Dicen que el ser humano suele confundir la libertad con el libertinaje, que nos regimos en pensamientos erróneos y egoístas.
Esa sensación de plenitud contigo mismo, cuando sientes una conexión directa desde el fondo de tu pecho hasta el exterior. Es la primera vez que lo siento, en mi estomago se encuentra escondiendo un santuario de mariposas revoloteando entre mis paredes, la piel me hormiguea y una sonrisa imborrable se instalo entre mis labios.
Hoy por primera vez en mi vida me siento libre.
Solo tengo un día en el departamento, aun percibo el aroma de encerrado concentrado con la madera del piso y los muebles. No es demasiado espacioso, pero es suficiente para mi, las paredes permanecen blancas sin ningún marco que las cubra, los colores base que resaltan son el blanco y la madera brillante gracias al barniz. Miro a mi alrededor orgullosa en haber invertido el dinero ahorrado.
Si mi madre se enterara que gaste gran parte de los ahorros de mi titulación en un departamento sería la gota que derramaría el vaso. El puro hecho de recordarla me hace nudo el estomago, me es imposible no sentirme culpable por haberme ido, pero recién comienzo a descubrirme a mí misma.
No tenía ni idea de quién era la verdadera Dayan Castellanos.
El timbre de mi celular me lleva a la superficie de mis pensamientos, dejo la taza de café sobre la pequeña mesa ubicada entre los blancos sillones para correr hasta el.
-Hola fugitiva- escucho la voz de Rebeca Espino al otro lado de la línea.
Rebeca estudiaba en mi universidad, estaba en su último año de carrera cuando la conocí, yo recién entraba. Fue de gran ayuda pues siempre estuvo al pendiente de ayudarme con temas que rompían cabeza en clase.
-Buen día para ti también- ríe al escucharme.
-¿Cómo va todo?
-Todo va perfecto, incluso mejor de lo que llegue a imaginar.
-Sabia que anhelabas tu independencia, creí que serias un poco más positiva- rodé los ojos sonriendo acercándome a beber del líquido amargo que quedaba en la taza.
-¿Hablaste solo para molestarme o tienes buenas noticias?
-Un poco de todo- su tono de voz se volvió serio -hablé con mi jefa.
Al escuchar sus últimas palabras mi estomago se encogió, Rebeca permanecía en silencio empeorando mi situación.
-Cierto- fingí no recordar siendo que estuve pensando en ello toda la semana -¿y qué fue lo que decidió?- balbucee nerviosa.
-Ella es difícil y...
-Está bien. Digo no importa, no es fácil entrar en su empresa y menos sin la carrera terminada aun, puedo trabajar en otra cosa... tal vez en un lugar de comida rápida, no se cocinar pero aprendo fácil- la corte hablando de prisa, con la intención de que no se identificara la desilusión en mi tono de voz.
-¿Qué? ¿Comida rápida, quieres esperar?- quede en silencio, con las mejillas ruborizadas -tienes el trabajo- soltó por fin haciéndome sentir estúpida pero a la vez feliz, ¿tan siquiera eso es posible?
-¿Lo tengo, pero, cómo? Quiero decir es genial- me enredo con mis palabras desgarrándome las mejillas con una enorme sonrisa.
-Como decía, es complicada pero ahora más que nunca necesita un asistente, se aproximan numerosas campañas y se le da la inteligencia no el orden, en fin, lo pensó bastante pero termino cediendo.
-No sé como agradecer todo lo que has hecho por mí- respondo un tanto apenada.
-Ya después veremos eso Dayan lo que importa ahora es que tienes trabajo y el dinero usurpado de tu titulo estará de regreso.
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Plácida condena
RomanceDayan Castellanos, tras una infancia demasiado agotadora debido a la estricta conducta de su madre en una ardua búsqueda por bienestar después del abandonó de su padre, ha llegado a la etapa de independencia. A sus veintiún años de edad será momento...