Lanzo un aburrido suspiro a la nada y una mecha de mi cabello se mueve en la acción. Es lo más entretenido que encuentro mientras estoy tirada en la cama boca arriba.
Llevo cinco días en esta ciudad y realmente no puedo quejarme, toda la semana he pasado como turista junto a Leo y los chicos así que, aunque las cosas no volvieron a ser como antes después del episodio caliente que tuvimos hace tres días, nos hemos podido controlar para llevarnos de maravilla en todo este tiempo.
El problema de mi aburrido día es que Leonardo junto a Fernando tienen que atender unos asuntos importantes de la empresa Lombardi, lugar donde Pierre es el presidente, Leo el Co Director y Fernando el encargado del área financiera. Mientras que el traicionero de Paco salió fuera del país para asistir a un juego de fútbol en Madrid, España. Así que mi día será reducido a pasarlo en la habitación o en el Spa del Hotel.
Me pongo en pies para ir a cambiarme e irme al Spa, cuando empiezan a aporrear la puerta.
Me detengo en la entrada del closet y me pienso en ir a ver quien debe ser el urgido o la urgida en verme. No creo que los de servicio traten con ese ímpetu a los huéspedes.
Me encamino a la entrada y al abrir la figura de Pierre se apodera de mi visión por completo.
— ¿Qué tal estás? — Ese tono grave de su voz hace que se me achine los bellos de todo el cuerpo.
— Eh, ah, hum, todo bi.. bien.— Carraspeo para normalizar mi voz y dejar la idiotez a un lado. — ¿Y tú? ¿Cómo vas? — Coloco una mano en mi cadera mientras la otra continua aferrada a la orilla de la puerta.
— Muy bien. — Una sombra de sonrisa aparece en sus labios por un corto momento para luego volver a quedarse con su semblante de rompe momentos. — ¿Me permites? — Estira su mano hacia el interior y después de unos segundos la razón me golpea como un mazo.
Me aparto en un salto. — Claro, Claro. Disculpa mi pésima educación. Pasa. — Sonrío nerviosa y un tanto apenada.
— ¿Esperabas a alguien?— Su voz es tan deliciosa que tardo un par de segundos en analizar su pregunta.
— Eh, no. De hecho pensaba pasarme el resto del día en el Spa. —
Asiente en modo de compresión mientras no deja de analizar toda la habitación.
— Es un tanto fisgón. — Se me escapa el pensamiento en voz alta y no puedo reprimir el llevarme la mano a la boca por haber dicho eso.Sus ojos color oro se estampan fijamente en mi para luego soltar una suave risa. — Tienes razón. Eso es de muy mala educación. Lo siento. — Puedo ver en su gesto divertido que en realidad no siente nada, pero mejor me limito a sonreír. No quiero volver a cometer una imprudencia así de grande.
Tomó asiento en una de las butacas que se encuentran frente a la cama mientras estiraba sus largas piernas. — De hecho he venido a hacerte una invitación. —
No puedo evitar poner un rostro de sorpresa y el mismo sonríe al verlo también. — ¿Una invitación?— Mi cerebro no a logrado pasar de esa palabra.
— Si bueno, quería invitarte a pasar el día en la playa, solos, tú a mi lado. — Sus mejías toman una tonalidad un poco más sonrosada y eso solo provoca que mis cejas lleguen a los cimientos de mi cabello.
— Hammm ¡claro! — Asiento continuamente.
Esto jamás lo hubiese esperado viniendo de él. Así que ¿Por qué no aprovecharlo?.
— Solo tomo mis cosas y nos vamos. — Mi corazón se agitaba igual que un niño en alguna juguetería. Y cómo no estarlo si el hombre que amo está invitándome a salir.
Siento su mano en mi antebrazo para detener mi andar de un lado a otro. — No será necesario. Tendrás todo lo que pidas. — Sus ojos tienen un brillo especial y deseo pensar que es por mi.
— No quiero ser una molestia. No me tomará mucho tiempo. — Señalo mi bolso en la cama con el resto de cosas que he puesto para guardarlas y poder marcharnos.
— Deja de pensar en que serás molestia. Solo deja todo por una vez y vente sin más. —
Mantenemos nuestras miradas por un largo momento y termino en la conclusión que ha dicho esto más para si mismo que para mi. De igual forma acepto, lo hago porque haría cualquier cosa que este hombre me pidiese.
Me toma de la mano y enreda sus dedos entre los míos, es la segunda vez que me sucede pero las sensaciones han sido distintas. Cuando me sujeta Leo siento seguridad y tranquilidad. En cambio en estos momentos sentir la mano de Pierre rodeando la mía en esta forma tan personal me hace sentir como si estuviese lanzándome en paracaídas. Un vértigo y emoción que no calza en mi.
Salimos del hotel y mi emoción por ir con él aún no se disipa. Sin duda alguna este será el mejor día de este viaje. Desactiva la alarma del Ferrari y se da a la tarea de abrir la puerta para que entrase y luego cerrarla.
Sinceramente nunca había dudado que tuviese un alto grado de educación y caballerosidad, solo que con migo solo había sacado a relucir su actitud idiota y patán.
— Si estás arrepentida por haber aceptado bien puedo comprender. — Sus palabras me hacen reaccionar para fijarme en que ya vamos en movimiento y que tenía un rostro de preocupación.
— No. En lo absoluto. Solo estaba pensando en si cerré la llave de la ducha. — Miento.
— Creo que no había ninguna ducha abierta, pero si deseas reservar tus pensamientos estoy de acuerdo. — Sonríe y mi cuerpo convulsiona al mismo tiempo.
Una sonrisa tonta se posa en mis labios para luego volver a ver el camino.
No tengo idea de donde diablos iremos, pero no me preocupa en lo más mínimo. Si me pediría ir al infierno, lo haría sin pensarlo.