Lynn

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—Jamás he dicho lo contrario —dijo él tranquilo.

¿Qué? Este chico se pasaba de cursi, ¿no? Y de chulo. Y de guapo.

Me mordí el labio. ¿Qué se supone que tengo que decir a eso?

—¿Cómo eres tan cursi? —pregunté intentando restar importancia.

Vale que Aiden me atraía, y lo único que quería que hiciera cada vez que estaba cerca de mí era besarme. Y sinceramente, no sé si hubiera parado hace un rato. Pero suerte que uno de los dos piensa con la cabeza.

Sonreí.

—No soy cursi —se defendió—. Si me hubiera conocido antes de esto te hubiera caído mal —dijo.

Levanté una ceja. Ahora que lo mencionaba se despertó en mí una curiosidad inmensa por saber más sobre Aiden antes de conocerme. Había aún demasiado misterio con todo lo relacionado a su peculiar familia.

—Aiden, tampoco es que me cayeras muy bien cuando nos conocimos —le reconocí—, tampoco estoy segura de que me caigas bien ahora —dije y me encogí de hombros.

—Ahora solo te tengo loquita —dijo seguro de sí mismo.

Puto engreído. Intenté pegarle otra vez. Me dolían los nudillos de los golpes que le había dado antes. Literalmente le había usado de saco de boxeo. Supongo que eso no estaba del todo bien, pero técnicamente no le he hecho daño.

Quería saber más. Y algo dudosa me atreví a preguntárselo.

—¿Antes de qué? ¿Antes de imprimarte o antes de ser lobo? —preguntó él para saber a qué me estaba refiriendo.

Le miré curiosa.

—¿Hay un antes de ser lobo? —pregunté.

No sé por qué en mi cabeza era como que era el gen de la familia o algo así. Sinceramente pensaba que Aiden ya había nacido así.

Se rio al tiempo que asintió con al cabeza.

—Fui como tú antes de esto. Fui humano —me explicó con nostalgia. ¿Acaso echaba de menos ser humano? —Los días pasaban para mí igual que lo hacen para ti ahora, tenía una escuela, estaba en penúltimo curso, tenía amigos, tenía una novia... —dijo y se detuvo. Me miró dudoso.

Levanté una ceja, obvio que la novia era la loca-de-cojones. Y por algún extraño motivo sentía... algo. Pero no creía que fueran celos.

—¿Y cómo? ¿Cómo te convertirse en... lo que eres ahora?

Aiden se quedó pensativo.

—Hombre lobo, Lynn —dijo—, parece que te de miedo decirlo.

Fruncí el ceño. Me mordí un labio. ¿Acaso era la única que se daba cuenta de lo estúpido que sonaba?

Me encogí de hombros.

—Me siento algo estúpida al decir eso —le confesé.

Aiden volvió a tener la mirada perdida. No estaba segura de que estuviera cómodo hablando de esto, parecía... triste.

—Lo mismo pensábamos de mi padre —dijo mirando hacia el techo mientras yo intentaba descifrar cada pequeño cambio en la expresión de su cara —estaba tan convencido que los hombres lobo eran reales... y nosotros por poco le internamos en un hospital psiquiátrico —dijo y se rio haciendo énfasis en la ironía—. Claro que resultó ser que tenía razón.

Me quedé callada. Me mataba la curiosidad y me estaba haciendo hasta sangre por estar mordiéndome el labio tan fuerte.

—¿Cómo te... convertiste? —pregunté al fin.

Aiden posó sus ojos sobre los míos. Levantó una mano y me acarició durante unos segundos la mejilla.

—Esa es una historia para otro día, Lynn —dijo al fin dejándome con todas las dudas.

Estuvo algún rato más y no hablamos mucho, los dos estuvimos inmersos en nuestros pensamientos, hasta que Aiden se levantó bruscamente y me dijo que necesitaba irse.

—Volveré luego, preciosa —prometió.

Pero no lo hizo. No volvió, no por lo menos mientras yo estaba despierta.

I M P R I M A D A [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora