Capítulo XVI

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— Señorita Deully. — Saluda Lorenzo en el instante en que salgo por la puerta principal de la mansión, junto con mi maleta y bolso.

Sonrío ampliamente ya que verle a él hacer lo mismo es contagiable — Hola señor Castañeda.— Me detengo y me fijo en un Paco completamente dormido, así que decido tomarme un momento para despedirme de Lorenzo.

— Disculpe. — Se dirige a mi maleta para tomarla y supongo que llevarla al Mercedes que se encuentra atrás del Aston Martín de Paco.

— Oh, no, no, no. No se preocupe en llevarme. — Le tomo por el antebrazo para impedir que se llevase mi maleta con sigo. — Me iré con un amigo. — Concluí mientras señalaba al tipo dormido con la boca abierta del auto.

Lorenzo se detuvo y después de echarle un vistazo a Paco quien no se enteraba de lo que sucedía, volvió su atención en mí.

— Comprendo señorita. Pero yo solo cumplo las ordenes del señor Lombardi. — Su típica sonrisa contagiosa volvió a aparecer para suavizar la situación. — Tengo ordenes estrictas de llevarle al Chateau Monfort. —

Mis cejas se elevan de inmediato al escuchar el nombre de uno de los hoteles de lujo en todo Milán.
Aliso mi vestido blanco por el cual me decidí al cambiarme minutos antes mientras miro mis zapatos flat un tanto incómoda.
— Podría informar al señor Lombardi que no es necesario que me hospede en ese sitio. — coloco mi mano sobre la manija de la maleta. — Con un hotel que cumpla con los requisitos sanitarios e incluya internet estaré más que a gusto. —

Doy un paso en dirección al auto de Paco. — Señorita, debo seguir las ordenes. Si no logro cumplir, el señor la tomará en mi contra. — Me detengo al terminar de escucharle y me giro para verle nuevamente.

— Solo digale que no he aceptado hospedarme en ese hotel porque es demasiado costoso para mi. —

— Usted no pagará nada Señorita Alize. El joven ha cancelado todos sus gastos en el hotel. Alojamiento, derecho a utilizar todas las áreas y por supuesto su alimentación cada y cuando usted desee. —

Noto cierto brillo de satisfacción en sus ojos al ver mi rostro desencajado mientras escucho todo lo que ha dicho. Son demasiadas comodidades que valen el ojo de una cara, es gastar demasiado en alguien a quien deseas tener lejos de ti.

Sacudo mi cabeza para centrarme en lo que tenía en frente.

— Eso es demasiado — Logro pronunciar aún un tanto asombrada.

— No pienso negar ese hecho señorita. — Sonríe divertido. — Pero si el señor a decidido en tomarse el cuidado de hacer todo esto por usted, lo mínimo que podría dar a cambio. Es el aceptar dicha oferta. —

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Salgo  de la ducha envuelta en un albornoz blanco con las iniciales del hotel bordadas en hilo dorado. Mientas mi cabello se encuentra envuelto en forma de churro con la toalla, sonrío en el momento que paso frente al espejo de cuerpo completo y observo mi fachada, parezco una actriz disfrutando de todos los lujos a su disposición. Sé que debí haberme opuesto por más tiempo, pero las ganas de conocer y hospedarme en este sitio estaban torturándome por dentro cada vez que me negaba en voz alta.

De igual forma rechacé la petición de venir con Lorenzo, porque el pobre de Paco se había ofrecido hacer de chofer y guardaespaldas si le necesitaba desde antes, así que sería todo un desplante si me hubiese ido con Castañeda después de que me hubiese esperado tanto tiempo ahí en el coche al punto de darse una buena siesta.

La sorpresa de Paco al saber a donde me hospedaría fue igual que la mía, según él. Pierre nunca a sido un hombre de detalles o de consentir a las mujeres con lujos y demás. Ese papel siempre ha sido de Leo. Que al mencionar el nombre del susodicho ambos giramos a vernos ya que podríamos imaginar la reacción de este cuando lo supiera.

Amargo Espejismo.      Donde viven las historias. Descúbrelo ahora