Capítulo XIII

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Shape of you, hacía que todos los cuerpos en el club se movieran al compás de los acordes, así a como Leo y yo disfrutábamos bailando uno junto al otro.

— Sé que no he podido decirte lo hermosa que te ves hoy. — Me dice mientras me toma de la cintura y se pega a mi espalda. — También no he podido decirte que odio la forma en que el resto de hombres en el club te miran con deseo. — Susurra suavemente contra mi cuello, sintiendo así el aliento de Leonardo rosar sutilmente la piel de mi nuca.

Me giro para colocar mis manos sobre sus fuertes y anchos hombros. — Tú también estás guapo esta noche. De hecho creo que hasta dormido te verías guapo. — Sonrío mientras un pequeño rubor tiñe mis mejías en el proceso.

Clava su par de ojos azules en mi rostro. — Gracias por aceptar mi invitación ahora por la mañana. — Recorre el contorno de mi rostro con sus dedos.

— Gracias a ti por preocuparte por mi. — Me dejo llevar por el camino que su enigmática mirada me sumerge.

Su rostro se acerca con lentitud hasta quedar a pocos centímetros del mío. — Te metiste en mis venas desde el primer momento en que te vi pasar directo a la piscina. — Confiesa con su frente pegada a la mía.

— Yo... — Trago saliva fuertemente. Este hombre es fuego puro que está consumiéndome. — No sé que decir. — Menciono entre suspiros producto del hechizo en que me encontraba.

— No digas nada. — Me besa lentamente, su lengua empieza a danzar sobre mis labios saboreandome como si fuese algún caramelo que desea terminar, mientras un cosquilleo de excitación empieza a recorrer mi cuerpo entero. 

No sé cuanto tiempo hemos pasado adorandonos los labios uno al otro, pero no puedo negar que mi cuerpo es calma y serenidad cuando los besos de Leo se apoderan de mis sentidos. Sus suaves toques son tan divinos y celestiales que pone todo mi interior en una calma que jamás había experimentado.

Me separo un poco de él para poder tomar un poco de oxígeno y recuperar la poca estabilidad que me queda, ya que con tres cócteles ingeridos en mi organismo el cual no está acostumbrado a tomar nada de alcohol, me hace sentir que camino sobre algún tagara en movimiento.

— Espera un momento Leo. Necesito ir al baño. — Sonrío y me doy la vuelta para dirigirme a los sanitarios del Club.

— No me moveré de acá preciosa. —

Subo mi mano como muestra de haberle escuchado mientras giro un poco para dedicarle una una última mirada.

Al llegar a la fila de los baños una mano me sujetó del brazo y me halo en su dirección.

— ¿Qué diablos estás haciendo con Leonardo? — La voz compungida y molesta de Pierre se clava de inmediato en mis oídos para así luego descifrar el rostro de corta rollos que tenía.

— Bueno, estoy pasándolo bien con alguien que me recogió cuando ustedes me dejaron tirada en la calle. — Le grito. Sí, le grito porque he sacado el valor que no creí tener con esos tragos que llevo dentro.

— ¿Estás tomando? — Me cuestiona con rostro sorprendido.

— Eso a ti no te interesa guaperas. — Me tambaleo un poco al perder el equilibrio.

Coloca su mano tras la cabeza mientras se gira un poco como muestra de estar pensando.
— Estoy llamando mi autocontrol para no llevarte directo a la casa y darle un par de golpes en el rostro bonito de Leonardo. — Concluye furioso.

— ¡HEY! ¿A ti qué demonios te pasa? Vienés queriendo ser el Batman de la noche cuando todo este tiempo te has comportando igual o peor que el Guasón con Harley Queen. Eres un pedazo de sínico descarado. — Le golpeo el pecho con mi dedo acusador. — Vienes y me enamoras hablándome bonito y adulando todo de mi para luego rechazarme como si fuese algún leproso. — Ahora estampo ambas manos sobre su pecho duro como la piedra. — Me besas y me dejas, me tomas y me tiras para luego comportarte como si fuese tu peor enemigo. — Una pequeña lágrima se derrama por mi rostro. — Yo no he hecho nada para merecer tus tratos y tus locos cambios de humor. — Me alejo de él en el momento en que quiere abrazarme a su pecho. — No es justo que vengas a hacer un drama por la única persona que se ha preocupado por como esté o me sienta en realidad. —

Amargo Espejismo.      Donde viven las historias. Descúbrelo ahora