Emociones expuestas

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El cielo está tan lejos de mí, pero con sus labios moviéndose sobre los míos lo siento acariciarme las manos y las nubes humedecerme.

Mis piernas soportan lo más que pueden pero sus manos sobre mi cintura y sus camuflajeados jadeos estrellarse en mi rostro me roban las fuerzas, mi peso deja de ser un problema ya que Victoria me sostiene, nuestros labios se niegan a separarse y mis nervios con el transcurso de besos se convierten en deseo. No me había atrevido a ponerle un dedo encima pero estoy tan aturdida que me sorprendo a mi misma enredando mis dedos en su cabello atrayendola a mi cuello. Recorre con sus labios húmedos un tanto tímida el largo de éste, no me lo creo Victoria siendo tímida creí esa palabra fuera de su léxico.

No existen diálogos ni despedidas, sólo acciones y nosotras poseídas por un mismo deseo.

Guía mi cuerpo hacia su escritorio las dos jugamos al destino caminando a ciegas, recargo mi peso sobre el escritorio y ella el suyo sobre mí.

"Tu mano en mi mano

Tu todo en mi poco"

Susurra su aroma.

La temperatura se eleva y con ella mi alma pisoteada por emociones adelantadas al destino. Cada vez me sube más al escritorio hasta que llega un punto donde algunas cosas sobre él estorban. Despegamos por fin nuestros labios, con las respiraciones agitadas nos miramos a los ojos, sigo aturdida pero jadeante, el verde de los suyos me da la impresión de estarlos viendo por primera vez; compruebo cerca de su rostro que el infierno sin se encuentra dentro de su mirada aunque en la pupila hay un paraíso adictivo, hermoso y ahora más brillante que nunca.

-Dayan- murmura despacio para ella, pero estamos tan cerca que alcanzo a escucharlo y hacerlo me causa una descarga eléctrica que termina por estacionarse en mi vientre. Compartimos el aire que se mezcla entre nuestros rostros. Lo veo y no lo creo pero aún así lo disfruto como si mañana muriera.

Me he quedado muda, nos miramos por tres segundos es todo lo que resistimos ya que nuestros cuerpos permanecen sedientos de la otra. No vuelve a mis labios, examina mi cuerpo centímetro a centímetro. Mira mis piernas las cuales han sido descubiertas con tanta maniobra por mi vestido que se ha elevando a altura de los muslos, me deleito con su cara al acariciarlas y noto que el verde de sus ojos se ha vuelto oscuro, eleva las manos sobre ellas hasta llegar abajo del dobladillo del vestido y las aprieta juntandome más a su cuerpo, el acto nos obliga a soltar un jadeo. Cuando el sonido sale de mi boca ella reacciona al instante, arroja un lapicero y una pila de documentos impresos hacia el suelo abriendo paso sobre el escritorio. Todo lo que había ordenado termina hecho un desastre sobre el suelo.

Victoria aún es una completa desconocida para mí, aún no sé si todo sea tan mágico como parece en estos momentos sólo soy consciente de que en mi cuerpo despiertan sensaciones nuevas, completamente desconocidas.

Rozar mis labios con los suyos es como flotar sobre el agua sin ninguna preocupación, con la brisa secándote el rostro, tan amable que los párpados se cierran y quedas suspendida en el confort. Pero besarla a ella es flotar en la parte fija de una cascada donde no sabes en que momento la corriente te llevará a la caída y no eres consciente que tan profundo es el final, la incertidumbre sobre si esa cascada que te abastece en todo te llevará a morir de golpe o la profundidad de las aguas te harán sobrevivir.

Ahí entre sus brazos deja de importar el tiempo, los prejuicios, humillaciones, la falta de cariño y el paso en balde. Me permito arder hasta que no quede nada de mí.

Plácida condena Donde viven las historias. Descúbrelo ahora