5. Niño de fuego

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<Leo.>

Luego de que Alice se fuera, Pipes y yo nos quedamos charlando  acerca de darle una especie de bienvenida o algo por el estilo. También me quedé pensando en mis descartes, era extraño, pero no me la imaginaba como hija de Afrodita, sí, era hermosísima pero no de la forma en la que ellas lo eran, algo… más auténtico. Tampoco podía imaginármela como hija de Ares, era muy delicada para eso, pero tenía el presentimiento de que si le decía que era delicada me golpearía.

Decidí irme al Búnker 9 a trabajar una nueva invención para el Argo II, no supe cuánto tiempo estuve ahí, pero en cuanto lo noté estaba todo lleno de grasa y mugre (como de costumbre) así que decidí salir a tomarme una ducha. Cuando de pronto, en el camino escuche una especie de sollozo disimulado, como intentando ocultarlo, me escondí detrás de unos arbustos y pude ver una cabellera castaña clarísima, casi rubia inclinada intentando disminuir su llanto, me sorprendí y estaba dispuesto a acercarme a ver si le pasaba algo, pero ella frunció el ceño para sí misma y se levantó.

Oh.

Mejor me voy.

Lamentablemente, no tenía la suerte por mi lado, porque pisé una ramita, pude verla darse vuelta a una velocidad extrema.

-¿Hola? –preguntó, se la veía avergonzada. Ouch- ¿Quién está ahí? Hey.

Ya está hecho, demonios.

Me levanté y era difícil pensar cuál rostro demostraba más vergüenza, el suyo (claramente visible) o el que seguro tenía estampado en mi cara.

-¿Leo? –preguntó con una cara de mejor-que-me-trague-la-tierra.

-Eh sí… y-yo solo pasaba por aquí, mi B-búnker está cerca y me fui y… acabo de llegar, lo juro –me rasqué la cabeza nervioso, ¡diablos!

-¿Acaso me escuchabas llorar? –inquirió.

-¡No! –exclamé, rayos. ¿Acaso tenía cara de ser un rarito escucha llantos?- Escuché un ruido y me acerqué, iba a ir a consolarte o algo por el estilo, pero te levantaste y creí que sería mejor irme.

Me examinó con una ¿mirada peligrosa? Conocía bien esa mirada, la veía casi siempre en Annabeth.

De pronto se lanzó al piso, y quedó sentada.

-Ugh –exclamó y se tapó la cara con las manos.

-Eh, tranquila, no llores –me agaché y puse una mano en su espalda. Ella levantó la vista y me miró frunciendo el ceño.

-No necesito consuelo –dijo. Vaya, ¡mujeres! No las entendía.

-¿Qué? Bueno, está bien.

-Lo siento –murmuró- Sólo quieres ayudarme, pero… esto es muy vergonzoso enserio.

-¿Por qué? –pregunté.

-Vulnerabilidad.

-Ya.

Ella se quedó callada observándome, creo que me sonrojé porque pregunté sin procesarlo por mi cerebro:

-Y eh… ¿qué ocurrió?

-Nada, no tienes porque preocuparte –forzó una sonrisa- Oye, niño de fuego, estás lleno de mugre en la cara –rio.

-No vengas con los apodos –sonreí- Bah, siempre estoy así –pasé un dedo por la grasa de mis mejillas y puse un poco en su frente.

-¡Leo! –masculló ella, no asqueada sino furiosamente divertida, luego su expresión se ensombreció y señaló detrás de mí- ¡Monstruo!

-¿Dónde? –exclamé dándome vuelta, pero no veía nada, en cambio, ella me empujó y caí en la tierra. Me di vuelta, aún en el piso y la pude ver llorando de la risa.

-¡Tuviste que haber visto tu cara! –masculló haciendo una mueca exagerada, tratando de imitarme- Dios mío, ojalá lo hubiera filmado.

-¿No me ayudas con una manita? –pregunté extendiendo mi brazo, sonriendo pícaramente, claro, ella la tomaría y yo la lanzaría al piso.

-Oh ni lo pienses niño de fuego, jamás caería en eso –me sacó la lengua.

Vaya, eso no me lo esperaba.

A continuación echó a correr mientras gritaba cosas como “lento” o “es obvio que soy mejor que tú”.

Sonreí mientras me levantaba y echaba a correr. “Ja, ya verá quién es mejor”.

<Alice.>

Yo seguía corriendo, me atreví a mirar hacia atrás y pude ver su cabello rizado agitándose mientras se acercaba rápidamente, diablos. Se ve que había ido a un lugar recóndito del bosque y que se Búnker estaba cerca, porque me ardían las piernas y el aire en mis pulmones amenazaba con irse en cualquier momento, y eso que era bailarina, y mis piernas estaban bien entrenadas. Uf, no podía imaginarme si quiera el dolor que sentiría sino. Me escondí detrás de un árbol porque sabía que si seguía así en cualquier momento comenzaría a arrastrarme por un poco de agua.

A los pocos segundos, lo pude ver sonriendo con perfectos dientes blancos y esa sonrisa que te decía claramente “peligro”, intentando buscarme. Me recosté un segundo contra el árbol y cuando volví a mirar en su dirección el ya no estaba.

-¿Qué demon…? –pregunté cuando pude notar unas manos en mis hombros. No reaccioné y lancé un golpe bastante sonoro.

-Ouch –abrí los ojos y vi a Leo frotándose una marca roja en la mejilla. Ups.

-¡Valdez! –le reproché aguantando la risa, aunque sumando que estaba jadeando por el cansancio, sonó más bien como un ronquido. Bien, sigo insistiendo en que podría ser hija de Hipnos.

-¿Cansada? –preguntó sonriendo divertido, sin ninguna gota de sudor. ¿De dónde diablos sacó tanta energía? Su THDA debía ser mil veces más fuerte que el mío.

-Te merecías mi golpe, niño de fuego –repliqué.

-¿Niño? ¿No podría ser al menos “Amo de fuego” o “Señor del fuego” o “AMO Y TODO PODEROSO SEÑOR DEL FUEGO”? –preguntó riendo- Además, ¿qué fue eso del golpe? ¿Acaso las chicas no dan cachetadas?

-Espero que lo que haya oído no sea machismo, señor Valdez –advertí con una pizca de humor.

-Bueno, ahora creo que buscas excusas para golpearme.

-Tal vez –me encogí de hombros.

-¿Qué te parece si seguimos con aquella carrera? No creo que haber parado y esconderse sean parte de las reglas.

-Nunca establecimos reglas.

-Bueno, establezcámoslas ahora, ¿qué te parece? Todavía quedan por lo menos 200 metros hasta llegar al campamento.

Vaya, sí que tenía todo calculado.

-De acuerdo –me quedé pensativa- No agarrar al oponente –le dirigí una mirada de reproche.

-No esconderse del oponente –copió mi expresión anterior, y no pude evitar reír.

-El ganador se llevará el postre del perdedor –agregué.

-El perdedor limpiará y ordenará el Búnker del ganador –sonrió con autosuficiencia.

-Oye, ¿cómo es qué estás tan seguro de qué ganaras, niño de fuego? –pregunté.

-Sólo mírame –chasqueó la lengua y esbozó una sonrisa ladeada.

-Está bien –me quedé pensativa- Cuando pierdas estarás obligado a hacer todas las tareas que yo te pida.

-Eres muy perezosa –replicó- De acuerdo –extendió su mano.

-Acabas de garantizarme un esclavo personal –comenté mientras extendía mi mano y cerramos el trato.

 Reímos y a la cuenta de tres, echamos a correr.

Fix Me {Leo Valdez}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora