IV

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Glosario:

Doringdraak: Enormes dragones de piel color rojo quemado con espinas sobresalientes de la columna vertebral. Capaces de escupir fuego en grandes cantidades y volar largas distancias a una velocidad constante. Un poco cortos de vista. Llegan a medir un máximo de quince metros de altura.

Drachenerde: Serpientes dragón de tonalidades marronas que habitan debajo de la tierra. Son sordas y ciegas, solo responden a las vibraciones de la tierra. Sus cuerpos pueden llegar a medir hasta cincuenta metros de largo si las tierras donde habitan son saludables. Sanguinarias y de gran grosor.

***

Enji se encontraba en el comedor terminando su segunda racion de desayuno mientras las criadas se llevaban los platos sucios y vacíos que tendrían que lavar de inmediato por si su soberano pedía que le sirvieran más. El mayor de los Todoroki terminaba de beber su carísimo vino cuando La Mano apareció con un sobre entre sus delicados dedos con una expresión seria y tranquila que, de alguna forma extraordinaria, siempre inspiraba un extraño respeto en el rey de Gelida Ignis.

– ¡Kayama! ¿Qué asuntos le traen por estos lares tan temprano? – Preguntó Enji con una cortesía fingida que, sin mucho esfuerzo, Nemuri ignoraba de la manera más educada posible.

– Perdone mi presencia sin previa anunciación, majestad – Se disculpó la joven mujer manteniendo un tono solemne bien actuado – Ha llegado esto para el joven príncipe.

El mayor de los Todoroki se acomodó en su asiento mientras extendía su gran mano para recibir el sobre que La Mano le entregó con su típico porte elegante. Enji le dio la vuelta para ver el escudo de armas de la casa Iida estampado en el sello que mantenía el sobre cerrado. Lo abrió con la duda palpable, le desdobló cuidadosamente y empezó a leer lo que parecía ser una invitación, de la casa más relevante de su reino, para que su heredero participara de su lado en la celebración de la temporada de caza.

Enji frunció las cejas mientras su rostro adoptaba una expresión demasiado seria – ¿Qué significa esto?

Nemuri se enderezó más, si es que eso era posible, y elevó la barbilla para tomar una posición más dominante en la discusión pasiva que se avecinaba – La casa Iida desea invitar al joven príncipe para que celebre con ellos la temporada de caza.

–Eso lo sé – Respondió el soberano de Gelida Ignis con su tono despectivo –Lo que no me queda claro –Dijo mientras ponía la invitación a un lado de sus platos vacíos – Es porque la casa Iida invita a mi hijo a celebrar con ellos, muy bien puede hacerlo aquí, en el castillo.

–Le ruego que me perdone por lo que le voy a decir a continuación, majestad –Pronunció Nemuri igualando el tono de su soberano con decisión brillando en sus azules ojos –  Pero es imposible celebrar actividades de cacería en los terrenos del castillo. Usted debería saberlo mejor que nadie.

Enji clavó su imponente mirada en la de Kayama, pero no la hizo titubear ni desistir, no era La Mano del Rey en vano. Pero tampoco deseaba dejarle ganar esta discusión.

–Me niego – Afirmó el rey mientras veía como una criada se acercaba tímidamente a la mesa para llevarse el resto de platos vacíos.

–Me disculpara de nuevo, pero no puedo permitirlo.

Si antes las pupilas del mayor de los Todoroki estaban turbias ahora parecían huracanes. Se giró bruscamente para ver a la segunda persona con más poder en su reino con algo que parecía ira mezclada con incredulidad por las palabras que esta había proferido con anterioridad. Nemuri retomó sus frases.

– El joven príncipe se acerca a la edad de hombría, ya es momento de que muestre el alcance de sus capacidades en eventos de este tipo. Le ayudaría a superar su inexpresividad para con las personas mejorando sus futuras relaciones con otros reinos. Además –Bajo un poco sus párpados acentuando su mirar – ¿Desea su majestad ofender a la casa Iida, después de todo su servicio prestado al reino y a su persona, rechazando su cordial invitación?

No hacía falta decir que Enji se quedó sin argumentos para desarmar las palabras de su consejera mayor. Chasqueo la lengua mientras volvía su atención a la invitación que había dejado olvidada en una esquina de la gran mesa. La contempló unos minutos, como si pudiera prenderle fuego con el solo mirar antes de volverse hacia su Mano.

–Te encargó los preparativos de Shoto.

Nemuri sonrió ampliamente con algo que el rey identificó como alegría impregnada de superioridad. La mujer aceptó gustosa la orden de su soberano y partió rumbo a los jardines traseros donde seguro el heredero de Gelida Ignis se encontraba cabalgando con su guardia personal al pie.

***

Mina Ashido guiaba la caravana conformada por la tribu de Dracones Ardentes en lugar de su cacique, pues este se encontraba al final de la larga hilera de personas y criaturas controlando a un Doringdraak que se había salido de control. Kaminari y Tetsutetsu se habían ofrecido a hacerse cargo de la bestia, pero Bakugou los mandó a la mierda con dos golpes cada uno y tomó las riendas del asunto con sus propias manos.

Todos los miembros de la tribu estaban conscientes del talento que poseía su cacique con las criaturas, sobre todo si estás representaban algún peligro potencial para su domador. Pero confiaban plenamente en que primero desparecían ellos del mapa antes de que a Katsuki le quedará grande el control de una bestia.


No muy lejos de la caravana de nómadas se encontraba un enorme reino llamado Weisheit. Gobernado por la soberana reina Yaoyorozu Momo mejor conocida en Heroibus por nombres como "La reina joven", "La dama de Hierro" y "La dote de sabiduría". Era una chica de apenas quince años que se había tenido que hacer con el trono de su reino cuando su anciano padre murió a causa de una extraña enfermedad sin cura que los médicos aún después de tres años no podían sanar.

A pesar de haber tomado las riendas de su reino con apenas trece años Momo había hecho un trabajo espléndido sacando adelante a su pueblo en todos los ámbitos posibles. Era una reina de ideas revolucionarias: Las academias preparaban tanto hombres como mujeres, los ejércitos tenían batallones femeninos, los impuestos se habían reducido considerablemente, los campesinos poseían tierras propias que trabajar libremente, etc.

La gente agradecía diariamente haber sido bendecidos con una soberana tan sabia y de tan buen corazón como lo era Momo. Aunque en las últimas semanas su imperturbable paz se estaba viendo amenazada por una gran caravana de nómadas salvajes con una aproximación de casi seis mil cabezas (sin contar niños y criaturas) bien habidos en batalla que podían fácilmente ocasionar una tragedia en su paso por el reino de Weisheit.

Momo había estado pensando seriamente que ofrecerle al cacique de Dracones Ardentes, conocido por su falta de moral, para que este pasara de largo sin hacer daño a su gente. Pero no era como si ella contara con esclavos que regalar (había abolido la esclavitud en su segundo año de mandato) ni con exorbitantes riquezas que quisiera derrochar (porque su reino era muy rico, pero esos tesoros eran para el bienestar del pueblo, no para regalarlos a salvajes que ya tenían montones de tesoros robados en sus bolsillos). Así que luego de pensarlo por dos semanas seguidas mandó a comprar un Drachenerde de los reinos bajos para obsequiarlo al cacique, que ni corto ni perezoso, aceptó encantado a la criatura y siguió de largo sin voltearse a mirar el próspero y polémico reino de La reina joven.

The prince and the beast #BNHAwards18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora