24. Eres lento, Leo

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<Alice.>

Convertirse en un bebé no es tan lindo y agradable como parece. Quiero decir, querer comer todo lo que encuentras, babear, tener la necesidad de orinarte encima y asustarte por cada ruido con alto decibel no es una linda experiencia. Era como estar atrapada en el cerebro de otra persona, como cuando la niñera de Sophie se enfermaba y yo tenía que cuidarla, era como lidiar constantemente con un bebé en su propio territorio, sólo que este bebé era yo.

¡Qué vergüenza! Sí, los bebés son adorables, pero repito: ERA UN BEBÉ. ¿Qué pensaría Leo ahora? Mientras estaba atrapada en mi propio cuerpo, ese era el único pensamiento que recorría mi mente. Usar pañales y medir menos de medio metro no era la forma de verme más atractiva, ¿verdad?

Estúpida Hebe.

Estúpido Leo.

ESTÚPIDOS LOS DOS.

Mis pensamientos de odio hacia la diosa de la juventud por ponerme en esta situación se vieron interrumpidos poco después de llegar a la sala de calderas.

“Nunca amenacé a una dama, pero tú eres un monstruo, y estás loca. Alice puede tener un mal temperamento y ser increíblemente terca, pero también es simpática, y la persona más amable que podrás conocer, sin mencionar que te hará hacerte encima de la risa. También es la chica más hermosa que vi en toda mi vida, con buenos gustos musicales y un corazón puro. Ah y claro, es muy fuerte, tanto que no conviene hacerla enojar. Por eso no puedo dejar que dejes así a la chica de la cual estoy enamorado, de lo contrario, te las verás conmigo.”

Mis ojos se abrieron como platos y me deje caer de rodillas al suelo -¿de mi cerebro? Bueno, de todos modos no importa- me pasé una mano por el cabello y lo eché hacia atrás.

¿Eso que acababa de escuchar era cierto? ¿O mis oídos me estaban jugando una broma?

Me puse de pie lentamente, y a través de mis ojos de bebé seguí observando la escena.

Leo me quiere.

Nos encontrábamos en la cubierta, el viento acariciaba mis hombros y los rizos de Leo, yo estaba algo roja, pero mi rubor no era nada comparado con el color que ahora yacía en sus mejillas, a causa de mi último comentario, puedo suponer.

-¿Leo? –pregunté, él miró hacia abajo, dónde nuestras manos seguían unidas.

¿Acaso le daba vergüenza? Demonios. Bien hecho, Alice. Te has equivocado de nuevo, pero, ¿qué rayos debía hacer? ¿Tomar la iniciativa?

Suspiré y me armé de valor.

-Leo –volví a insistir, el me miró y tragó bilis.

-Lo siento –fue lo único que dijo, luego tomó aire y soltó todo:-No sabía que podías escucharme, ha sido una estupidez. Ahora sentirás compasión por mí, todo será incómodo y nuestra amistad se irá por el retrete. –me miró a los ojos- Lo lamento, de todas maneras, seguro se me pasará pronto. –murmuró con amargura.

Eso se hubiese sentido como una puñalada, de no ser por su aspecto. De un segundo a otro, se habían formado bolsas bajo sus ojos y se lo veía desalmado. ¿Cómo es si quiera capaz de pensar que yo sentiría compasión?

¡Hombres! ¿Acaso yo tenía que hacerlo todo?

 Aparté mi mano de la de él, a lo cual su rostro se tornó paranoico. Me obligué a mí misma a mantener un semblante serio, y lo golpeé en el hombro.

-Idiota –fue lo único que dije, y antes de darle tiempo a reaccionar, lo tomé por los hombros y lo atraje hacia mí.

Presioné mis labios firmemente sobre los suyos, luego me relajé y el beso se tornó suave. El contacto de nuestros labios era como una explosión de sabores que pasó a recorrerme cada fibra del cuerpo. Finalmente lo solté y por poco cae al suelo, buscó apoyo en la baranda, donde logró sostenerse. Lucia como si estuviese perdido, y no miraba ningún punto fijo en particular.

Fix Me {Leo Valdez}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora