capítulo XXVIII

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Capitulo 28

No paraba de moverse de un lado para otro en la cama. Estaba nerviosa e impaciente. Después de reencontrarse y darse un beso alucinante delante de sus nakamas, Chopper le había rebatado de sus brazos al peliverde para hacerle unas pruebas asegurándose de que todo estuviera perfecto y no recayera o empeorara.

No quería que le quitara a su peliverde, pero se le detuvo el corazón cuando le llevo a rastras le regalo una sonrisa tierna que siempre la dedicaba, únicamente a ella, expresando todo lo que le amaba y ama. Deseaba tanto estar con el después de tanto tiempo. Besarle, abrazarle, decirle el miedo que había pasado estas últimas semanas pensando que torturas estaba sufriendo por esos maniacos.

Después de hacerle sus pruebas y salir que estaba todo perfectamente y que solo necesitaba reposo, mañana por la mañana le volvería a revisar y ya lo podrían visitar. Pero Robin no podía esperar hasta mañana, necesitaba verle ahora. Todo ella se lo exigía.

No lo pensó más y con sigilo se acodo el pijama y se envolvió en una manta, ya que se acercaban a una isla de invierno donde se reuniría con los Revolucionarios para hablar sobre la situación que se encontraba los sombreros de paja.

Con cuidado de no despertar a su compañera de cuarto fue corriendo a la enfermería, donde se encontraba el dueño de sus pensamientos. Abrió la puerta levemente, sin ruido para no despertarle, pero poco le importo cuando observo que Zoro no se encontraba en la habitación. Rápidamente entro en ella buscando con la mirada alguna pista. La cama estaba hecha, pero estaba caliente, como si hace unos minutos su cuerpo pesado hubiera estado allí.

Tropezó con sus botas y percato que su chaqueta verde se encontraba en la silla. No debía estar demasiado lejos. Iba a ir a buscarle pero alguien se lo impidió. Detrás de ella aparecieron unos brazos rodeándola las caderas y obligándola a que se acercara y rozara su pecho con su espalda, siendo un aliento cálido en su cuello pasando a convertirse en ligeros besos y acaricias.

Libero un suspiro de placer. Con facilidad la manta acaricio cada curva de su cuerpo hasta caer al suelo. Ella acepto cada acaricia con respuesta un leve gemido de placer que intentaba omitir. Necesitaba hablar con él, pero esto era lo que más necesitaba. Necesitaba sus acaricias, sus besos, sus labios recorriendo todo su piel…necesitaba asegurarse que esto no era un sueño. Que estaba con ella y que por fin hablaría del tema de su hijo.

-Zoro…- gimió su nombre.

Empezó desabrochando lentamente el primer botón de su camisa mientras mordía su cuello. Quería ir lento pero no lo soportaba más. Apretó levemente su pezón estirándolo haciéndola gemir. Tanto le excito que sin querer arranco la camisa y que los botones saltaran.

Se asustó por un segundo, Zoro no era tan agresivo cuando lo hacían y sabía lo que decía, porque había visto el lado más salvaje del espadachín. Es como si la necesitara con una urgencia, que si no la tenía ahora moriría. Y entendía que había pasado mucho tiempo sin hacerlo pero no era una excusa justificada para que fuera tan agresivo.

Un gemido se le escapo cuando Zoro coló sus dedos en las bragas para metérselo en su interior penetrándola con violencia.

-Zoro…detente.- le suplico. El placer le invadía y lo único que quería era besarle. Aún estaba preocupada por el beso anterior.

Aparto su mano de su intimidad dejándole confuso al espadachín. No supo cómo lo consiguió ya que Zoro coloco a conciencia su camisa para que quedara inmovilizara. Se apartó de él dándole la espalda. Lentamente y con una sexualidad, se fue quitando la camiseta hasta rozar el suelo y asegurándose de que Zoro no perdiera ningún detalle del espectáculo.

¿Quien eres tu?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora