6

219 5 1
                                    

Mi cara debía ser un total poema; sentí, en ese momento, que un escalofrío recorría todo mi cuerpo y mi cara perdía el color. Cerré la puerta y me dirigí a la cocina. No veía a Simon por ningún lado, así que me tranquilicé un poco. Me acerqué a la caja de primero auxilios que tenía en el estante sobre la estufa y lo abrí con cuidado. Me senté y examiné mi pie...

- ¿Está muy grave? – preguntó Simon sentándose junto a mi

Tenía una cortada de unos 3 milímetros de profundidad que recorrían el nacimiento del pulgar hasta la palma de mi pie. No estaba grave, pero dolía terriblemente. No le contesté, solo proseguí con lo que estaba haciendo.

- ¿Dejas que te ayude, Abi? – insistió

- Yo puedo sola. – musité

No me interesó ahogar el jadeo de dolor que sentí al aplicar unas gotas de alcohol antiséptico sobre la herida.

- Abi... Déjame que te...

- Yo puedo sola. – repetí, esta vez más fuerte.

- Por favor, déjame ayudarte... - insistió

- ¡Bien! – accedí, solo porque me estaba mareando con la sangre y porque sabía que él estaba estudiando medicina.

Le entregué la caja de primeros auxilios y subí mi pie a la silla que tenía enfrente. Moví la cabeza en sentido opuesto y solo esperé a sentir el dolor.

- Así no puedo... - dijo – necesito que subas tu pie a mi pierna...

Levanté lentamente la pierna y apoyé mi pie en su muslo derecho... No crean que no se me ocurrió la idea de patearle sus partes, pero me contuve; Simon agarró el alcohol antiséptico para limpiar la herida y, con sumo cuidado, pasó las gasas una y otra vez sobre la cortada. Al final, varias lágrimas habían salido de mis ojos y muchas otras aún amenazaban con salir...

- Un milímetro más y hubiese tenido que suturar... - dijo sin levantar el rostro, pues estaba vendando el pie – ¿Está mejor? – preguntó guardando las cosas limpias en la caja

- Pues, me duele más que antes... pero supongo que podría estar peor... - dije mientras trataba de limpiar mi nariz con la manga de su camisa.

Simon se levantó de la silla y guardó la caja de primeros auxilios en el están sobre la estufa. Posteriormente se acercó nuevamente a mí y extendió la mano para ayudarme a levantar. La tomé y, como pude, apoyé ambos pies sobre el piso.

- Gracias – dije sin levantar la vista

- Abi... - tomó mi barbilla la levantó suavemente. Se acercó a mi boca, pero lo esquivé y me hice a un lado

- Ya puedes irte, gracias... - le dije mirándolo fijamente a los ojos

- ¿Qué? ¿Por qué?

- No quiero hablar contigo...

- Eso ya lo noté... De hecho, no te entiendo Abigail. Ayer me tiraste la puerta en la cara, anoche me sedujiste, hicimos el amor en el lago y hoy nuevamente quieres patearme las pelotas... ¿Podrías explicarme?

En ese momento, estaba igual o más confundida que Simon...

- No quiero hablar contigo ahora. – Simon me miró incrédulo – lo que oíste. Gracias por ayudarme con... esto – dije mirando mi pie – pero, quiero que te retires, por favor...

- Bien.

Simon salió de la casa sin decir una sola palabra más. Parecía confundido y afligido, incluso llegué a pensar que era una idiota por no querer ver el otro lado de la historia... aunque si lo hacía, podía correr el riesgo de creer mentiras que me lastimarían aún más.


A B I G A I LWhere stories live. Discover now