Capítulo VI

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— Patrick por favor. Te lo suplico. No hagáis esto a Camile, en verdad se encuentra muy enferma para asistir a ese viaje. — Mis ojos le miran suplicantes al demonio que se encuentra cerrado ante la idea de enviarnos a Margot, Camile y a mi en un viaje de negocios de los embajadores y empresarios que ninguna de las dos queremos ver.

— ¿Me crees idiota Alize? — Me observa con sus ojos inyectados en sangre producto de haberse drogado hace poco.  — Crees que no me doy cuenta de que la única enfermedad que ha fingido Camile toda esta semana es un maldito mal de amores. Siempre he estado al tanto de su amor por Petrov, de igual forma sabía que saldría lastimada de ese sentimiento. Pero cada quien elije su carga. — Concluye enviándome un mensaje entre líneas. Mensaje que capto perfectamente y solo me produce odio y rechazo hacia él.

— Por favor Señor, se lo suplico. Ella no podrá soportarlo y terminará arruinando la situación. Eso significaría pérdida de dinero para usted. — Tengo la esperanza que al tocarle el tema monetario cambie de actitud al respecto.

Se giró para darme la espalada por un momento. Al parecer mi táctica de expresarle la afectación que le llevaría a él, está surtiendo efecto.

— Está bien. —  Voltea nuevamente y me señala con su dedo índice. — No puedo arriesgarme en que el corazón idiota de Camile termine arruinando uno de los contratos más jugosos que he firmado. — Clava sus ojos en el brillante piso de madera para luego volver a verme fijamente. — Pero con una condición. — Le veo y solo puedo asentir. Lo que sea por mi amiga. — Cuando regreses de ese viaje vamos a subastar tu virginidad Alize. Así solo falte un mes y dos semanas para tu cumpleaños numero veinticuatro, lo adelantaremos y será cuando regreses de ese viaje. — Concluye con la mayor seriedad y solemnidad antes vista.

— Señor. Pero, yo no...—

— No me interesa si estás o no preparada, aquí las órdenes las doy yo. Así que tú eliges, o regresas para subastar tu virginidad. O Camile irá a ese viaje y si lo hecha a perder, ella solita buscará como pagarme la alta suma de dinero que me haga perder. — Dicho esto pasa a un lado de mi para salir de su despacho, dejándome sola y con la expresión más contrariada que exista.

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— No. Claro que no Alize.— El cuerpo de Camile se paseaba de un lado a otro frente al gran espejo que adornaba mi habitación. — No permitiré que el imbécil de Patrick se salga con las suyas. — Se detiene para tomarme por los hombros. — Le escuché, le escuché una vez que conversaba con Víctor. El entrará en la subasta bajo un nombre falso para ganar y así tenerte al final. Igual que a como hizo con Francis. —

Escuchar el nombre de Francis solo sirvió para que mi corazón se contrajera en un pequeño suspiro. Amargos recuerdos invadieron mi mente y solo pude tomar una bailarina que tenía de adorno y estamparla en la pared. — Lo odio Camile. Lo odio con todas mis fuerzas por lo que hizo con Francis, y por lo que ha hecho con todas las que estamos metidas en esto. Juro por Dios que voy a matarle. — Tomo todas las cosas que se encuentran en el tocador y las tiro al suelo.

— No creo que puedas Alize. Sabes que muchas ya lo han intentado y solo ah quedado en eso. Simples intentos y con todas ellas desaparecidas. — La voz melancólica de Camile solo me decía que estaba resignada. Resignada a vivir esta podrida vida. Que sus esperanzas ya habían desaparecido por completo.

— Pues yo no pienso fallar Camile. — Mi pecho subía y bajaba producto del esfuerzo que había hecho de volcar toda la habitación. — Seremos él o yo. Y no pienso perder. —

— Alize, recuerda que no estás sola en el mundo. Que Nick te necesita y si Patrick termina con tigo podrá hacer quien sabe que tipo de cosas con él. No arriesgues tu vida ni la del pequeño Nick. — Se acerca por atrás para darme un abrazo. — No me dejes sola. —

Me giro para dedicarle una sonrisa, el episodio de furia incontrolable estaba diluyéndose de mis venas para dar paso a la tranquilidad y de esa forma aclarar mis ideas.

— Tienes razón Camile. Ya encontraré quién haga el trabajo sucio. — Ambas sonreímos para luego salir e ir a preparar la cena.

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Tenía un viaje al que asistir, así que necesitaba dormir mucho e invocar el auto-control que existía en mi interior, por si en todo caso volviesen a ofenderme o decir algún comentario que hiera mi orgullo.

Clavo mis ojos un momento en luna que se filtra por la ventana para pensar en que no puedo  negar la idea de que el  volver a encontrarme con Pierre hace que mis venas se calienten a cien grados celcios, que mi corazón empiece a palpitar en una velocidad incalculable y que esa sudoración en mis manos regrese para decirme que todo esto es real.

Tal vez Sócrates podría tacharme de padecer la enfermedad del amor amargo y falto de belleza. Pero de igual forma podría apostarme mis ojos en que Camile estaría fascinada con la idea de que alguien por fin halla logrado derribar mis barreras del amor.

Me doy vuelta entre las sabanas puesto a que llevo más de una hora dándole neuronas a lo mismo. Así que por ello espero en este viaje poder conquistar el carácter impenetrable de Pierre Lombardi. Poder conversar nuevamente con aquel caballero que me invitó a bailar con él antes de conocer algún detalle de quien soy.

Amargo Espejismo.      Donde viven las historias. Descúbrelo ahora