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Emiliano era realmente guapo. Ojos miel, cabello castaño, era un poco mas alto que yo y ahora traía un gorro y una bufanda que hacían que sus facciones se tornaran duras, pero el rosado de sus mejillas le hacía ver adorable.

- Así que… Abigail, no preguntaré el porqué aún no me llamas… pero sí si vienes muy seguido aquí

- No – sonreí – estaba cerca y el frío me ganó.

- Bueno… debes calentarte entonces – sonrió y llamó a una de las chicas que atendía - ¿Qué quieres tomar?

- Un Capuchino estaría bien. Gracias

- Un Capuchino caliente para la señorita y uno granizado para mí, por favor… - la camarera asintió con la cabeza y se retiró

- ¿con este frío vas a tomar algo helado?

- Lo sé, pero me gusta. – sonrió mientras levantaba los hombros – veo que estas arreglada, ¿puedo saber dónde estabas? – lo pensé un poco

- Una reunión – me limité a decir – tu ibas saliendo ¿no?

- Sí, un amigo me pidió un favor pero te encontré…

- ¿y a dónde te dirigías?

- A casa… vivo cerca. Y… la chica que estaba contigo en la mañana, ¿está enferma?

- Tiene cáncer, sí… ¿y tú qué hacías allí?

- A demás de fotografiar chicas lindas leyendo… - sonreí – acompañaba a mi mamá.

- ¿está enferma?

- Tiene un tumor cerebral. Sí…

- Lo siento. – dije

- No te preocupes…

Las bebidas llegaron y nos quedamos hablando hasta que la cafetería nos corrió pues ya iban a cerrar. Eran alrededor de las 11 de la noche y Emiliano y yo íbamos en medio de la carretera adivinando lo que las personas hacían dentro de sus casas a esa hora.

- Allí… mira – dijo Emiliano señalando una casa azul en la que solo había una luz encendida – allí una madre está regañando a su hijo por llegar tarde…

- Son las 11 – reí

- Es que el niño tiene 12 – reí aún más y él me acompañó mientras me observaba, solo me miraba, eso había hecho toda la noche, hacerme reir y mirarme mientras lo hacía

- Mira… - dije señalando otra casa – allí están teniendo sexo de reconciliación – Emiliano rió

- ¿Cuál es el motivo?

- Ella olvidó el aniversario

- Wow – los dos reímos fuertemente.

Ninguno de los dos sintió el auto rojo detrás hasta que el sonido de la bocina nos hizo saltar del susto, a lo cual reímos aún más

Caminamos un poco más en silencio, hasta que Emiliano se detuvo frente a mí y miró el edificio que estaba al otro lado de la calle.

- Yo vivo allí. Mmm… ¿Quieres pasar? – lo miré durante un segundo y él parecía arrepentirse de haber preguntado algo así

- Sí. – dije y cruzamos la calle

A B I G A I LWhere stories live. Discover now