Pov Victoria:
No puede ser posible.
Mi cuerpo entero arde, soy débil ante esto. Detesto sentirme frágil pero lo estoy.La ha besado y lo he visto.
Rodrigo intenta jugar mi mirada, debo apagar esto que crece en mi pecho no debo mostrar que me muero de celos. Ella me mira palida pero no me atrevo a verla fijamente, decido ignorarla y destrozar a Rodrigo con todos las fuentes que estén dentro mis rangos.
No soporto estar un segundo más junto a ellos, la imagen de alguien más besando sus labios se reproduce en mi mente clavando agujas por toda mi columna vertebral.
Doy media vuelta y sin agregar más entro a mi oficina, al cruzar la puerta no existe el autocontrol y siento una furia punzante, esa furia que solo se detendría si rompiera algo.Hay algo nuevo hospedado en mí.
Pov Dayan:
Observo de reojo la oficina de Victoria, los nervios me carcomen por dentro y la duda de los pensamientos que puedan cruzar por su cabeza ahí sola incrementan mis nervios.
Rodrigo ha decidido que lo mejor es irse temprano, el no estar viendolo a lo lejos me hace sentir un poco mejor. No puedo dejar de pensar en el rostro de Victoria, no me molesto en descifrar por qué, sólo disfruto la minima tranquilidad que me poseé ahora al no ver a Rodrigo en el mismo lugar que yo.
Una mínima parte de mi cerebro indirectamente me siembra la necesidad de que Victoria sienta algo por haber visto esa escena, esa pequeña parte ruega al cielo y al infierno que la reacción que tuvo sean celos o al menos un poco de molestia; pero la otra parte de mi cabeza cruel y despiadada me grita a la cara que alucino, que éste maldito sentimiento que me hela los huesos es efímero, que Victoria nunca podría sentir algo por mí y me muestra una y otra vez una imagen que se ha creado dentro mi cabeza. Es una escena insípida, tan ilógica pero significativa a la vez. Veo a Victoria sentada en su escritorio tan natural, sin nada fuera de lo normal completamente antipática a los hechos. Ese pensamiento sin un gramo de cordura duele, arde como si una hoja filosa atravesara mi carne.
En medio de mi demencia me grito en el interior lo mucho que me afecta no ser importante para ella como lo es ella para mí.Estoy en medio del horrorífico escenario y eso sólo revive la maldita obra que he tenido que presenciar, el recuerdo de mis labios besados por otros que no deseo y los ojos que deseo observando. Hoy más que nunca la siento arraigada a mis huesos, pero no se siente bien, duele más de lo que me gusta.
El tiempo se vuelve eterno y mi concentración se centra en una sola puerta, que desde hace un par de horas no se abre. Me he visto tentada a tocar y disculparme por lo que pasó, pero se que es una pésima idea. Que más da, demente ya estoy una locura más no es nada.
Me pongo de pié dispuesta a enfrentar cualquier cosa que descanse atrás de esa puerta, pero a tres pasos de llegar retrocedo.
-!Dayan!- escucho el grito en susurro de Rebeca saliendo del ascensor.
-Ahora no, tengo algo que hacer- murmuro, las dos bajamos la voz siendo que estoy cerca de su puerta y podría estar escuchando mi debate para entrar y encararla.
-No lo hagas, aléjate de ahí- sus palabras me frenan en seco. Ahora centro mi atención completa en ella.
-Ven aquí- insiste desesperada, su actitud me deja en claro que lo mejor es obedecer.-¿Qué carajos te sucede?
-Pero que has hecho mujer- dice agobiada tomando mi brazo y llevándome lejos de la oficina de Victoria.
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Plácida condena
RomanceDayan Castellanos, tras una infancia demasiado agotadora debido a la estricta conducta de su madre en una ardua búsqueda por bienestar después del abandonó de su padre, ha llegado a la etapa de independencia. A sus veintiún años de edad será momento...