Hero. Miraculous Lordbug (Editando)

Confianza

Marín seguía sentado en la torre Eiffel, sus ojos se habían secado de lágrimas. Se encontraba con mirada enrojecida y perdida, a la espera de algo. A la espera de despertar y darse cuenta que todo era sólo una terrible pesadilla.

Se había quitado los pendientes. En esos momentos para él solo simbolizaban un cruel destino, un destino del que ahora no podía escapar.

Lo peor era que él sabía que le gustaba ser Lordbug, también le gustaban las emociones que le acarreaba, pero no le gustaban ni un poco las responsabilidades que venían con ese poder.

Su teléfono comenzó a vibrar, era Alim. Marín ya no quería preocupar a nadie más, así que contestó la llamada.

-Estás bien?! Ya me he enterado de lo tuyo con Adrianna. Mari, te juro que si no me dices lo que está pasando...yo...- el Moreno sonaba muy enojado, realmente estaba preocupado por su amigo. Y ahora no sabía cómo terminar su amenaza.

-Alim...yo soy Lordbug...

Se produjo un silencio del otro lado de la línea. Marín estaba devastado, ya no le importaba para nada ese secreto. No le interesaba pensar en la reacción de fanático que Alim podría tener.

-Marin! Ya déjate de estupideces, no es momento para...
-Tu fuiste Lord WiFi, yo peleé contigo, cuando todo acabó me pediste una entrevista, te dije que la entrevista podía esperar y me marché...

De nuevo se produjo el silencio.

-Mari, yo te entiendo. Estás lidiando con mucho dolor, puede que estés asustado, pero está bien. Yo...
-El día del cine desaparecí justo cuando el Akuma atacó. ¿Eso no te dice nada?- preguntó Marín con un poco de desesperación.

-Marín, por Dios!

-Maldita sea, Cesaire! La primera vez que viste a Lordbug. Estuviste a punto de morir, un akuma hecho de roca te lanzó un auto, quedaste atrapado mientras pedías ayuda. Lordbug apareció en tu auxilio.

-... Eso no se lo he contado a nadie...

-¿Qué más necesitas?

-Mari...yo...¿Estás bien?

Marín había comenzado a sollozar al otro lado de la línea, colgó abruptamente y lanzó el teléfono a un rincón. Estaba sólo. Estaba herido. Había una última persona a la que podía recurrir, pero lo consideraba una traición a la memoria de lo suyo con Adrianna. A pesar de todo lo que estaba pasando, Marín lo que más necesitaba era alguien que no quisiera hablar, alguien que le brindara un apoyo silencioso y comprensivo.
Ese fué el motivo que lo llevó irremediablemente a la ventana de Natalia. Se dejó caer en la escalera de incendios y tocó el Cristal con los nudillos un par de veces. Al cabo de unos minutos la pelirroja, con somnolencia, abrió la ventana y miró al joven que tenía enfrente. Le abrió la ventana y tomó su mano para llevarlo al interior de la habitación. En cuanto hubo pasado, se quedó de pié frente a la chica.

La joven pelirroja tenía el cabello suelto, llevaba encima una pequeña bata a modo de camisón y la mirada comprensiva y amorosa que Marín estaba buscando.

Se quedaron ambos mirando al otro, Natalia de pronto abrió los brazos y Marín por instinto se dejó caer en ellos, abrazándose a su pequeña espalda, comenzando a llorar. Recostó su rostro en el cálido pecho de Natalia y continúo llorando.
Terminó por derrumbarse y caer de rodillas ante la chica, aún abrazándose a su cuerpo, ahora sujetándola por la cadera. Natalia se arrodilló con él y posó su mejilla en la cabeza del joven, mientras con una mano acariciaba su espalda para reconfortarlo.
En ese gesto Marín tenía todo lo que necesitaba, era como tener a su madre asegurándole que todo iba a estar bien.