Pálida como el mármol, pero tan frágil como el cristal, así era su piel, sobre la cual destacaban unos labios de un vivo rojo fuego. Unos cabellos tan negros como las plumas de un cuervo, a las que también igualaba en belleza, escondían tímidamente su fina, delicada, y delgada cara... su pequeña nariz, sus mejillas, sus finas cejas... todo en ella era tan bello que daba miedo, pues parecía que con un solo toque se rompería de tan delicada belleza, pasando a ser efímera. Pero lo más bello, y a la vez lo más inquitante eran sus ojos. Tenían la forma perfecta, el brillo perfecto, un verde perfecto, y unas pupilas de un negro perfecto, unos perfectos ojos en los que la más triste alma podía reconocer sus propios fallos.
Todo era tan perfecto al principio... admirar tanta belleza debía ser el sueño de cualquier artista como yo. Cada vez que la veía en la ventana mirando al jardín la dibujaba... deslizaba trazos tan delicados como ella, pulía cada detalle, hasta lo más mínimo, perfeccionaba con frágiles sombreados cada rayo de luz que no lograba alcanzarla creando una oscuriadad que se volvía bella tan solo al rozarla... pero aún así, por mucho que perfeccionara todo, no lograba alcanzar su belleza.
Un día decidí hacerle un retrato, decidí que quedara perfecto, que reflejara su belleza como un espejo, y por muy perfeccionista que fuera, por muy bien que la dibujara no era perfecto. Cada vez me inquietaba más, me fijaba en cada detalle de su rostro, hasta que di con la razón que no me dejaba alcanzar tan perfecta belleza... sus ojos.
Malditos ojos... no pueden ser tan perfectos, no pieden estar por encima de la belleza, no pueden ser tan inancanzables, no podían atraparme más.
Con el paso del tiempo, cada vez que la dibujaba, ella me miraba, y se daba cuenta de mi inquietud, de lo que quizás era una obsesión... no podía ser, no podía llegar a odiar tanta belleza, pero lo hize, odiaba esos ojos, los odié cuando comencé a ver tristeza en ellos...
No cambiéis de aspecto, no cambies vuestra belleza por otra cuando estaba a punto de alcanzarla, no os burléis de mi, dejad descansar mi mente, soltadme... quiero dejar de pensar en ellos, pero me atrapan en su oscuridad, en su belleza... no aguantaba más, tuve que hacer algo... o si no... enloquecería... si no lo estaba ya... no, yo estoy bien, esos ojos negros me engañan... se acabó, esos ojos no volveran a mirar mi alma juzgándo mi mente con la intención de que enloquezca...Dibujé con cuidado el contorno de su cara... sus cabellos, con cada reflejo... sus delicados labios... perfeccioné su frágil piel y su pequeña nariz y mejillas... era el cuadro perfecto, todo perfecto, todo belleza, y ni un solo trazo malgastado en esa fuerza que atormentaba mi alma, ni un solo rastro de esos bellos y malditos ojos...