Capítulo XI

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— Entonces no me dirás tu nombre. — Digo con tono decepcionado antes de tomar nuevamente un sorbo a mi café late.

Su sonrisa ladina se pronunció de una forma que haría que cualquier braga se cayese por su propia cuenta. — No. — Me miraba fijamente. — Es más. ¿Qué te parece si solo nos llamamos señor y señora Deully?. —

Dejo a un lado mi café para hacerme hacia atrás y cruzarme de brazos. — No se vale. — Hago un puchero igual a los que Nick me hace cuando le niego algo. — Yo te dije mi nombre y ahora tú no quieres decirme el tuyo. —

— ¿Siempre eres tan linda hasta cuando te enfadas?.— Alarga su mano para acariciar mi mejía.

— No trates de esquivarme. — Una pareja que pasa cerca de nosotros se nos quedan viendo y sonríen ante nuestra escena.

— Oh, vamos Alize. No es nada del otro mundo jugar un poco con nuestros nombres. — Suelta un suspiro para luego volver a la carga. — Además estoy dándotelo todo de mi. — Muestra toda su dentadura perfecta. — Utilizaré tu nombre como muestra de ser todo tuyo. —

Arqueo una ceja ante sus palabras. No voy a negar que la idea me gusta y mucho. Pero sé perfectamente que solo será un juego entre él y yo. Así que, no tengo nada que perder.

Estiro mi mano como si estuviera presentándome. — Un gusto señor Deully. — suelto una suave risilla cuando me toma la mano y me da un beso. — El gusto es todo mío querida. —

Nos pusimos en pies y salimos de la cafetería en la cual había desayunado algo ligero con mi respectivo café.
Salimos a la calle y empezamos a caminar sin rumbo alguno.

— Y bien. ¿Me contarás el por qué no te llevas tan bien con los demás? —
Me mira unos segundos en espera de mi respuesta mientras continuamos caminando.

Me encojo de hombros ya que de primera instancia no sabía exactamente explicar la situación. — Supongo que si te dijera la verdad huirías de mi a como lo han hecho los demás.—

— No creo que hayas asesinado a alguien como para tener que huir de ti. —

Dejo de mirar el suelo para verle a la cara. — Gracias. — Sonrió — Pero no es algo como eso. — Vuelvo a mirar al suelo antes de cruzar la calle. — Es una historia muy larga. Conformate con saber que no me llevo tan bien que digamos con ninguno de ellos. El único a quien en todo caso odio menos es al señor Petrov. —

Asiente como si estuviera analizando la situación. — ¿Y a quién odias más? —

Sonrió ante su pregunta. — Supongo que al señor Petrov también. —

Me mira durante unos segundos antes de soltar una fuerte risa. — En serio que eres todo un enigma Alize Deully. — Coloca su mano en mi cintura para que ambos pudiéramos circular por un espacio angosto. — Un enigma que deseo conocer a totalidad. —

Llegamos al parque Sempione y tomamos asiento en una banqueta bajo un grande y hermoso árbol. 
Mis ojos recorrían el lugar entero con ansias de grabar en mis pupilas todo lo maravilloso que posee este lugar.

— Es tan bello. — Sonrió felizmente antes de volver a fijar mis ojos en el hombre rubio que se a encargado en que conozca un poco de la ciudad de Milán.

— Lo es. — Me responde mientras se acomoda para quedar frente a mi. — Es tan bello como el simple hecho de verte a los ojos. — Concluye en el instante en que junta sus labios con los míos.

Cierro mis ojos y me dejo llevar por el suave toque de sus labios en los mios, la humedad de su boca me dice que esta disfrutando de cada espacio que le ofrezco  saboreando suave y pacientemente. Me dejo acercar por sus manos a su delgado pero muy bien definido cuerpo, mientras me toma por el cuello y profundiza el beso en que me ha sumergido.

Amargo Espejismo.      Donde viven las historias. Descúbrelo ahora