29. Egle me... ¿salva?

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<Leo.>

Habremos estado dos horas hablando, planeando estrategias, Alice preparando sus famosas jeringas adormecedoras y esperando que Dante se vaya. No queríamos ser desagradecidos, pero él parecía haberse puesto muy cómodo (se quitó los zapatos, se acostó en el sillón y comenzó a ver programas de E!), pero Al dijo que lo dejáramos debido a su pierna, y que si cuando volvíamos, él no se iba, ella misma lo echaría a patadas.

Luego, ambos nos cambiamos con la ropa del campamento para estar más cómodos, partimos hacia el castillo tomándonos el autobús de la línea 87 (que llevaba directo al castillo), ya que teníamos que ahorrar dinero. También me pareció oír que Dante se quedaría viendo televisión en nuestro cuarto…

Por suerte, encontramos dos asientos vacíos, Alice se sentó en el asiento contra la ventanilla, e inmediatamente reposó la cabeza ahí. Me estiré hacia su lado y la observé con una mirada intimidante, esperando que lo note, se sobresalte, me diga “idiota” molesta, a la vez que intenta aguantarse la risa y me de un golpe en el brazo.

Pero no lo hizo, sus grandes ojos color ámbar estaban vagando por el paisaje, yo conocía esa expresión, ajá, estaba volando por las nubes.

La sacudí un poco, parpadeó y se giró lentamente a verme.

—¿Sucede algo?

—No, nada. Pero te noto tensa… y hasta hace diez minutos, tú eras la confiada en esta misión. ¿Pasó algo con Dante mientras fui a hacer pesas durante unos minutos? –fruncí el ceño, aquel tipo no me había cerrado del todo.

—Leo, sé que fuiste a acabarte los tacos que sobraron de ayer y no a hacer pesas –sonrió.

Finjo una expresión de alivio, y ella se echa a reír.

—No, pero enserio, ¿estás bien?

—Estoy perfectamente –estira su mano y toma la mía, entrelazamos nuestros dedos y sonrió ampliamente.

Alice es mi novia.

Suena extraño, como si fuese irreal, y en cualquier momento fuese a despertar de un sueño. Pero es real, tremendamente real y perfecto.

En ese momento, el autobús para y es nuestro momento de bajar, aprieto su mano y ambos bajamos prácticamente corriendo.

Tardamos varios minutos en llegar específicamente al lugar, ya que está situado en la orilla del río Tíber, enfrente del puente de Sant’Angelo, el cual conecta con el Vaticano, y está lleno de estatuas de ángeles.

El monumento es increíble. Tiene una enorme base de mármol, y sobre este hay un enorme cilindro, recubierto de gruesos bloques de piedra blanca. Cerca de la entrada de las tumbas de los difuntos emperadores, hay una muchedumbre, debido a que ahora es un museo. El castillo es simplemente enorme, cuenta con cinco niveles y un enorme jardín alrededor.

Había un solo problema.

No se veía a los ventis por ninguna parte y no teníamos ni idea de dónde se encontraba Asclepio. Eso no nos lo había dicho Dante.

Gruñí, Alice soltó mi mano y se alejó unos pasos, teniendo una mejor vista del lugar.

—Por suerte vinimos con una hora de sobra –dice.

—¿Crees que en una hora descifraremos dónde están?

—No lo sé –suspira.

—¿Por qué no probamos con entrar?

—Dices que están adentro –no era una pregunta, asiento y ella duda durante un segundo- Bien, pero la última vez que vine, la entrada costaba alrededor de 11 euros.

Fix Me {Leo Valdez}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora