2. Una historia no contada

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Mientras arriba Jonas, Sofía y Thalía mantenían un conversación, Mateo recorría la sala mirando todas y cada una de las fotos que ocupaban gran parte de la estancia. Había muchas de Thalía con sus padres y con su tío, quien parecía adorarla.

«No la querrás cuando sepas lo que esa perra le ha hecho a miles de niños y mujeres de todo el mundo. Debería ser condenada a muerte en la silla».

Ella sonreía en muchas fotos y debía admitir que su sonrisa era preciosa. Tenía una boca hermosa de carnosos labios y un cabello rubio que parecía rayos de sol, pero de nada servía esa belleza si su corazón era el más impuro de todos.

Esa muchacha era toda una jodida mentira.

—Señor Mateo Hurtman —dijo Sofía Keegan al bajar de la escalera con una cálida sonrisa de bienvenida—. Lamento que haya tenido que estar solo por tanto tiempo, pero Thalía ha sufrido una especie de ataque de pánico al saber que usted trabajara con nosotros en la nave ganadera. No sé por qué se ha asustado tanto —negó con la cabeza—. En fin... estoy muy feliz que esté aquí.

«Bueno al menos sabe lo que le espera», se dijo Mateo con una malvada satisfacción. Todos iban a caer y al fin el caso que llevaba años resolver quedaría resuelto y todos los culpables en donde debían estar.

—Puedo entender que este algo nerviosa —dijo con una media sonrisa—. En el pasado no nos llevábamos tan bien y la última vez que nos vimos no fue en el lugar más... adecuado —acertó a decir—. Pero todo va a estar bien entre nosotros... mientras esté a mi cargo no tiene de que preocuparse.

—¿Cómo es que usted ha aceptado trabajar como veterinario aquí? —preguntó Sofía para cambiar de tema—. Tengo entendido que no se pierde ningún rodeo por todos los estados.

—Este es un trabajo que me agrada mucho —admitió sinceramente—. Debo ser sincero. Pero los rodeos seguirán siendo una de mis prioridades. Su marido lo sabe y está en nuestro acuerdo.

—Entiendo ¿Gustaría alguna otra cosa? Tengo café colombiano, de un viaje reciente... quizá algún refresco o algo más fuerte...

—Con un poco de coca-cola estaré bien, necesito dormir y un café así no me ayudaría —sonrió con amabilidad—. Gracias.

—¡Enrica! —llamó la mujer con un grito que lo estremeció— tráele al señor un pequeño aperitivo de bondiola y un vaso de coca-cola. Gracias. Ahora dime —dijo mientras se sentaban en la sala—. Me encanta que estés aquí y hayas abandonado esa locura del Monasterio. Siendo sincera, tu lugar está en el campo, con los animales, haciendo el trabajo que amas.

Mateo sonrió, se esperaba esas palabras de una mujer como Sofía, que medía al hombre con una sola vara. Eligió las palabras justas, las palabras que le había dicho a todo el mundo cuando la misión del Monasterio había acabado.

—El lugar de cada uno lo elije uno mismo, Sofía Keegan —dijo con el cejo fruncido—. Seguiré manteniendo mi fe, pero ahora mi lugar está haciendo mi trabajo en el campo y ejerciendo mi verdadera profesión que es la medicina veterinaria. Ahora, dígame usted; ¿A qué se dedica, señora Keegan? Si me permite la indiscreción.

Sofía sonrió, encantada al hablar de ella y de lo que le gustaba hacer mientras su marido estaba entre los animales del rancho.

—Administro las partidas del rancho. Cuando el ganado está listo para irse a casa porque han sido engordadas y alcanzado el peso perfecto para salir al mercado.

—¿Sólo las partidas? —preguntó Mateo acomodándose en su lugar.

—Solo las partidas, mi marido y usted se encargaran cuando entren los rebaños. Usted deberá revisarlos y él se ocupara de los alimentos. El resto lo hace el programa de computadora que Jonas ha comprado en el extranjero y nos ayudan algunos vaqueros y algunas mujeres que trabajar por periodos cortos de tiempo.

Hermanos Hurtman #2 "Pecado de amor".Donde viven las historias. Descúbrelo ahora