:: Capítulo Uno ::

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Hola gente linda! Cómo están? Yo feliz, ya casi casi de vacaciones... Comenzando a cerrar un año más que intenso y renovando energías para emprender nuevos proyectos. Uno de los cuales es este nuevo fic, que me permite darle continuidad al desarrollo de este interesante hobby que he incorporado a los muchos que ya tengo :)

Como ya les adelanté, he elegido basarme en la canción que subí hace unos días. Y aclaro una vez más que mi intención no es ser original ni mucho menos escritora profesional. Doy fe de que en este sitio hay producciones realmente increíbles, que me superan enormemente, y quizás mis creaciones no son para nada ostentosas, pero cada cosa que escribo sale auténticamente de mí, de mis gustos, experiencias y mi imaginación.

Comparto hoy con uds el primer cap de esta nueva historia. Aún no he avanzado mucho en la escritura, así que en esta ocasión no creo que pueda actualizar tan seguido como en el fic anterior. Pero me resulta bastante interesante ir creando sobre la marcha, no tengo muy en claro hacia dónde quiero ir con este proyecto, así que a medida que me vaya adentrando en el desarrollo de esta nueva creación iré descubriendo a dónde voy... Igual tengo más que claro que se tratará de un S/D, sin duda son mi pareja preferida y los personajes que más me inspiran...

Sepan también que cualquier duda, pregunta, comentario o impresión que quieran compartir es más que bienvenida!

Sin más preámbulos, lxs invito a leer.

Todos los personajes pertenecen a su autora, Naoko Takeuchi, yo sólo los tomé prestados.

Saluditos! y hasta la próxima!

Bell.-

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:: Capítulo Uno ::

—Darien... —repetía con insistencia— Darien, ven conmigo, te estoy esperando —era la voz de una chica que lo llamaba sin parar—. Ven conmigo, Darien. Te estoy esperando.

Él caminaba en la oscuridad, no podía ver absolutamente nada a su alrededor, sólo escuchaba la voz de aquella chica que lo llamaba insistentemente. —¿Dónde estás? —preguntaba impaciente— ¿Quién eres? ¿Qué quieres?

—Darien... Ven, Darien —repetía la voz.

—No puedo... ¡No puedo encontrarte! —él comenzaba a gritar desesperado— ¿Dónde estás? ¿Por qué no puedo verte? —de repente un fuerte destello de luz lo encandiló y aterrado se cubrió la cara con las manos— No puedo... —empezó a llorar desconsolado mientras caía de rodillas al suelo— No puedo encontrarte, estoy solo.

—Yo estoy contigo, Darien —la chica ahora estaba frente a él tomando sus manos para descubrir su rostro—. Ya no estás más solo.

Darien dejó de sentir miedo y pudo verla a los ojos. —¿Eres... ¿Eres un ángel? —ella sonreía con una tranquila expresión en su rostro y lentamente se acercó a él para darle un tierno beso en la mejilla. Darien cerró los ojos para poder sentirla y al volver a abrirlos se encontraba otra vez solo perdido en la oscuridad.

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—¡No! —despertó Darien sobresaltado. Estaba sentado en el suelo, en el medio de la sala de su departamento, empapado en sudor frío y con lágrimas en los ojos— No... no otra vez, no... —repetía con la respiración entrecortada mientras temblaba nervioso. Miró a su alrededor para intentar ubicarse en el tiempo y el espacio reales y tocaba el piso con las manos para buscar algún objeto que lo ayudara a reconocer dónde se encontraba.

Cuando la fuerte luz del mediodía que entraba por el balcón dejó de encandilarlo, pudo divisar algunas botellas vacías a su alrededor. Y comprendió el motivo del terrible dolor de cabeza que sentía. Quizás eso lo había motivado a volver a tener aquel sueño. No tenía idea de por qué se le repetía cada vez que bebía así. Era como una especie de recuerdo, pero estaba convencido de que nunca en su vida había visto a esa chica. Y si bien la escena que evocaba no era grotesca, siempre lo hacía sentir igual, y despertaba con una inmensa angustia que le hacía doler el pecho.

Con dificultad trató de ponerse de pie, se sentía muy mareado, con el estómago revuelto y un sabor agrio en la boca. Tenía una resaca mucho más horrible que en otras ocasiones. —Maldito licor barato —protestó mientras se ayudaba apoyándose con los brazos en el sofá para intentar no perder el equilibrio. Casi arrastrándose llegó hasta el baño y se metió bajo la ducha helada sin quitarse la ropa.

Permaneció en el suelo dejando correr el agua encima de su cuerpo por varios minutos. Lentamente comenzó a sentirse un poco mejor. Cerró la ducha, se desnudó y se cubrió con unas toallas temblando de frío. Fue hasta el espejo y observó por un rato el reflejo de su rostro. Tenía los ojos vidriosos, ojeras, la sombra oscura de una barba de tres días. —Lunático —se dijo a sí mismo. Se lavó los dientes y enjuagó su boca incontables veces para intentar quitarse el sabor agrio sin conseguirlo.

Caminó hasta su dormitorio, se vistió con lo primero que encontró y luego fue a la cocina para recalentar café. Bebió dos tazas y tomó algunas aspirinas —¿Quién eres? —dijo para sí al recordar el sueño— ¿Dónde te he visto antes? ¿Por qué siento que me haces falta? ¿Acaso estoy volviéndome loco? —y se llevó preocupado las manos a la cabeza.

El sonido de su celular interrumpió sus pensamientos. Se dirigió hasta la sala y recogió el teléfono del suelo para atender la llamada. —Hola —y los gritos del otro lado de la línea intensificaron su dolor de cabeza.

—Darien, ¡hasta que atendiste! ¡¿Dónde rayos estabas?! ¡Hace tres días que te estoy buscando! —era Andrew, su mejor y único amigo, que a veces estaba tan pendiente de él que llegaba a resultarle un verdadero fastidio.

—En mi casa, ¿dónde más? —respondió de mala gana.

—Fui a buscarte anoche y no estabas. ¿Dónde te habías metido? —su amigo se escuchaba realmente furioso.

—Te dije que en mi casa, no te habré escuchado.

—Casi rompo la puerta a golpes, ¿cómo que no me escuchaste? —Andrew hizo una pausa tras comprender lo que había sucedido— ¿Acaso volviste a beber? —preguntó aún más enojado.

—¿Qué quieres, Andrew? —Darien intentó evadirse.

—Maldición, Darien, no puedo creerlo. Y yo como un idiota preocupándome por ti —y cortó la llamada.

Darien suspiró enojado y arrojó el teléfono en el sofá. Caminó hasta el balcón esquivando las botellas del suelo y salió. Al apoyarse en la baranda se dejó envolver por la cálida brisa y el tibio sol del mediodía con los ojos cerrados. —¿Quién eres? Necesito saber quién eres —volvía a pensar en la chica del sueño.

Abrió los ojos cuando comenzó a sentirse mareado de nuevo y buscó con la mirada un punto fijo en la ciudad para intentar reponerse. —¿Quién eres? —repitió y sintió un dolor punzante en el pecho, la misma angustia que lo había despertado momentos antes mientras soñaba.

Cuando volvió a sentir deseos de llorar, sacudió la cabeza para soltar sus pensamientos y entró de nuevo al departamento. Buscó en una repisa algo de dinero, sus llaves y salió apurado.

Lilac WineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora