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Al día siguiente...

-nadie debería trabajar los sábados...- reclamó Pedro -estoy que muero-.

No le presté atención y seguía leyendo el informe que se debía entregar al jefe.

-Buenos dias muchachos...- dijo el entrando justamente a la sala de reuniones de la constructora -¿como han estado?-.

-buenos días- contestamos todos casi al unísono.

El se sentó en la silla central, yo a su derecha y el resto estaba sentado a la izquierda frente a mi. Una forma de representar que yo soy su mano derecha. Cosa que algunos odiaban.

Le informamos de los avances que ha tenido la empresa y algunos inconvenientes con los proveedores de mármol italiano para una clínica que está aun en construcción. La contratación de albañiles estaba en retroceso por la nueva norma que se debía trabajar a tiempo completo y no medio tiempo haciendo que la obra tenga un avance mínimo, es decir que si construíamos en dos meses un edificio de no mas de diez pisos, ahora son cuatro meses. El doble.

Se asombró pero no mas que de las cifras que arrojaban ahora el resultado de obras en el país.

-necesito saber de esa constructora, maldicion- dijo Humberto Drouet arrojando la carpeta.

-nos esta acabando...- recalcó la doctora de recursos humanos -dan mejores sueldos y una estabilidad laboral mucho mejores que la nuestra-.

-y ni hablar de los acabados...- completó el diseñador de interiores -son indiscutibles. Intenté sabotearlos, haciendo una pequeña investigación de sus ideas... nada... son cien por ciento originales-.

-sus costos están por debajo de los nuestros...- comenté -necesito saber ¿como lo hacen?-.

-pregúntales- me miró desafiante Pedro.

Le mandé una mirada asesina por decir eso. Debí decirle que se mantuviera callado de quiénes son, antes de haber entrado a la reunión.

Todos me miraron a mi, esperando una respuesta.

-¿tu lo conoces?...- me interrogó Humberto -¿tu sabes quien es? ¿Es aquel tipo que eche de aqui? ¿Desde cuando lo sabes?-.

-desearía decirtelo en privado- dije casi susurrando.

-¿por que?- preguntaron todos al mismo tiempo.

-por favor- lo miré directamente a los ojos.

Me miró arqueando una ceja y luego a los demás.

-¿algo que falte de esta reunión?- preguntó a todos.

-no- contestaron en coro.

-ok, gracias. Pueden retirarse-.

No querían salir pero al ver que el se levantaba, todos lo hicieron. Les pedí, incluso a Pedro, que no esperaran ni por el ni por mi, que lo que iba a decir era muy personal y nadie debía escuchar o esperar a una reacción.

Espere a que todos se vayan, nadie deje nada y estén cerradas las oficinas.

-¿por que tanto misterio?- pregunto Humberto entrando a su despacho y yo detrás de el cerrando las puertas con seguro.

-es mejor que te sientes- señale su gran silla.

-¿por qué?-.

-hablo en serio-.

-ok, ok- rió.

Me tomé el tiempo necesario para poder hallar las palabras necesarias y decirle lo que descubri. Esto le va a doler.

La Chica del MustangDonde viven las historias. Descúbrelo ahora