Capitulo VIII

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Capítulo 8 -Vamos a la playa.

Zoro estaba debajo de la ducha. Cada gota fría recorría todo su musculoso cuerpo, hasta llegar al suelo. Tenía un brazo apoyado en la pared y la cabeza agachada con los ojos cerrado. (Ya os lo imagináis. /. ) No se movía, solo pensaba en silencio. En su mente sólo había momentos de los dos juntos. Momentos tiernos y duros. Sabía que ella le había golpeado en su corazón que estaba rodeado por muros y encadenado por fuertes cadenas de acero, pero tan fuerte le había golpeado hasta el punto de romperlas. Él nunca había sentido algo así, ni si quiera con Kuina. Él estaba totalmente enamorado de ella y cada día que pasaba más se enamoraba de ella, hasta llegar al extremo de necesitarla y comportarse diferente. Nunca se le hubiese ocurrido darle un beso en la frente a Robín, ni arto de sake. Aún seguía sin entender por qué le había dado un beso y ella le había dado otro. Era una persona diferente, cerca de Robín. Él era más abierto, natural, tímido y débil. Se dio cuenta que se estaba pareciendo al cocinero, solo en pensarlo se ponía enfermo, prefería clavarse una de sus katanas antes de eso. No podía demostrar debilidad por nada ni nadie y más cuando tu debilidad es un ser querido. Ya que iba a ser el mejor espadachín del mundo y no podía demostrar compasión ni debilidad.

Sino para que había servido tanto entrenamiento y la perdida visual del ojo izquierdo. Tenía que volver a ser el hombre de hace dos años. El hombre frío, misterioso y distante con Robín. No podía permitir otro suceso como de la ciudad. Hoy habían tenido mucha suerte, pero puede que a la próxima no tuvieran tanta suerte. Él podía morir o peor que ella podía salir herida, por demostrar debilidad. Pero sabía que si se distanciaba de Robín, seguro que Franky aprovecharía y Robín se enamoraría de él y no lo soportaría perderla otra vez. Pero lo hacía por su sueño, pero más por ella, si la sucediese algo por su culpa no se lo perdonaría jamás. Aún seguía culpándose porque Robín tuviese amnesia. Pero ella también era más abierta y eso le gustaba un montón. Zoro salió de la ducha y se vistió para ir a entrenar. Creía que esa ducha de agua fría le despejaría, pero estaba más alterado que antes y por una vez en su vida no le apetecía ir a entrenar, pero no quería decepcionar a Robín. No quería ser tan cruel.

Zoro salió del baño y se dirigió directamente al gimnasio, pero cuando llego a la cubierta se frenó en seco, por una arqueóloga que estaba en la barandilla, cubierta por su manta que le tapaba todo cuerpo, de pies a cabeza mirando hacia la ciudad. Cuando la vio su corazón dio un brinco y empezó aumentar sus latidos, parecía que su corazón iba a salirse de su pecho. Él se acercaba a ella inconsciente, elevo la mano, hasta que se dio cuenta y se paró. Estaba muy cerca de ella. Su corazón le decía que no se detuviera y que la besara en sus labios hasta el fin de los tiempos. Pero su mente le hizo recordar lo que había pensado en la ducha. Ser frío y distante con Robín. Se imaginó que ella no vendría a entrenar ya que era la 6 pasadas, eso le deprimió, realmente quería entrenar con ella, pero había decidido ser distantes con ella. Robín no se había percatado de que estaba allí Zoro.

Así que se aportó de ella sin decir nada y sigilosamente se fue al gimnasio sin mirar atrás. Zoro llego al gimnasio, la puerta estaba abierta. Zoro le parecía algo sospechoso así que saco su katana blanca y se preparó para lo inesperado. Entró con mucho sigilo. Cuando entro Zoro se sorprendió, era Robín. Ella estaba golpeando un enorme saco de boxeo y estaba tan concentrada que no se percató de que no estaba sola. Zoro se quedó observándola, no podía dejar de mirar su cuerpo que le excitaba, como golpeaba el saco de boxeo, daba con mucha fuerza y lo que tenía puesto no le ayudaba mucho, para él. Ella llevaba puesto un crop con mucho escote de color rojo, unos short deportivos de color negro y llevaba el pelo suelto. De repente la puerta del gimnasio se cerró provocando un enorme ruido que hizo que Robín saliera de su concentración y se fijó que estaba allí Zoro de pie con los brazos cruzados mirándola fijamente. Ella se acercó a él andando, ya que le parecía más serio de lo habitual. Él se quedó firme sin perder terreno e intimidando. Robín se puso delante de él. Zoro giro la cabeza, para no encontrarse con la mirada de Robín. Ella se le hizo extraño esa reacción.

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