Un día extraño

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Era de mañana y afuera las aves cantaban despertando a Katsuki, había despertado, pero no había abierto los ojos, se sentía bien apreciar algunas cosas en silencio a veces.

Arrugo las cejas cuando un pequeño ronquido a su lado interrumpió su descanso.

Abrió los ojos lentamente ya que la luz le molestaba un poco y divisó la cabellera café que descansaba en su pecho aun, notó que esa enredadera de pelo olía demasiado bien para haber bebido y permanecido en lugar donde hasta fumaban por toda la noche.

Puso una mano en la cabeza de ella y la acarició levemente mientras pensaba en lo sucedido, en esa misma habitación hace unas cuantas horas atrás.

Bakugou no era del tipo 'conozco a una tipa y me la cojo', pero tampoco era un idiota que no disfrutaba del sexo, a veces cuando necesitaba despejar la mente (y desquitarse obviamente), había conocido a una que otra chica en algún bar y se la llevaba a la cama, pero más allá de eso nada, simplemente se levantaba por las mañanas y se iba a trabajar, las dejaba ahí, para cuando despertaran se fueran de su departamento, sin romanticismo, sin números de teléfonos y otras veces hasta sin nombre. Tampoco, jamás se había retractado estando ahí mismo, a punto de tener sexo.

Pero con Uraraka no fue así, con ella no, Uraraka era otra cosa. Por suerte no había bebido esa noche y lo recordaba todo, lo que hizo fue todo lo contrario a lo que siempre hacía y por qué no decirlo, a lo que su cuerpo le pedía.

Se pasó la mano que tenía libre por su cara y su cabello, ahora que lo recordaba bien, habían pasado muchas cosas, pero una que recordó como balde de agua fría fue cuando hablaba con Kirishima en el bar, en ese momento se dio cuenta de que admitió que Ochako le gustaba, más que gustarle, esa maldita le encantaba, su maldito cabello que era suave y olía horriblemente bien, su maldita cara con forma de bola, esa maldita sonrisa que no quitaba de su rostro nunca, todo eso y más le encantaba de ella.

Odiaba admitirlo, aunque nunca nadie se enteraría de eso, claramente, pero había algo bueno a pesar de todo; esta vez tomaría el control en la situación, ya no actuaría como una puta quinceañera, como le había dicho su amigo, y no dejaría que Uraraka lo jodiera más.

Se volvió a pasar la mano por la cara y luego estiró el brazo para tomar su celular y ver la hora.

Eran las ocho de la mañana, las ocho de la mañana de un día domingo, y él se sentía con más ánimo que nunca, no sabía porqué, pero no le interesaba, ya no tenía sueño e iba a levantarse.

Quitó a la morena no muy delicadamente de encima de él y se puso de pie rápido, estaba con su pantalón y sus calcetines. Giró su cabeza para ver a Ochako e hizo una mueca entre asco y risa al ver como ella estaba vuelta un bollo con las sabanas y las frazadas, con la boca abierta y babeando.

—Tonta.

Salió de la habitación al baño para lavarse la cara, y cuando llegó ahí se miró al espejo y se estiró, un pequeño dolor en las piernas le hiso pensar, ¿Hace cuánto, desde que su jefe lo obligó a tomarse vacaciones, no se había ejercitado? ¿Había pasado por lo menos 7 días?, sentía que habían sido semanas, ya que el tener que compartir con Uraraka por tantos días y tanto tiempo, hacía que le pasara algo interesante o extraño todos los días.

Se sonrió a él mismo por el espejo, este era el día.

Fue a la habitación llamando a la chica que aun dormía ahí.

La vida no es tan malaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora