Esperaba

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Hoy es un día lluvioso.
En los días lluviosos suelo pensar y hoy, como la mayoría de las últimas veces, pienso en ti.
Veo gotas caer con fuerza en el patio y otras deslizándose delicadamente por el vidrio de la ventana pero no es como que mis ojos estén enfocados en eso, en realidad te veo a ti.
A tu sonrisa.
Esa vieja sonrisa de la que tanto hablo.
Recuerdo que hace algunos años llovía en la escuela, por alguna razón en el salón sólo estábamos Carlos, Edgar, tú y yo.
Recuerdo que dijiste que si no nos habíamos preguntado alguna vez si íbamos a llevarnos bien siempre.
Recuerdo que nos volteamos a ver los cuatro.
Y que todos sonreímos.
Recuerdo que más adelante, en la nueva escuela, todos nos separamos en diferentes grupitos pero aún así encontrábamos el tiempo para juntarnos y reír un rato.
Recuerdo que poco a poco Edgar y Carlos se comenzaron a distanciar.
Y recuerdo que tú seguías viéndome, con esa sonrisa tan sincera siempre, a pesar de que tus nuevos amigos se extrañaran de que alguien como tú y alguien como yo fueran amigos, incluso de que tan sólo habláramos.
Recuerdo que un día te dije que estaba acostumbrada a que mis amigos se fueran.
Y que tú dijiste que no creías que eso iba a pasar contigo.
Por eso y por muchas cosas más, esperaba que en realidad nunca me dejaras.
Que estuviéramos para el otro hasta el final.
Que cumplieras lo que dijiste, ya que creí que en serio lo esperabas igual que yo.
Por eso esperaba jamás dejar de ver esos ojos lindos.
De dejar de ver tu sonrisa.
De dejar tu amistad.
Recuerdo el día que llegaste con un chocolate blanco y dijiste que lo trajiste especialmente para mi, porque te habías ido de vacaciones y me quisiste traer un regalito.
Recuerdo que me reí porque esos chocolates se pueden conseguir en cualquier lado.
Y recuerdo el abrazo que nos dimos ahí, no sé cuánto duró pero la tranquilidad que pensé que había alrededor era asombrosa, no sé cómo describir lo que sentía, era paz, cariño, era amistad pura.
Nos separamos y te di las gracias por pensar en mi aunque te hubieras ido a Acapulco.
A partir de eso muchas veces me llevaste chocolates blancos y yo a ti de Carlos V, más o menos en esas fechas de invierno.
Y por eso esperaba con la carita empapada que me trajeras uno ese año de escuela en que todo se rompió, inclusive el Carlos V que te llevaba y se cayó cuando vi que me ignoraste por enésima vez y te ibas comiendo un chocolate con tus amigos.
Yo sé que es tonto pero a mi me dolió que ni si quiera voltearas a verme una vez más, ni si quiera te fijaste en que llevaba lo que habíamos hecho como una tradición ya.
Porque ya sabes que me encantan esas cosas, que no importa si es muy tonto soy así.
-Y aún me parece mentira que se escape mi vida, imaginando que vuelves a pasarte por aquí, donde los viernes cada tarde como siempre la esperanza dice quieta hoy quizás si.- termino a la par de la cantante de la Oreja de Van Gogh.

Si estuvieras aquí conmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora