19. Avances

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Thalía se removió en la cama recordando la pesadilla que más veces había aparecido en su mente desde que había regresado a su hogar que era la casa de su tío Jonas Keegan.

El día que había escapado de su cautiverio con la ayuda del agente del Seal que había desbaratado el plan del prostíbulo que funcionaba en uno de los pubs más famosos de la cuidad de Los Ángeles. El sueño nunca era tan claro como aquella noche y al despertar llevó sus manos a la garganta, casi podía sentir la soga rodeando su cuello y apretando al límite de su resistencia, milagrosamente no había heridas en sus cuerdas y que era un trauma psicológico.

Los días dentro de ese horrible lugar fueron una autentica pesadilla, al principio dormía con la ayuda de calmantes porque temía despertar y que alguien estuviera abusando de ella o golpeándola, porque así se solía despertar en aquel lugar. Pero luego aprendió a hacer unos ejercicios de relajación para no depender de tantas drogas para conseguir conciliar el sueño nocturno.

Con el paso del tiempo y gracias a la ayuda de su tío empezó a sentirse segura, pero no del todo, cambió cuando Mateo Hurtman empezó a rodear la casa, las conductas de muchos cambiaron, su tío estaba más atento a ella, pendiente de sus necesidades. Leo estaba muy protector y siempre atento a cualquier cambio brusco que pueda surgir en ella. Sofía... Sofía ya no se cernía como una sombra sobre ella cuidado y opinando de todo lo que hacía o dejaba de hacer.

El sol se deslizaba por las ventanas dándole algo de calor y ella las abrió para que la luz ingresara por completo, las pulsaciones ya se habían normalizado. Con un suspiró se paró frente al espejo, ella ya se había reído ¿podría intentar decir por lo menos la A?

«¿Podría intentarlo no? Vamos, ya sabes lo que tienes que hacer. Inhala, haz que el aire ingrese y atraviese las cuerdas... inténtalo con la A».

Inspiró y cuando sintió que se le hinchaba el pecho abrió la boca y... solamente fue aire lo que salió de sus labios. Pero Thalía Keegan no se rendía. Una vez más realizó la misma operación con los mismos resultados. Y ya a la tercera vez dejó de intentarlo.

«Bueno, amiga», se dijo a sí misma, «tal vez reír sea el único sonido que puedes hacer por ahora».

Sin más se dio la vuelta y buscó algo que ponerse en el armario.

Entre tanto Mateo Hurtman dejó la taza de café en la mesa y atendía el celular que había empezado a sonar sobre la encimera.

—Espero que sean buenas noticias —contesto mucho antes siquiera de decir un "hola", no le gustaban esas formalidades cuando se trataba de algo importante.

—Depende ¿Quién es la jovencita? —preguntó, Theo apretó los dientes jurando en japonés—. La boca amigo...

—¡Maldita sea Calouhn! Necesito respuestas déjate de rodeos, por favor.

—Bueno ¿Qué quieres malas o buenas primero?

—Buenas y malas... me da igual, quiero saber qué carajo está pasando.

—Las buenas noticias son que las naranjas que se habían utilizado eran orgánicas y las malas son que contenían calmantes, mucho.

—¿Qué clase?

—Diazepam y Clonazepam, suficientes para dormir a alguien de, por lo menos, doscientos kilos.

Mateo Hurtman apoyó las manos en la mesa y dejó el celular sobre el mármol ¿por qué haría eso Enrica? Entonces recordó lo que la latina había murmurado en español.

—¿Tienes sospechosos? —preguntó el bioquímico—. Esto no lo hace cualquiera y no estamos hablando de una dosis para dormir o dejar inconsciente.

Hermanos Hurtman #2 "Pecado de amor".Donde viven las historias. Descúbrelo ahora