Hospital

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Estaba ahí, mirando atónito el cartelito con el nombre de la chica a la que había chocado en la carretera.

Ochako Uraraka.

¿Podía ser la misma Uraraka que él conocía? No, ni hablar.

No veía a ninguno de los que habían sido sus compañeros hace años, el mundo había cambiado y cada uno tuvo que hacerse cargo de su vida, lo más lógico sería que la mayoría de ellos hubiese dejado la ciudad y hayan buscado algún trabajo para poder sobrevivir.

Dejó de pensar en esas cosas y se decidió a entrar, apenas tocó el pomo llegó una enfermera y lo interrumpió.

—Hola, ¿Es usted pariente de esta persona?

A Katsuki casi le dio un infarto, se dio la vuelta con la cara echa un desastre, su ceño fruncido, mostrando los dientes y sus ojos blancos de rabia por el susto que le había hecho pasar esa buena para nada. Al mirar la cara de susto de la enfermera se calmó un poco, a pesar de ser tener un carácter de temer su jefe le había enseñado que debía de relajarse con algunas personas, no podía explotarle la cara a todos o el mismo lo encerraría.

—Uhm, soy el novio.

—Ahhh, ¿Disculpe su nombre? —Preguntó la uniformada.

—Bakugou Katsuki. —Dijo cortante.

—Señor Bakugou, podría esperar un momento afuera, tengo que entrar a revisar a Uraraka, enseguida lo dejaremos pasar.

El rubio chasqueó la lengua y se fue a sentar en una fila de sillas que había en el pasillo.

Mientras la enfermera estaba dentro el chico se mataba mentalmente, debía buscar a algún familiar de su ex compañera de clases para avisarles de lo sucedido, pero no conocía nada de ella. Recordó cuando estaban en Yuuei, si no se equivocaba era la misma chica con la que peleó en el festival deportivo. De ser ella entonces era la misma chica que estaba todo el día con el cuatro ojos rapidin y el idiota de Deku.

Volvió a recordar esa vez que pelearon. Realmente, para ser una pequeña chica le dio una buena pelea, después de esa vez pensó muchas veces en como pedirle una revancha, ella se había desmayado y no pudo seguir, pero realmente quería patearle el trasero.

—¿Señor?

Katsuki la miró, esa enfermera de verdad le molestaba, no conforme con casi matarlo del susto cuando iba a entrar en la habitación donde se encontraba la morena, ahora lo interrumpía en sus pensamientos.

—¿Qué quieres ahora?

La uniformada le sonrió. —Puede pasar a verla.

Bakugou se puso de pie y se adentró en la habitación, al dar el primer paso dentro del cuarto se puso nervioso, esperaba que la chica no estuviera tan malherida. Mala deducción.

Ochako estaba en una camilla, su cabeza vendada y su cara con rasguños y alguna que otra herida, notó uno de sus brazos vendados y en el otro tenía agujas donde se podía ver el suero, también una mascarilla, como si no pudiese respirar por ella misma. La expresión de la chica mientras dormía era rara, no sabía como explicarlo.

La miró y la culpa se lo comió. Mierda. ¿Cómo pudo hacer eso? la verdad, ¿cómo ella pudo salir viva? En su mente el accidente volvió a repetirse, cinco minutos más y ella habría sido cenizas junto con el vehículo en el que se encontraba.

Tomó una silla y la puso al lado de la cama, se sentó y recostó sus brazos en la cama, seguido su cabeza, pensaba en qué haría cuando ella despertara. Definitivamente tenía que despertar y él no estaría ahí en ese momento, claro que no.

La volvió a mirar, ella estaba mal, no quería ni imaginar cómo se encontraba en las partes que le tapaba la frazada. ¿Qué pasaría si quedaba parapléjica? No, no podía tener tan mala suerte.

Miró una de sus manos, tan pequeñas y ahora tan dañadas, tomó una y estaba congelada, sin pensarlo puso su otra mano encima para intentar calentarla.

Cuando se dio cuenta de lo que estaba haciendo, quitó la mano como si esta quemara. Se paró de golpe y se quedó mirándola nuevamente. ¡Deja de mirarla! Pensó. Tomó la silla donde estaba sentado y la puso en su lugar para irse.

Al salir de la habitación, la maldita enfermera lo atrapó otra vez.

—Disculpe, señor Bakugou.

—¡Te voy a partir tu puta cara si me sigues molestando, perra! —Realmente le estaba molestando esa mujer.

La enferma rió bajo para ella y lo miró. —Vengo a hablarle de Uraraka... —Notó la cara de interés del rubio. —Ella está mal, no sabemos cuando despertará. —A Katsuki se le heló la sangre. —Nos preocuparemos de darle un buen servicio, por favor si nos deja su número de contacto en caso de que su novia despierte o dé indicios de algún avance, se lo agradeceríamos mucho.— Siguió hablando la mujer.

El chico se estremeció al escuchar la palabra novia, pero lo pensó un momento, no quería volver ahí, Ochako ya estaba en el hospital y por lo menos estaba viva, o eso creía él .Se lo pensó un buen rato haciendo que la enfermera se pusiera nerviosa.

—Toma, si no es importante no te atrevas a llamarme. —Dijo Bakugou casi gritando y enojado, dándose media vuelta para ir a descansar, con todo lo que había pasado esa noche había olvidado lo destruido físicamente que estaba.

Subió a su auto dispuesto a irse a su casa y nunca más volver a pisar un hospital en su vida. Tenía las manos en el volante mientras pensaba en lo ocurrido, no quería escuchar nunca más la voz de esa enfermera del demonio, pero al mismo tiempo quería que lo llamaran para avisarle que Uraraka había despertado o algo.

—¡Aaargh! ¿¡Porqué me tienen que pasar estas cosas a mi?! —Gritó mientras se agarraba la cabeza.

Giró las llaves y piso más fuerte que nunca el acelerador, esta vez sin despegar la vista de la calle para dirigirse a su casa, tenía que dormir y enfriar sus pensamientos. Hace años que no se sentía tan agobiado.

Cuando llego a su departamento, abrió la puerta e hizo volar una mesa de descanso que había ahí con una explosión, no sabía si estaba enojado, estresado o qué, pero tenía que desquitarse de alguna forma.

Fue a su refrigerador, sacó una cerveza y se recostó en su sillón, apoyo su cabeza hacía atrás y recordó a Ochako en el hospital.

—Tsk, a la mierda. —Dijo borrando esa imagen de su mente.

Bebió un sorbo del frío refrigerio y volvió a recordarlo, su cara hizo una mueca extraña, como de lastima, se imaginó a él mismo ahí de ser que el accidente hubiese sido al revés. A fin de cuentas la culpa había sido suya, era orgulloso, pero no estúpido, él había estado viendo el celular sin darse cuenta que pasó un rojo en el semáforo, haciendo que la muchacha quedara en el estado que estaba.

Terminó su cerveza y se fue a su cama, tenía que descansar, al día siguiente tenía que ir a trabajar y nadie podía sospechar de lo que había pasado. Apagó la luz y puso la alarma en su celular, 3 horas y 27 minutos, solo ese tiempo tenía para dejar de atormentarse y por fin apagar su mente.

La vida no es tan malaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora