-No ha sido nada, yo...
Ni siquiera sé que responderle, de un momento a otro estoy más despierta que nunca y los nervios me hacen mover las manos de un lado a otro.
-No sea tan modesta señorita Castellanos, su trabajo me ha servido de mucho, sólo quería agradecer y disculparme por haber dudado de usted.
Cierro la boca antes de seguir metiendo la pata.
-En ese caso me alegro, gracias a usted por llamar- ¿eso se puede mal interpretar? Me siento paranoica.
-Buenas noches- concluye con un tono más suave que me debilita las rodillas.
-Buenas noches- murmuro y escucho que cuelga.
No me muevo, aún sostengo el celular en la mano, ¿qué fue eso?, lo hace tan fácil me sube a una nube más rápido de lo que puedo reaccionar.
Duro alrededor de diez minutos para volver a la tierra, termino de comer y preparo la cama.El fresco de las sábanas me recuerda al cansancio pero siento algo colado a mí, algo que no estaba hace una hora, algo penetrante y homogeneo que quizá se esconda en cada una de mis moleculas.
Es algo cómo un cálido tacto, brillantes pupilas, un recuerdo, un deseo, una particular fragancia, todo junto para abastecer mi insomnio.Me acomodo boca arriba y clavo las pupilas en el techo oscuro. No hay rastro de cansancio solamente de ella, me desnudo una vez más no de cuerpo más de alma, seguro. Dejo que mis sentimientos me acaricien el vientre y que mis mejillas se sonrojen al escuchar mis pensamientos, que mis cabellos se despeinen al rodar en la cama, dejo que Victoria se deslice por mí. Tal vez será la única vez que me lo permito con tanta libertad, tal vez sea la única vez que me digo en voz alta lo mucho que me gusta o que sonrío al repasar el viaje de su mano sobre la piel de mi pierna. Me mantengo en eterna letanía ante su presencia, dejo que mi cuerpo reaccione a su recuerdo y cuando menos lo espero me sorprendo a mí misma hecha un manojo de nervios.
Con la piel escarchada, con el corazón latiendo como loco.
Me doy cuenta que ha sido suficiente, doy un vistazo al reloj de la mesita de noche, marca las tres de la madrugada. Duré al menos cuatro horas alucinando, siento la piel del cuerpo sensible y mis sabanas están hechas nudo. Alejó su nombre de mis pensamientos o al menos eso trato porque lo único que ha hecho es alimentar mi locura.
Duro al menos treinta minutos en poder sentir el cuerpo pesado, la respiración profunda y la mente relajada, con el ligero remordimiento de que iré desvelada al trabajo, también con una espina clavada al pecho que no identifico nítidamente que la tiene ahí.
Ésta noche fue un efimero pestañeo, el pitido del despertador me frunce el ceño, a duras penas me arrastro por la cama hasta golpearlo por la parte de arriba, mis ojos se cierran solos pero sé que no debo complacer la fatiga. Me tomo al menos cinco minutos para reaccionar y salir de las cobijas.
El día es soleado, demasiado para haber dormido poco. Mientras camino hacia la cocina en estado zombie trato de acostumbrar a mis ojos a la luz pero entre más pestañeo me pesan los parpados. Casi a ciegas prendo la cafetera, no se demora demasiado cuando aprecio el fuerte y delicioso aroma acompañado del sonido que produce el goteo del líquido al caer en la jarra de vidrio.
Sin esperarlo me golpean los recuerdos del día anterior, eso sin duda si me despierta, practicamente corro al guardaropas sin perder tiempo. No estoy segura si sea normal pero estoy ansiosa de volver, al trabajo.
Me escurro entre todas las prendas, ningún atuendo me complace al cien porciento, algunos son demasiado y otros muy poco. El reloj avanza sin compasión a mi titubeo nervioso sobre todo lo que pongo frente al espejo.
Vuelo por todo el departamento de un lado a otro, doy vueltas de la cocina a la recamara para comer mi desayuno por partes, a la tercera vuelta el pan tostado no es tan delicioso como lo fue en la primera mordida, es frío y la prisa no me permite saborearlo.
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Plácida condena
RomanceDayan Castellanos, tras una infancia demasiado agotadora debido a la estricta conducta de su madre en una ardua búsqueda por bienestar después del abandonó de su padre, ha llegado a la etapa de independencia. A sus veintiún años de edad será momento...