Pamela, de 15 años, desde primero de instituto suspira por su crush. Siempre en la distancia: lo tiene en la otra punta del salón de clase. Sus ojos verdes y el pelo rubio la vuelven loca, tanto que entra cada dos segundos en Instagram y Twiter, par...
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Estuve a punto de abandonar, pero mis amigas no me lo permitieron.
—¿Justo ahora que has llamado la atención de Marc y que te ha hablado? —me preguntó Lucía.
—Hoy tienes que sentirte Wonder Woman —insistió Nerea—. ¡Al diablo las risas de esos idiotas!
Así que me lo creí y salimos de mi casa directas al instituto. Iba tan entusiasmada que me olvidé de desayunar. Dos horas después, las tripas me chillaban tanto que me dolían.
Desde el otro extremo de la clase escuché que Marc preguntaba:
—¿Qué es ese ruido? Parece que hay un gato encerrado en el armario del salón.
Su amigo Lucas, que estaba al lado, lo abrió y dijo:
—Aquí no hay nada.
En cuanto pude, me escapé para comer algo. ¡Todo me sale mal!
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