Capítulo XVIII

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Si vais en un auto que no cualquiera puede permitirse, con un hombre excepcionalmente rico y guapo conduciendo por las calles de Milán. El destino a donde te diriges pasa a a tomar una posición muy poca relevante. Doblemente irrelevante cuando ese hombre es quien me trae vuelta loca desde la primera vez que le he visto.

Me dirige su atención de vez en cuando para luego sonreír entre coqueto y galante al ser espectador exclusivo de mis nervios y ansiedad de adolescente hormonal. Además no podría culparlo, si tuviese esa actitud de guapo rompe culos me burlaría igualmente de alguna tonta enamoradiza que se encuentre a mi merced.

Pero el instinto masoquista de mi interior se siente a gusto en la situación.

Bajo la mirada un momento mientras juego con el dobladillo de mis pantalones cortos, respiro y así logro tomar valor nuevamente y preguntar por cuarta vez en el viaje, hacia donde nos dirigimos. — ¿Al fin me dirás a dónde me llevas?. — Coloco mis manos sobre mis piernas mientras empiezo a comerme con los ojos todo lo que puedo observar a través de la ventanilla.

— No. —

Gira en una calle más apartada de la pista principal la cual nos conduce entre medio de un bosque a las afueras de la ciudad.

— Espero no pienses asesinarme. — Me quedo admirando una cabaña espectacular ya que era de dos pisos y se asemejaba más a una enorme casa de campo. — Todo aquí es igual a un escenario de alguna película de terror taquillera. —

El auto se detiene y me obligo a volver a girarme para encarar un semblante un tanto divertido por parte de  Pierre. — Me alegra poder divertirle señor. — No pude camuflar mi irritación ante su rostro burlesco. En final de cuentas quería que lo notase.

— Vamos, deja a un lado la paranoia y disfruta del día, del viaje, del lugar... — Desabrocha el cinturón de seguridad mientras devora mis labios con su intensa mirada. — De mi. —

No necesito ni un solo beso o rose de su parte para encender mi motor sexual y revolucionarlo al tope. Solo con su atención y palabras me basta y sobra.

— Tiene razón. Me pondré en la tarea de disfrutar del lugar, el día, del viaje... — Hago una pausa ya que sus ojos dorados se oscurecen por un momento. — Pero no de usted. — Le aparto la mirada para desabrochar mi cinturón y salir del auto mientras escucho una fuerte risa proveniente de él.

— Eres impredecible Alize Deully. —

Le escucho a lo largo ya que me he encaminado a la entrada de la cabaña-casa de campo, elaborada toda en madera con gusto exquisito, sin tener la necesidad de poner a un lado la tarea de observar todo a mi alrededor.

Me quedo de píes en la entrada a espera de que abriese la puerta. En el instante en que le siento a mi lado no puedo contener mi boca. — Completamente sería un escenario ideal para filmar una película digna de Oscar. — Me muevo dando una vuelta lenta sobre mi eje con ambos brazos abiertos. — Esto es magnífico y un tanto tenebroso. — Me detengo en frente de él mientras le dedico una amplia sonrisa. — Pero me gusta. Y gracias por invitarme. —

Sus labios se abren para luego cerrarse de inmediato. Puedo notar la forma en que le he descolocado, es más que obvio que su percepción de mi es completamente errónea. Así que supongo este día será más que crucial para eliminar todo prejuicio mal concebido en referencia a mi como persona. Como Alize Deully.

— Pasa. — Me ordena momentos después de haber reaccionado y abierto la puerta principal con una llave un tanto extraña que sacó del interior de su bolsillo izquierdo. 

Toda la estancia era una especie de casa estilo victoriano con arreglos y detalles modernos. Observe un tanto los espacios de área común llegando a la conclusión en que estábamos solos en el sitio.

Amargo Espejismo.      Donde viven las historias. Descúbrelo ahora