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Si había algo peor que estar completamente soltero el día de San Valentín era no estarlo con alguien que ni si quiera quieres y aquel era el caso de Harry James Potter. Llevaba saliendo con Ginny solo dos días en plan de amigos y ya estaba convencido de que había sido el peor error de su corta vida, además por supuesto, de haberse enamorado de Draco Malfoy. No que Ginny fuese fastidiosa ni nada, era tan perfecta que abrumaba, con sus encantadores ojos parpadeando con exageración, su cabello con olor floral flotando en el viento y sus caderas moviéndose de un lado a otro mientras su angelical risa inundaba todo. Y tal vez, si aquella oportunidad se le hubiera presentado meses atrás, cuando Draco era un completo hijo de puta y no le conocía de nada, tal vez hubiera creído que estaba de suerte, con semejante chica a sus pies, pero las cosas ahora eran diferentes y no podía evitar sentirse incompleto.

Tal y como habían acordado, Harry y Ginny se habían reunido aquel martes después de clases en la Carnaby Street, por excelencia una de las calles más populares para hacer las compras, comer o beber tranquilamente, Harry había pensado que mantenerse rodeado de gente iba a ser la mejor manera de que Ginny controlara sus coqueteos, pero la verdad era que no estaba funcionando, a la chica no parecía importarle demasiado y no dudaba en colgarse de su brazo, o rozarle las manos "accidentalmente" cada que podía. Pero pese a los odiosos globos en forma de corazón, los caramelos y chocolates de la misma forma, las canciones cursis en los locales, los osos gigantes de felpa, las rosas y el hecho de que aquella cita no fuese con Draco, se lo estaba pasando... normal.

Por la manera en la que los muchachos miraban a su acompañante, Harry podía saber que tal vez, debía considerarse afortunado, por las miradas de envidia que le lanzaban a él, sabía que tal vez, debía sentirse alagado, pero por más que lo intentó no pudo hacerlo, para él, fortuna era que Draco Malfoy dejara la comodidad de su heterosexualidad y se fijara en él, pero por más estrellas fugaces que mirase pasar, hadas madrinas o genios que le concedieran deseos, sabía que estaba ante algo imposible y, aunque sabía que debía resignarse si no quería salir lastimado —como si no lo estuviese ya— no podía sacarse al idiota aquel de la cabeza.

Después de su pequeña charla por teléfono, Draco había intentado comunicarse con él varias veces más y durante las clases también, pero Potter simplemente no podía sacarse el "Nada, linda, vuelve a la cama, estaré ahí enseguida" que Malfoy le había dedicado a su novia cuando había llamado y simplemente se limitaba a contestarle con monosílabas y sonidos que afirmaban o negaban lo que fuera. Y sabía que era infantil enojarse, porque Draco no tenía ni idea de sus sentimientos y estaba en su derecho de salir con quien quisiera, sabía que le estaba evadiendo, que estaba siendo grosero y cortante, pero no podía evitarlo, pensaba que en el fondo Draco se lo merecía por closetero e insensible.

Constantemente se encontraba pensando en si lo mejor era declararse directamente, pero estaba un poco asustado de recibir una respuesta negativa, asustado de que Draco le recordara que el asunto de Remus Lupin había sido único e irrepetible y que era tan inalcanzable para Harry como lo era Emma Watson o Hugh Jackman. También estaba el asunto de Astoria, Harry podía declararse un millón de veces, pero ella no dejaría de ser la novia oficial del príncipe de las serpientes y, aunque Potter no estaba seguro de que su rubio amigo le quisiera demasiado, la verdad era que tampoco se lo había preguntado, simplemente no quería saber nada de aquella relación y se encargaba de dejárselo en claro al heredero Malfoy con sus malas caras y sus expresiones frías e indiferentes. Sobre todo cuando la chica llegaba a mitad del almuerzo para hablar con Draco de una sarta de tonterías sin importancia y que hacían que el moreno quisiera vomitar su comida de los últimos tres días.

Entonces ahí estaba a mitad de Londres con un día soleado y brillante que no quedaba para nada con sus sentimientos internos, acompañado de la hermana menor de su mejor amigo quién no dejaba de hablar del último gran lanzamiento de Clayton Kershaw, queriendo volver a casa y seguir odiando a Draco y a su novia en el silencio, en la soledad de su habitación. Patético, melodramático y exagerado, como todo buen adolecente de dieciséis años encaprichado con la única cosa que ha deseado en la vida y que no le puede ser dada por mucho que sueñe cada noche con ello.

impossible MALFOYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora