Capítulo XV

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— Estás segura que podrás entrar y salir ilesa de ese sitio?.— Los ojos vivarachos de Paco se funden un segundo con los míos, momentos antes de salir del auto.

— Si, estoy segura Paco. No creo tomarme más tiempo de lo necesario. En todo caso si no logro salir en una hora es porque ha pasado algo. — Explico para tranquilizar un poco al amigo del Leo mientras abro la puerta del Aston Martín y poder encaminarme a la entrada principal de la mansión Lombardi. O mejor conocida por todos como la casa de Pierre.

Dirijo una última sonrisa de aliento hacia un Paco preocupado que estará a mi espera, mientras yo ingreso a este lugar en busca de mis cosas y así poder largarme de una sola vez. ¿Si es buena idea? No estoy segura de ello, pero es lo primero que necesito hacer. Analizar como está todo para luego irme de este lugar que solo ha traído malos sabores para mi.

Una de las chicas de limpieza me abre para recibirme con una sonrisa. — Señorita, — Asiente en modo de respeto. — Pase por favor. — Se aparta a un lado para dejarme espacio y así poder ingresar a la sala principal. — Los señores se encuentran en el jardín. — Me informa mientras le dedico una sonrisa amable y me encamino al ascensor para poder llegar a mi habitación asignada sana y salva.

Camino por el pasillo que me conduce a la recamara mientras me como el coco al pensar si Pierre o alguno de los otros le han informado a Patrick acerca de todo esto. No voy a negar que una ráfaga de nervios se apoderó de mi cuerpo desde el instante en que subí al auto con Paco. Pero es lo que hay y no puedo escapar de esto.

Leonardo estaba más que enfadado con la idea de que tuviera que venir. Se ofreció más de un millón de veces en ser el mismo quien recogiera mis pertenecías o por lo menos traerme en su auto mientras yo lo hacía. Pero pensar en que pudiese hacer ambas sugerencias, era más que obvio que terminaría igual que la noche anterior. Él y Pierre tramados como dos animales primitivos, así que mientras pudiera evitar dicha escena lo mas sensato era venir con la ayuda de Paco quien llevaba diez minutos de haber llegado para saber como estábamos, y así terminar convirtiéndose en testigo de la disputa que había entre un terco Leonardo y una Alize más cerrada que un tronco. 

Se me cuela una sonrisa al recordar la forma en que Leo ingresó a su habitación molesto por haberle rechazado en traerme o venir él mismo por mis cosas.

— Al parecer te ha hecho feliz el pasar tiempo con Leonardo. —

Me quedo estática en el momento en que iba a girar el pomo de mi habitación. Mi rostro risueño es remplazado por uno más serio y nervioso.

— Tranquila no pienso comerte. — Su tono me dice que siente un grado de resentimiento para si mismo.

Elevo mis ojos a la altura de su rostro y me encuentro con unas ojeras profundas surcando bajo sus hermosos ojos dorados.
No sé si será miedo a lo que pueda decirme o hacerme pero las palabras se han muerto en mi boca, además que mi cerebro se encuentra muy nervioso para ayudarme a salir de esta.

Da un paso en mi dirección haciendo que yo retroceda otro y quede atrapada contra la pared.
Pude notar que dicha acción de mi reflejo le dolió internamente, sus expresiones han decidido revelarse de esa actitud sepulcral para mostrarme lo que en realidad siente y piensa.

— No voy hacerte daño Alize. — Su tono es más dulce y relajado, ese que utilizamos cuando se quiere tranquilizar a un gato lastimado.

— Yo,.. Lo sé. — Menciono un tanto convencida. — Solo he venido por mis cosas. — Mis manos empiezan a temblar sin mi consentimiento, y es que el recuerdo de su rostro enfurecido de anoche solo provoca que mis nervios colapsen.

Estira su mano para tocarme el hombro y yo solo puedo encogerme ante su toque. La manzana de Adán se mueve fuertemente como muestra de la gran cantidad de saliva que acaba de tragar por la culpa de ver mi reacción.

Amargo Espejismo.      Donde viven las historias. Descúbrelo ahora