10. Pasado (Parte II)

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El sonido que hizo el cuero al surcar el aire y estrellarse ante la delicada piel cortó el aliento. La fuerza que había usado había superado a la del castigo anterior y sabía, por instinto, que iba a ser peor.

—¿Entendiste? —preguntó con los dientes apretados, la visión de la rebelde princesa de Texas de espaldas a él y desnuda lo excitaba.

—No —respondió ella, soportando el dolor, una vez más el cuero se estrelló contra su piel dejándole un corte del que empezó a salir sangre, el liquido rubí brilló ante un rayo de sol que se colaba por una minúscula rendija—. Nada hará que me calle. Nunca.

Thalía estaba soportando el agónico dolor y lo soportaba porque no volvería a dejar que la trataran así, prefería morir antes de volver a ser vapuleada de esa forma. Humillada sin poder hacer nada.

El sujeto que se estaba encargando de castigarla, le tomó el cabello e hizo la cabeza de ella hacia atrás causándole dolor en el cuello y en el cuero cabelludo.

—No volverás a golpear a un cliente más ¿escuchaste? No vas a volverle a gritar nunca más a nadie ¿entendiste? Porque sabes que cada vez va a ser peor y lograré que de esa boquita tuya no salga un puto sonido.

—Volveré a hacerlo. Una y mil veces más lo haré —gritó ella—. Hasta que me quede aliento en el cuerpo.

Más golpes vinieron, en su espalda, en sus costillas, en sus muslos, el sudor se mezclaba con el olor a la sangre y el horror de ver al hombre excitarse con el daño que le estaba haciendo.

—Te juro que me encargaré de que nunca más vuelvas a hablar, princesita de Texas —le escupió al oído.

Tiró el látigo y hundió la cabeza de la joven en el sucio colchón.

—¿Qué vas a...? —pero no necesitó preguntar más cuando lo vio bajarse la cremallera y luego volver a aplastar su cabeza en la sucia cama improvisada.

—Castigarte es muy estimulante —dijo hundiéndose en ella con la máxima fuerza que pudo emplear—. Mientras que tu va a aprender a que debes quedarte callada, para siempre si es posible.

Cuando salió de ella la giró y le apretó la garganta con fuerza.

—Cada vez que hables, grites, te quejes, golpees. Hagas lo que hagas, princesa, recibirás tu castigo y se me ocurrió algo mejor que la muerte, sería muy fácil matarte, solo pondría una inyección, te apuñalaría mientras disfruto de ti, pero ¿Qué pasa si te dejo muda?

Del cinturón sacó una pequeña navaja que deslizó por su voluptuoso labio inferior, la llevó de un extremo al otro, dejando un rastro helado, ella tiritó casi imperceptiblemente, pero ese miedo se reflejó en sus ojos.

—Vaya veo que has entendido —le tomó la barbilla y le obligó abrir la boca para examinar su lengua, luego la soltó—. Muda te vas a quedar.

Hermanos Hurtman #2 "Pecado de amor".Donde viven las historias. Descúbrelo ahora