, impactando en el suelo con un estrepitoso ruido, haciéndose añicos.

-Diablos...- Siseó.

Se agacha, comenzando a recoger con cuidado los restos de madera y vidrio. En la fotografía que cayó, él y Seungcheol aún eran niños, debían tener siete u ocho años. Jihoon se abrazaba al hombro de Seungcheol, en ésa época, unos centímetros más bajo y lo miraba con recelo. Acarició con sus yemas la carita regordeta y los ojos del ser que más amaba. Como no deseaba distraerse, dejó la fotografía a un lado boca abajo, pero algo lo detuvo.

Detrás de la fotografía había un mensaje escrito. No creía que fuese para él, pero de todos modos lo leyó:
"Desde la toma de agua dos pasos largos al frente, ocho pasos y medio a la izquierda, cuatro a la derecha."

Analizó el mensaje, sin duda era la letra de su vecino, pero no comprendió el motivo por el cual escribió aquello, detrás de la foto. Movió el dedo pulgar de la parte inferior del mensaje y no halló su firma, sino el desprolijo dibujo de un trébol de cuatro hojas.

FAIRY, Experto en Citas [JiCheol]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora