Cuando Hoseok me preguntó quién era yo, no respondí. De nuevo, otro nudo se formó en mi garganta impidiéndome decir algo. Me dolió, y mucho. Somos amigos desde hace mucho. De hecho, él fue la primera persona que me habló cuando me transferí en la primaria desde Busan a Seoul. Todos me ignoraban y me llamaban rata por mi sonrisa y mi nariz, estaba completamente solo todos los días. Hasta que se acercó él a la hora de la comida y se sentó a mi lado para comer junto a mí. A partir de ese día ya no volví a estar solo en los recreos, a la hora de comer o en educación física. Tenía alguien en quien confiar y alguien con quien compartir mis mejores recuerdos de la infancia. Sentí como todos aquellos recuerdos felices junto a él, mi hermano de distinta sangre, inundaban mi memoria por completo. Mis ojos se volvieron cristalinos porque sabía que todo eso no existía para él, me había olvidado a mí y todos nuestros recuerdos juntos. Olvidó que cuando me habló por primera vez y me dijo que le gustaba mi sonrisa le dije vaya niño más raro, se puso triste y luego le dije que me parecía extraño porque todos la odiaban. Había olvidado cuando por las tardes jugábamos con la arena y hacíamos túneles subterráneos excavando con nuestras pequeñas manos, y cuando nuestras manos se tocaban, entrelazábamos los dedos y tirábamos el uno del otro solo para ver quién tiraba a quién antes y rebozarnos en la arena. Ya no recordaba cuando su primera novia en la secundaria intentó seducirme y lo grabé todo para abrirle los ojos, ni tampoco cuando nos saltábamos clases para observar las nubes en la azotea del instituto y cuando volvíamos siempre nos pillaban, echándonos una bronca monumental y nosotros riéndonos por lo bajo. Todo aquello ahora solo estaba en mi memoria, para él yo no era nada más que un desconocido. Sentí como mis párpados se hacían más y más pesados con cada segundo por intentar retener las lágrimas, pero no podía llorar. No podía permitirme que me viera así, tenía que ser fuerte por él. Iba a decirle que iba a llevarle al hospital por su dolor de cabeza cuando de repente una lágrima casi transparente y cristalina comenzó a resbalar por su mejilla.
— ¿P-por qué lloras, Hoseok?— Dije, algo asustado.
— No lo sé.— Suspiró y se secó la cara.— Siento tristeza, como si hubiera perdido algo importante. Pero no sé el qué, supongo que es del golpe... Siento que ni siquiera me conozcas y tengas que verme así, de verdad.— Sonrió amargamente.
— B-bueno... No te preocupes... Pero... ¿De verdad no te acuerdas de mí?
— ¿Debería conocerte? Lo siento, me duele mucho la cabeza y estoy muy confuso...
— No importa... Vayamos al hospital. Primero vamos a mi casa y te llevo en mi coche, no podemos ir andando.
Asintió y con mi ayuda se levantó del sofá en el que antes estaba tumbado. Le dije a mi compañero de trabajo que le dijera al jefe que Hobi y yo llegaríamos tarde porque necesitábamos hacer algo con urgencia y pusimos rumbo hacia mi casa. Llegamos en unos diez minutos, me saqué las llaves del bolsillo y abrí el garaje para salir con el coche. Subimos al vehículo de color azabache y rápidamente arranqué. Hacía una temporada que no conducía, pero no había olvidado como hacerlo. Llegamos al hospital en unos veinte minutos escasos y subimos hasta la cuarta planta de éste, donde se encontraba urgencias. Un hombre canoso de ojos rasgados que vestía una bata blanca desabrochada sobre su ropa se acercó a nosotros y me preguntó qué le había pasado a Hoseok. No podía mentir diciendo que se había dado un golpe, así que le dije que cuando yo llegué ya le ví en el suelo y le tumbé en un sofá, pero cuando despertó no se acordaba de mí, nada más. El médico entró a una sala con Hoseok tras decir que le iba a hacer un chequeo para ver que le había pasado. Treinta interminables minutos después de aquello, el hombre salió del lugar y me hizo un gesto para que me acercara.
— ¿Es usted familiar de Jung Ho Seok?
—Sí, algo así. ¿Qué es lo que le sucede, doctor?— Pregunté con nerviosismo.
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El destino. [Vkook] || Primera Temporada
FanficJeon Jungkook es alguien capaz de ver lo que otros no pueden, o bueno, eso es lo que piensa él, ya que nunca le ha dicho a nadie que puede hacerlo. Se limita a observar el fino y delicado pero a la vez impenetrable hilo rojo que une a las personas...