17. Sonidos y sonrisas

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Los ojos se encontraron en la penumbra, las mejillas alumbrada por las llamas se colorearon y una expresión llena de asombro se dibujó en su rostro.

Mateo la miró, llevó las grandes manos a la fina garganta y con los pulgares le acarició el hueco de las clavículas.

Un sonido. De su boca había brotado un sonido.

Por un momento sintió una mínima duda, esa punzada que le indicaba que todo era mentira, pero esa punzada se desvaneció cuando la mujer que estaba en sus brazos comenzó a temblar y silenciosas lágrimas dibujaron surcos por sus mejillas.

—Tranquila —le dijo al oído mientras besaba sus sienes—, quédate tranquila.

Tragó saliva, de pronto le costaba mucho tragar el nudo que tenía en la garganta, la atrajo hacia si e hizo que apoyara su cabeza en el hombro, ella solo suspiró y se refugió en sus brazos encontrando que en ese cálido rincón estaba lo que había perdido hace años:

Su hogar.

—Pequeña, creo que deberías irte a casa. Supongo que nadie sabe qué estás aquí ¿me equivoco? —indagó torciendo la mirada con suspicacia.

Ella negó con la cabeza. No quería que la conversación con su tío llegara a oídos de Sofía, que seguramente llegaría, porque como pareja que eran compartían cosas y eso siempre la incluía a ella.

—Vamos, te acompañaré hasta la puerta de la cocina, espero que Enrica no esté ahí porque de sus labios solo salen chismes y no me gustaría que se dijeran cosas de ti que no son reales.

Thali suspiró con pesar, siempre se había hablado de ella y hasta él se creyó cosas de ella que no eran ciertas y sin embargo ahora estaba ahí cuidándola, aunque había cosas que todavía no tenían sentido, se sentía segura cuando estaba con él.

—Vamos vaquera —dijo tomando su mano atrayéndola a su cuerpo—. A descansar.

Con manos delicadas la abrigó y le acomodó el cabello para que no se le enredara en ningún momento, sus ojos brillantes le indicaban que estaba en un camino seguro y que el contacto físico con ella era seguro.

Le tomó la mano y juntos caminaron hasta la puerta de atrás de la casa, cuando subieron hasta el pequeño porche, Jonas Keegan salió desde la oscuridad con los ojos brillantes y rojos; estaba furioso.

—Pasa Thalía —le indicó con el mentón—, tú y yo vamos a hablar después de que este caballero y yo arreglemos algunos asuntos.

—Jonas, por favor, cálmate. Cielo —dijo cariñosamente mirando a Thalía— vamos a hablar bien mañana, sube y descansa —pidió Mateo con una sonrisa.

—Con un demonio, mi sobrina desaparece por horas y vuelve contigo ¡da mucho que pensar! Y esos malditos rumores que están circulando por la maldita nave ¡Por el amor de Dios!...

—¿Que rumores? —preguntó.

—Pues que te acuestas con ella por información.

—¿Información? ¿Qué clase de información?

—Ustedes los del FBI saben muchas cosas pero no tienen imaginación.

—¿Te estás escuchando? ¡Estamos hablando de Thalía! ¿Crees que yo le haría algo así? —se llevó las manos a la nuca— No, necesito saber que le pasó, sí quiero, pero no es por esas razones que tú piensas.

—¿Entonces por qué es? —preguntó el mayor con impotencia.

—¡Porque la quiero! —gritó con una mano en el corazón—. La quiero con toda mi alma Keegan.

Hermanos Hurtman #2 "Pecado de amor".Donde viven las historias. Descúbrelo ahora