Había visto una película de terror, ¿qué hay de malo en eso?, nada, sólo que se me había ocurrido verla sola en la noche y ahora estaba en el sillón con una manta envolviéndome mientras escuchaba el sonido de la lluvia, y mi novio, Leo no estaba para hacerme compañía justo cuando mi cabeza me estaba jugando malas pasadas.
De pronto el departamento completamente en silencio me pareció lo más tétrico que había visto, no podía dejar de saltar cada vez que escuchaba un trueno. Estaba tratando de calmarme viendo la tele cuando para mi buena suerte se fue la luz, di un pequeño grito.
Me encaminé a ciegas a la cocina por alguna lámpara o vela para no estar completamente a oscuras, cuando encendí la lámpara esta hizo que los muebles crearán sombras, aumentando mi miedo.
Iba otra vez al sillón cuando escuché que alguien trataba de abrir la puerta, agarré una almohada para defenderme del extraño, aunque no es que fuera de mucha ayuda y apagué mi linterna, cuando al fin pudo abrir la puerta pude ver una silueta bastante alta entrar por el marco de la puerta.
-¿(TN)?, ¿dónde estás?- escuché su inconfundible voz y me relajé- ¿por qué está tan oscuro?, está diluviando afuera-
No dudé ni un segundo más, prendí la linterna para que pudiera verme y corrí a sus brazos, él me abrazó y besó mi frente.-¿Qué pasó?, ¿estás llorando?- en efecto lo estaba.
Leo solo pudo reír al decirle el porque de mi llanto con la voz entrecortada y sorbiendo la nariz.-Ven, vamos a acostarnos- con un brazo alrededor de mi cintura me guió a la cama, se acostó, yo a su lado, y nos tapó para no pasar frío.
Me susurró cosas que lograron calmarme mientras acariciaba mi mejilla con delicadeza, poco a poco me fui adormeciendo entre sus brazos, esos brazos que me hacían sentir segura.
-Te amo- fue lo último que pude escuchar antes de caer rendida.