El fin de semana se fue en un abrir y cerrar de ojos, disfrute lo mas que pude el domingo con alguna idea quizás errónea de cómo estaría de ajetreada después de entrar a trabajar, dormí hasta que mis párpados resistieron.
La dicha fue corta, hoy lunes siendo horas de madrugada me siento aun más ansiosa de lo que estuve el fin de semana. He despertado una hora antes de la programada y con las pocas horas dormidas tuve suficiente para llegar a amanecer con el largo cabello castaño hecho un desastre debido a las numerosas vueltas que di al soñar una variedad de tétricos escenarios, en los cuales terminaba siendo pisoteada, aniquilada, degollada por la reina roja... parece ser que mi drama no conoce los limites, ni es afectado por las leyes de gravedad.
Tomo una ducha fría para mantener la energía, no puedo arriesgarme a bostezar siquiera en mi primer día de trabajo, salgo de prisa del baño como si el vapor inexistente estuviera asfixiándome envuelta por una toalla salvándome de la posible hipertermia con la que pude salir por el agua congelada. Camino descalza en busca del vestuario apropiado para no parecer un bicho raro entre tanto empresario, saco del closet algunos vestidos la mayoría de colores oscuros mi caparazón para no llamar demasiado la atención.
Me pruebo de uno por uno frente a mi reflejo en el espejo de cuerpo completo en la esquina más lejana a la puerta de mi habitación, de un momento a otro el vestuario no es lo que llama mas mi atención sino mis ojos, mi rostro, tan patética con ese brillo en los ojos de la inexperiencia a flor de piel, podría ser pisoteada más rápido de lo que canta un gallo.
-Maldita sea, ¿Dónde está la actitud?- le digo a mi reflejo con la seguridad de que no hay nadie observándome y que no seré llevada al manicomio con camisa de fuerza.
Dejo la pregunta en el aire pues he escuchado que no es de locos hablar solos, locos los que se contestan.
Ningún atuendo me hace sentir segura además los minutos parece que hoy no están de ánimos para aliarse a mí, así que dejo de perder el tiempo y conservo un vestido ceñido al cuerpo con falda de lápiz color verde militar, el más discreto para mi gusto; me coloco zapatos no muy altos, nada llamativos sin llegar a ser insípidos. Después de maquillarme un poco alboroto sutilmente mi cabello. Me alejo del gran espejo antes de que la inseguridad me haga arrepentirme.
Los nervios me carcomen, no tengo apetito mi estomago está revuelto como si acabara de bajarme de una montaña rusa pero sé que si no desayuno a medio día estaré sufriendo.
Mordisqueo varias piezas de fruta y devoro una taza de yogurt espero sea suficiente.
Reviso el reloj que descansa en mi muñeca derecha, es tardísimo ¿en qué demonios se me fue tanto tiempo? Inmediatamente me viene el recuerdo... me perdí en una extraña dimensión frente al espejo. Piso el acelerador lo suficiente para no terminar con una multa entre las manos y ganas de asesinar al tránsito yo misma. Avanzo cuadra tras cuadra, me siento en uno de esos sueños donde corres hasta la muerte pero no avanzas.
Freno. He llegado ocho minutos antes, camino hasta la entrada sin poder evitar mirar de arriba abajo el enorme y perfecto edifico, casi choco con un hombre por no mantener la vista al frente. Las puertas de cristal se abren por si solas permitiéndome pasar, entro anonadada sin duda soy como un indefenso conejo entrando al hogar de los lobos puedo declararme muerta desde ahora. Hombres y mujeres caminan de un lado a otro, algunos tienen cara de cansancio otros de estrés pero tienen un porte que disfraza todo, miro los pulidos pisos, los muebles elegantes, la recepción con el nombre de la empresa en grande; una mujer con cabellos rubios y rizados atiende, camino con firmeza falsa hasta ella dispuesta a preguntarle en que piso o dirección debo dirigirme.
-Buen día- no puedo terminar de hablar cuando una voz conocida dice mi nombre en voz un poco fuerte.
-Buen día para ti dulzura, has llegado a tiempo- dice sonriendo provocando que yo sonría.
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Plácida condena
RomanceDayan Castellanos, tras una infancia demasiado agotadora debido a la estricta conducta de su madre en una ardua búsqueda por bienestar después del abandonó de su padre, ha llegado a la etapa de independencia. A sus veintiún años de edad será momento...