Pongo en marcha mi Mercedes Benz CLA 250 y me sumerjo en la autopista A6 de París, Francia. La densa noche cubre a la ciudad por completo llevándose con sigo la velocidad con que vive cada persona en el día, pero trayendo una paz vestida de seda que con el más mínimo desequilibrio de pensamientos nos baña de recuerdos no deseados. Si a mi disposición estaría, permanecería eternamente en la claridad de los días para evitar la oscuridad de mi alma.
La voz de Alejandro Sanz se filtra por los altavoces de mi auto, y es que en la cultura española, sus artistas musicales me han cautivado por completo. Una pincelada de romance en cada acorde de sus composiciones. Bálsamos para mis momentos a solas que transcurro entre mi casa y mi empleo, si es que así se puede llamar.
Las siete con quince marca el reloj del auto en el momento en que salgo de él y me encamino al ascensor que se encuentra en el estacionamiento del sótano.
Presiono el botón que señala ser de la tercera planta y observo mi reflejo en el espejo mientras espero llegar a mi destino. Un rostro pálido como la leche y algo melancólico me observa con detenimiento. Y es que parte de las normas de mi empleo es que debemos asistir sin una pizca de maquillaje. - Algo que en el fondo agradezco-.Las puertas del ascensor se abren para darme pase al salón que se encuentra sumergido entre un brote de voces incomprensibles de mujeres, salgo de este y me planto para observar el por qué se debe tanta algarabía de mis compañeras.
— ¿Qué diantres piensas que haces ahí de pié Alize? — El rostro de Camile aparece en frente con sus ojos lilas puestos fijamente en mi. — Llegas cinco minutos tardes y deberías estar dirigiéndote al camerino de Rita. ¿No queremos llegar tarde verdad? —
— Si mamá, estoy hiendo directamente donde Rita. Solo estaba analizando por qué todas están aparentemente emocionadas. — Empiezo a mover mis pies con rumbo al otro extremo del salón mientras Camile decide venir con migo.
— Margot decidió subastarla hoy. —
— Comprendo. — Decido mencionar lo más mínimo, puesto que no quiero escuchar el sermón de Camile.
— Deberías comprenderlo de verdad Alize, en un par de meses cumplirás los veinticuatro y Patrick va a obligarte en subastarla. Es mejor que lo hagas tú y así tienes poder de decisión sobre ello. —
Abro la puerta del camerino de Rita, quien se encarga de maquillarnos todas las noches a las cuales debemos asistir para trabajar. De igual forma nos ayuda a elegir el vestido ideal para la ocasión.
— Sé perfectamente como son las cosas Camile, recuerda que al igual que tú he crecido siendo consciente de toda esta mierda. — Le dedico una sonrisa de disculpa a Rita ante mi mal uso de palabras en su presencia. — Pero aún no me siento preparada para ello. Y creeme cada día que pasa la tortura mental aumenta. — Tomo asiento frente al espejo que cubre la pared completa y permito que Rita inicie con su trabajo.
Una Camile con rostro preocupado me observa y me dedica una sonrisa de tristeza, sabe a la perfección que he odiado esta vida desde pequeña y que nada en este mundo me haría cambiar.
Mientras Rita termina de maquillarme, fijo mi atención en el moño francés que lleva Camile junto al suave maquillaje que se encarga de realzar sus facciones perfectas, un vestido verde menta de lentejuelas y delicadas aplicaciones se ciñe por su esbelta figura hasta terminar a sus rodillas. En cambio yo me termino decidiendo por uno negro ajustado hasta mis piernas para luego caer un poco más suelto hasta rosar mis pies, un amplio escote se expande por toda mi espalda siendo la mayor atracción del mismo. Una cola alta con cierto grado de trabajo termina de perfilar mi rostro para así tomar nuestras carteras de sobre y encaminarnos a la salida.— Densel quería a una chica igual que yo para que acompañase a su amigo, pero le he explicado que solo iría si tú lo hacías, y por ello al explicar tu condición tuvo que aceptar las condiciones y firmar tu contrato. — Comentó felizmente como cuando alguien anuncia algún comercial de mentas.
— He notado que tu relación laboral con el señor Petrov se ha hecho más fuerte y frecuente. —
— Bueno, nos hemos tomado cariño en el transcurso de cada sesión. — Me dedica una de sus sonrisas llenas de ilusión.
— Solo no te enamores de él, Camile. Sabes que esto es una prisión sin rejas. — Pude ver como el brillo en sus ojos empezaban a apagarse con forme mis palabras salían y se filtraban en sus oídos.
— Creeme, estoy muy consciente de ello. Al igual de que Densel a pesar de todo no haría nada al respecto. —
El sonido del ascensor nos hizo saber que estábamos en la planta principal y que debíamos salir de este para encaminarnos afuera.
— Mis dulces gardenias—
La imagen de Patrick junto a Margot la cual se encontraba con el característico vestido rojo, el cual se utiliza para el día en que subastas tu virginidad, se abrieron paso en la retina de mis ojos en el instante en que
las compuertas del ascensor se abrieron para salir de este.— Mi querido Patrick, alegres mis ojos que pueden verte. — Saluda hipócritamente Camile como si fuese una de las mejores actrices de Hollywood.
Patrick suelta su mano de la cintura de Margot para colocar ambas en mis hombros. — Tan dulcemente exquisita. Un manjar para cualquier paladar, mi querida Alize.— Su amplia sonrisa solo puede provocar que mis jugos gástricos empiecen a moverse indebidamente convirtiéndose en una fuerte acidez.
— Muchas gracias Señor. Sus palabras me honran.— Hice un amago de sonrisa al decir estas forzadas palabras.
Me soltó de inmediato para dirigir su atención y rosar sus dedos en la mejía de Camile. — Una escultura de los ángeles. — Mencionó dulcemente al adular el rostro de mi amiga.
— Sus palabras son un deleite para mis oídos. — Sonrió Camile en muestra de agradecimiento.
— Abraham ha hecho un excelente trabajo con tu nariz Camile. Lástima que no te pueda operar el cerebro. — Soltó sin más mientras se alejaba de esta para tomar su copa de champán y dar un trago.
Y aquí está, la doble personalidad de Patrick, en un momento puede adular tus virtudes y la belleza que posees para luego destruirlo en un cometario real y siniestro. Es por ello que jamás me he fiado de nada de lo que me dice.
— Gracias señor. —
La voz ahogada de Camile interrumpió el silencio que se había formado entre nosotros.— Bueno, la limusina les espera afuera para llevarles al Museo del Louvre. Creo que no debería ser necesario mencionarles las reglas del juego, ya que no es la primera vez. — Fijó sus ojos en nosotras para así luego salir con Margot rumbo al salón de Subastas.
— Le odio con todas mis entrañas. — Susurró Camile con una voz cargada de rencor.
— Pues que no eres la única cariño. El primer puesto de quien lo odia más es mío. —
Dicho esto salimos del salón principal para luego ingresar en la limusina que el Cliente de Camile había enviado para recogernos.