¿Donde estas, Uraraka? pt 2

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Esa mañana Katsuki despertó sin ánimos, los ojos le pesaban y no quería levantarse. Se estiró en la cama, pasando por las 2 plazas que abarcaba el colchón y nuevamente pensó en lo grande que era para que solo durmiera una persona ahí.

Se puso se pie y si dirigió al baño, mirando nuevamente por toda la casa a ver si alguna cabellera café se asomaba por el lugar, pero no, no había nada más que un silencio en ese gran departamento.

Solo ahí notó lo vacío y silencioso que era todo, no se había dado cuenta hasta ese momento de la calidez y luz con la Uraraka inundaba ese lugar.

-Diablos. -Bakugou gruñó, quería verla, quería asegurarse de que estuviera bien.

Pensaba en lo que la ex compañera de trabajo le había dicho, 'vino a cobrar lo que le debían solamente y se fue, no dijo nada más, pero se veía algo... triste'.

Triste.

Le daba dolor de cabeza imaginar la cara de la morena, si siempre estaba sonriendo y de buen humor, para que notaran que estaba triste debía de notarsele demasiado.

Le dolía pensar que ella podía estar tan triste y más aun por culpa de él.

Fue a la cocina para poner el hervidor y tomarse un café, debía calmarse, debía esperar, ella era tan torpe y no tenía donde ir, lo más probable es que en un par de días volvería ahí con él y podría disculparse, besarla y no dejarla ir nunca más.

Y así pasaron los días, siete para ser exactos, una semana en la Katsuki se mataba mentalmente por saber donde se encontraba la pequeña tonta que lo tenía desesperado, el pensamiento de que le había pasado algo y nadie sabía de ella hacía que le hirviera la sangre. ¿Como era posible que nadie la haya visto? Pensó en los padres de la chica, y en que ella no le había hablado nada de ellos, tal vez se llevaban mal, era un opción, dado que prefirió quedarse con el chico explosivo de su antigua clase antes de ir por ayuda con ellos luego del accidente.

Ya no podía más y fue por respuestas.

La primera parada era la oficina de policías, necesitaba la ayuda de su jefe.

-¡Masakiiiiii! -Abrió la puerta de una patada con las manos en los bolsillos.

-¿Oh? ¡Katsuki! Qué placer tenerte con nosotros, ¿qué pasa? ¿Te encuentras mejor? -Le preguntó su jefe, poniéndose de pie.

-Oi, viejo, necesito tu ayuda. -Le dijo apuntándolo con el dedo. -Necesito que ubiques a una persona.

-¿A quién? -Preguntó curioso el hombre, ladeando la cabeza.

-¡A quién más! ¡A la idiota Cara Redonda! -Gritó enojado ya, todo lo que había aprendido sobre manejo de ira se estaba yendo al carajo.

-¿A Ochako? -Le volvió a preguntar, levantando la ceja, no entendía que estaba pasando.

-¡Claro que sí! -El rubio levantó los brazos. -¡Maldita sea, Masaki, dime a quién más podría importarme!

El jefe de policías se acercó a su mano derecha y lo tomó de los brazos. -Debes calmarte un poco, vamos a mi oficina. -A lo que Bakugou aceptó.

Ambos chicos entraron a la no muy grande pero cómoda oficina del hombre, Katsuki se sentó en una silla y se desesperó cuando su jefe fue a servir unos tragos de whisky.

-No vine aquí a beber. -Soltó sin más. -Dejé el alcohol hace algunas semanas.

-Deberías relajarte mi chico, estás muy tenso, ahora cuentame, ¿Qué pasó con la adorable Ochako?

-Pues no lo sé, de un día a otro ella dejó de ir a verme al hospital y cuando llegué a casa ya no estaba, por eso he venido, Masaki, por favor ayúdame a encontrarla.

La vida no es tan malaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora