9. Sueños rotos

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Thalía entró corriendo a su habitación, tropezó con el borde de una alfombra y cayó de rodillas, lloró frente al espejo, sentía tanta impotencia por lo que la habían llamado. Eso era algo que ella no era, jamás le haría daño a personas inocentes. Nunca le haría daño a los niños y mucho menos les desearía a las mujeres lo que ella vivió en Los Ángeles, en ese lugar tan oscuro al que fue destinada sin saber cómo y por qué.

Con manos temblorosas se secó las lágrimas mientras que se esforzaba por controlar el hipo que invadía todo su cuerpo de una manera tan dolorosa que era imposible de explicar. Era imposible y le dolía que asi fuera porque no podía hacer nada para defenderse, para protegerse.

No podía defenderse y cada vez que necesitaba gritar la voz no le salía, necesitaba gritarle al mundo que había sido vendida, engañada y prostituida por un año entero sin que pudiera defenderse, habían roto su confianza, su fe y su autoestima.

Ella ya no valía nada para nadie y si su tío se enteraba dudaba mucho de que la quisiera como la quería ahora. Cuando supiera todas las cosas que fue obligada a hacer.

La cabeza le estaba comenzando a doler por el intenso llanto y los ojos le escocían cada vez más. La puerta se abrió y Sofía entró al cuarto con su aparente tranquilidad y feminidad que tanto adoraban los habitantes de Gold River.

—Pasé, por casualidad, por la casa de Mateo y escuché que Jonas le reclamaba a Mateo que había hecho un escándalo porque había visto a Leonardo besarte, ¿es cierto eso? —preguntó con voz pasiva. Ella ni siquiera la miró— Thalía.

Sorbió por la nariz y con lentitud se puso de pie, aún sin mirarla. Sabía que mirarla asentaría más su ira, pero no mirarla iba a ser igual de violento.

—Thalía, estás muda, no sorda, así que responde, por favor ¿Besaste a Leonardo? —preguntó.

Thali levantó la vista y la mirada le fue suficiente a Sofía, que le atravesó la mejilla de una bofetada que le dejó un rastro rosado en la delicada piel. La barbilla le tembló, pero la miró a los ojos, la otra encontró en esa mirada el antiguo desafío que con los años había desaparecido.

—Levántate —le dijo tomándola del cabello y arrojándola a la cama—. Recuerda esto bien, porque no volverá a salir de mis labios. Si vuelves a hacerlo lo pagarás y créeme que Los Ángeles va a ser un lecho de rosas comparado con lo que te tocará vivir esta vez. Recuérdalo siempre porque te juro que no desearás vivir.

Ella se giró en la cama e intentó quitársela de encima, le traía a su mente tantos recuerdos horribles, que deseó perder también la memoria para olvidar todo lo que le habían hecho, sintió el brazo de Sofía en el cuello, presionándola con fuerza.

—¿Recuerdas como hicimos que perdieras la voz? —preguntó apretándola más—. Es psicológico, pero puedo hacer que esa mudez que tienes sea de verdad. Me sería muy fácil que así fuera.

Ella intentó librarse, se estaba quedando sin aire, no podía respirar.

—No vas a recuperar la voz. No vas a hacerlo. Jamás vas a volver a hablar con nadie ni decir que te pasó y a donde estuviste después de la muerte de tus padres.

Cuando la soltó Thalía tosió con fuerza y Sofía volvió a golpearla, esta vez en el delicado y carnoso labio inferior.

—Lo que vas a hacer es hacerle entender a tu amado tío que Leonardo te golpeó en esa linda carita —dijo mirando como las heridas comenzaban a ser visibles y unas gotas de sangre comenzaban a emerger—. Me parece que... no, no necesitaras una más, ya se te está poniendo morado aquí —dijo clavándole el dedo al costado del labio, clavándole la uña.

Hermanos Hurtman #2 "Pecado de amor".Donde viven las historias. Descúbrelo ahora