-¿Por qué me preguntas eso, Loretta?-Mi voz sonó asustada, pero mi pequeña inocente al parecer no lo notó.
-Hoy, nos dijeron que habrá una actividad con los papas... ¿por qué el mio no esta?-Me explicó, la esperanza estaba reflejada en su rostro. Mi hija quería saber la verdad y yo ahora debía decidir si mentir descaradamente o decir la verdad.
Mi panza tenía un nudo enorme. Todo esto había sido culpa mía. Yo había decidido nunca hablarle a Loretta de su padre.
-Él... no esta con nosotras...-Susurré. No me salía ninguna explicación.
-Si sé, pero, ¿por qué?-Volvió a preguntar con su dulce voz de pequeña niña, sonaba tan inocente, ¿por qué debía ser yo la que rompiera toda su ilusión?
Porque eres su madre, estúpida.
Suspiré pesadamente, dándome cuenta al mirar por la ventana de que habíamos llegado a nuestro destino.
Tomé a Loretta de la mano y bajamos del auto. Rogué una y mil veces que se le olvidara el tema mientras subíamos al departamento, pero mis suplicas no fueron escuchadas. A penas llegamos, siguió con su interrogatorio.
-¿Me vas a decir?- Suspiré pesadamente, rindiendome. Me puse a su altura para mirarla fijamente a los ojos.
-Tu padre tuvo que viajar muy muy lejos.- Mentí. Y tomé esa mentira como una blanca que se le dice normalmente a los niños.
-¿ Por qué?- Repitió.
-Porque a él le gusta viajar mucho...-Expliqué.
-¿No le puedes decir que venga?- Yo simplemente negué. Su rostro se frunció. Estaba molesta al inicio, pero después su cara cambio a una de completa tristeza.- ¿No me quiere?
No es que no te quiera, Loretta. Solo no sabe de tu existencia. Pensé.
-No, hija. Él te quiere muchisimo- Abracé a mi hija mientras soltaba lagrimas sin parar. Todo esto era mi culpa, traté de mantenerme fuerte ante ella, pero no pude evitarlo. Yo también lloraba. Lo que mas detestaba en el mundo era ver a mi pequeña sufriendo. ¿Cómo podía yo calmar su dolor?
Loretta se separó de mi y corrió a su habitación aun llorando. Yo no supe si ir tras ella o dejarla un momento. Yo debía pensar mucho, y al parecer ella igual. Mi niña era muy madura para su edad, y en casos así lo demostraba.
Me deje caer al sofá cuando la puerta del departamento se abrió, dando paso a Anthony. Me observó con preocupación y sin más, me abrazó.
¿Que haría yo sin este idiota?
Lloré un buen rato en sus brazos. Anthony no preguntaba nada, pues él sabia que después le diría todo yo solita.
-¿Quieres vino?-Preguntó luego de un rato. Había prometido no beber durante la semana, pero... ¡A la mierda! Necesitaba ahogar mis problemas con alcohol.
Ya eran pasada de las once de la noche y ambos estábamos en un evidente estado de ebriedad.
-Creo que tienes una gran problema, Alex...-Dijo mi amigo mientras bebía un sorbo de su vaso.- Odio al bastardo de Damian, pero no puedes negarle a Loretta todo referente a su padre. Ella debe saber la verdad.
-No puedo. Me daría mucha vergüenza.- Le expliqué ya sintiendo como te todo se movía- ¿Como le digo que su padre me cambió por otra y que no sabe absolutamente nada de su existencia?
Anthony solo me observó en silencio. No se como terminó nuestra conversación, al parecer nos dormimos en el sofá, por que al día siguiente desperté muy adolorida por la posición en la que estaba.
MI corazón aun seguía apretando con fuerza, ¿Por qué era tan difícil?
Ví como Loretta salía de la habitación, en cuanto me vió sonrió y corrió a mis brazos. Yo le correspondí, ¿cómo no iba a hacerlo?
Mi niña se había dado cuenta de que yo no tenía todas las respuestas, y no me seguía preguntando nada. Quizas ya se había olvidado, y esperaba que lo olvidara harto tiempo antes de volver a preguntar sobre su padre.
En el camino al jardín de mi hija, iba pensando. Debía hacer todo por mi niña. Loretta se merecía un padre, aunque yo no estuviera de acuerdo con que el idiota lo fuera.
Debía dejar mi orgullo de lado, al final, estaba hablando de la felicidad de mi hija. De mi Loretta.
Lo haría.
Le diría al infeliz que tenía una hija.
(...)
Bien.
Era mas fácil decirlo que hacerlo. No me atrevía a hablar con Damian y mucho menos decirle sobre Loretta.
Le conté lo ultimo que había pasado a Sam, y ella me dijo "debes decirle la verdad, Alex. Se enterara tarde o temprano"
¡Ya lo sabia, maldición!
Pero... mi voz no salía simplemente.
Estuve todo el día dándole vueltas al asunto y me puse como limite personal, contarle toda la verdad a Damian en la fiesta a la que iríamos.
Durante la semana, pensé en las palabras que utilizaría para confesar la verdad.
Oye, Damian. ¿Recuerdas cuando terminamos? Pues tienes una hija.
Naaa. ¡Imposible!
Estaba segura de que me odiaría toda la vida. Era un hecho.
Quizás en sus planes no estaba tener una hija. Después de todo aun era bastante joven.
¡Tú igual lo eres! Gritaba mi mente.
Era verdad, ambos eramos jovenes, pero, ¿y si arruinaba su vida? No quería que mi Loretta sufriera el rechazo de su padre.
Los días pasaron volando, mientras que yo estaba mirándome en el espejo del baño, arreglándome para la dichosa fiesta.
-¿Estas segura que le dirás?-Preguntó Anthony apoyado en el marco de la puerta del baño.
-La verdad...no. Pero debo intentarlo por Loretta. Ella merece tener un padre.-Le expliqué, el nerviosismo estaba en mi voz. Se notaba a leguas de distancia.
-¿Y si él no la quiere? ¿Y si la rechaza?-Preguntó de nuevo.
¿Por qué me asusta de esa manera cuando trataré de solucionar todo?
Mal amigo.
-No me hagas dudar ahora, Anthony.. Le reproché-... me cuesta bastante ya pensar en que debo decirle.
-Solo te pongo en todas las situaciones como buen amigo que soy.-Respondió simplemente. Yo lo miré con odio. Y salí del baño, me despedí con un beso en la mejilla con el ceño fruncido. De todas formas me habían molestado sus comentarios.
Caminé hasta el piso uno del edificio. Ahí estaba Damian esperándome con una brillante sonrisa. Me observó de pies a cabeza.
Y yo sonreí coqueta, debo admitir que puse mucho énfasis en mi vestuario para la dichosa fiesta.
No solía usar faldas, pero ahora quería verme bonita. Y al parecer lo había logrado. Solo había que verle la cara de baboso a Damian.
-Te ves hermosa...-Me dijo, yo solo simplemente sonreí con el cumplido y caminé junto a él.
Suspiré pesadamente sin pasar desapercibida ante los ojos de Damian.
-¿Estas bien?- Me preguntó alzando una ceja.
-Si, si...-Respondí rápidamente con una sonrisa nerviosa en mi rostro.
¡No, la verdad no estoy bien! Mi mente gritaba "auxilio" en cada una de sus palabras.
Traté de calmar mi respiración ante la presión psicológica que me había impuesto yo misma. El día había llegado.
Le confesaría toda la verdad a Damian.
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Cooking Our Love
RomanceA Alexandra Blair le rompieron el corazón, destruyendo su mundo por completo y dejándola con solo unos pocos meses de embarazo. Pero a pesar de esto, ella no se daría por vencida. Tiempo más tarde, siendo una de las mejores pasteleras de la ciudad...